Los independentistas, a pesar de la propuesta de Rajoy Brey de aplicar el artículo 155 de la Constitución, siguen creyendo ferverosamente que ellos son los escogidos de los dioses. De modo que, para salvar a los catalanes buenos ferozmente atacados, están dispuestos a lo que sea con tal de que no sean vilipendiados sin piedad día tras día desde la España maldita.  

Aunque los catalanes hemos tenido durante veintitrés años a un presidente de la Generalitat con escasos escrúpulos, muchos de sus seguidores lo siguen teniendo como “¡Un gran líder. Un político para un pueblo!”, en la descripción que en 1984 recogieron sus palmeros en el libro 'Jordi Pujol. Un político para un pueblo'. 

Hete aquí lo escrito: “Los caminos del catalanismo que estas  páginas explican, son la continuación y actualización del nacionalismo histórico catalán, en el cual la lucha por Cataluña es una lucha permanente por la libertad”.

Pero, tras todos estos acontecimientos, resurgen en España los elementos más reaccionarios de la sociedad. El conflicto catalán se lo ha servido en bandeja. La ultraderecha se está viniendo arriba con escenas de violencia y odio.

No son casos aislados. Van avanzando. A la vicepresidenta de la Comunidad valenciana, Mónica Oltra, le trataron de intimidar con un escrache. Vándalos ultraderechistas han llenado de pintadas nazis el monumento a las víctimas del campo de concentración de Mauthausen en Almería, donde se rinde homenaje a 142 almerienses que allí murieron. Y hay más  ejemplos.

Este auge de la extrema derecha deriva del regalo, sin duda involuntario en este punto, que le han hecho los independentistas con sus actuaciones descabelladas.

Don Mariano, al margen de su mano dura al aplicar el artículo 155 de la Constitución, empléese a fondo  en frenar el avance de estos individuos. No consienta que siembren el odio.