María Luisa Cuevas (Aranda de Duero, Burgos, 1968), se define a sí misma como una “mujer de raza, muy trabajadora, una madraza”. Pero si algo tiene claro es que lleva el vino en el corazón y se siente muy orgullosa del imperio vitivinícola que ha levantado y convertido en uno de los más destacados referentes de la Denominación de Origen Ribera del Duero de España. Su objetivo es hacer los mejores caldos del mundo, tocar el corazón a través de la vista, el olfato y el paladar, logrando un producto único: poesía para bebérsela. "Soy una mujer extraordinaria, como mis vinos”, enfatiza muy segura de sí misma en la entrevista que le hemos hecho para la segunda entrega de la serie 'Mujeres Extraordinarias', un proyecto realizado en colaboración con Renfe con el que buscamos visibilizar el talento femenino.

Una carrera truncada por el amor al vino

Iba para abogada, pero decidió dejar atrás su incipiente carrera en Madrid (y su vida), para volver a su Aranda natal y erigir Ferratus, una de las pocas bodegas de España fundada y dirigida por una mujer. De su infancia recuerda cómo la inspiraron, sobre todo, las mujeres de su familia, su bisabuela y sus abuelas, a las que visitaba siempre después del colegio. Ellas, antiguas posaderas, quizás fuesen las que provocaron que llevase el vino en su ADN porque, nos cuenta, aunque no tuvieran una relación directa con su elaboración, estaban acostumbradas a servírselo a esos clientes que llegaban exhaustos tras un largo viaje o una dura jornada de trabajo. 

Viñedos de la bodega Ferratus, de María Luisa Cuevas

“No tengo familia viticultora. Mis ancestros no tenían grandes viñas”

Para ella el vino siempre ha sido algo aspiracional. “Yo he bebido vino desde mi infancia y siempre hemos tenido una reverencia completa y total por el vino. Pero no tengo familia viticultora, mis ancestros tampoco tenían grandes viñas”. Lo que sí tenía su familia era una pasión y un amor por el vino, que han ido transmitiendo generación tras generación hasta llegar a ella, la primera viticultura de su familia.

La pequeña María Luisa siempre persiguió la excelencia, ya desde el colegio. “Era una empollona impresionante, siempre con unas notas increíbles”, recuerda de su etapa en las Madres Dominicas en Aranda. Allí cursó sus primeras etapas lectivas y recuerda con mucho cariño a sus compañeras de clase. Nos ha confesado que nunca fue una niña rebelde, de su juventud recuerda ser “una chica bastante dócil, pero con muchas inquietudes”.

Maria Luisa agradece a sus padres el haberle brindado la oportunidad de viajar, desde muy joven, al extranjero para aprender inglés. Algo que no era tan habitual en la España de esa época. “Gracias a eso y a la buena formación que tuve, o que me dieron, soy capaz de hablar dos idiomas, no perfectamente, pero lo suficiente”. Y tanto que lo hace, algo que demuestra viajando con bastante frecuencia a países como Alemania, Suiza o Estados Unidos para promocionar y comercializar el vino que hace en su bodega.

De vuelta a Aranda de Duero, a sus orígenes

María Luisa fue a Madrid a estudiar COU y continuó allí sus estudios universitarios, es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Aunque decidió regresar a su tierra. “Volver a Aranda fue una de las cosas más importantes que he hecho”, nos cuenta. Aunque admite que fue una decisión muy difícil de tomar. Acababa de ser madre por primera vez y su hijo tenía solamente días cuando volvió a instalarse en su ciudad natal, territorio por el que muestra verdadera pasión a lo largo de toda la entrevista, cada vez que lo menciona.

Nunca dejó de visitar Aranda cuando vivía en Madrid, algo que pudo hacer gracias al tren. Aunque vuela con bastante frecuencia, nos ha asegurado que es su medio de transporte favorito. “Yo cogía un tren, un Talgo que salía de Madrid a las tres y media de la tarde para venir a Aranda, pasar el fin de semana con mis padres y el domingo a las siete de la tarde volvía a coger el tren de vuelta a Madrid”. Esta especie de ritual lo realizó durante muchos años la mayoría de fines de semana. No todos, pues mientras estudiaba en la universidad tenía una intensa vida social. Pero, sus “recuerdos de infancia, adolescencia y juventud están ligados al tren”, algo que siente cada vez que pone el pie una estación.

Licenciada en derecho, empezó a trabajar en el sector financiero, pero necesitaba algo que la llenara de verdad. “Yo no era una persona para estar metida en casa criando un hijo, yo necesitaba hacer otras cosas”. Entonces, decidió formarse en enología y no empezó con poca cosa, el primer curso que realizó fue sobre internacionalización de vinos, que le proporcionó una nueva perspectiva y la animó a lanzarse de lleno para cumplir su sueño de montar la mjeor bodega del mundo. “¿Por qué no?”, se dijo. Completó la formación con un curso completo de viticultura y enología de un año de duración, un master. De ahí a la piscina. No tardaría en convertirse en miembro de la Asociación de Sumilleres de Aranda de Duero.

María Luisa Cuevas dejó el derecho para dedicarse en cuerpo y alma a la viticultura

“Ferratus es un regalo, un homenaje, a los orígenes de mi familia”

 

“Ferratus es un regalo, un homenaje, a los orígenes de mi familia”, comienza a explicarnos al hablar de Bodegas Ferratus. Su padre era un empresario de la zona, cuyos negocios estaban ligados al hierro y el acero. De ahí el nombre: que procede del hierro. Su padre fue quien la ayudó en sus inicios, en la construcción y el montaje de la bodega. Para ella no había mejor homenaje que brindar con esa pincelada, incluyendo en la denominación de la propia bodega un reconocimiento a su familia y en especial a su padre.

En su bodega siempre busca la perfección. “Por eso Ferratus es diferente, porque estoy en el corazón de cada una de esas botellas”. Nuestra invitada trata siempre de poner una pincelada de color, sabor y aroma en cada una de las mesas en las que se desgusta uno de sus vinos. "La bodega es una parte de María Luisa Cuevas”, dice orgullosa del caldo que elaboran y destaca la sostenibilidad de su proyecto. En este sentido, tan importante como la calidad del vino es que se produzca de forma respetuosa con el medio ambiente. Su bodega cuenta con unas placas solares que generan el 100% de de sus necesidades energéticas. Además de ser autosuficientes, se proucpan de cuidar el entorno rural.

“Afortunadamente, en el mundo del vino, las mujeres ocupamos todos los puestos”

Cuando le preguntamos por la situación de la mujer en el mundo del vino, Maria Luisa asegura que, como bodeguera, no ha sentido una especial dificultad o trabas por el hecho de ser mujer. Sí entre los viticultores. “Yo llegaba al campo y querían hablar con mi padre”, algo que le sorprendió pues era ella quien debía negociar con los agricultores el precio de la uva y la explotación de la tierra. Y es que, en la actualidad, la mujer ocupa todo tipo de puestos en el sector vinícola. “Desde hace quince años la mujer está muy presente, especialmente en el sector de la exportación. Pero, sobre todo, no nos olvidemos que la mujer en el campo siempre ha estado”, reivindica.

Su familia, el pilar fundamental de su vida

María Luisa también ha tenido tiempo para hablar, muy emocionada, de su familia. Nos habla de su marido, pero muy especialmente de sus hijos. Enrique, de 27 años, está formándose para ser la persona que continuará el legado de Bodegas Ferratus. Su otro hijo, el pequeño, de 24 años, tiene un trastorno autista. “Yo soy feliz solamente viéndole. Me acompaña en cada momento de mi vida que estoy aquí y hace que mi vida sea un poco más completa.” Maria Luisa también menciona con mucho cariño a su nuera, la pareja de Enrique, a la que nos mencionó nada más conocerla, presumiendo del collar que esta le había regalado.

Nuestra invitada asegura estar en un momento dulce de su vida, tanto profesional como personalmente. Aún le quedan muchas cosas por hacer y está convencida de que las va a lograr. Uno de esos objetivos es “llevar a Ferratus donde tiene que estar, entre los mejores vinos de España”, aunque para ella ya lo es, su meta es hacer que el resto del mundo lo sepa. María Luisa Cuevas demuestra una vez más ese aura que desprende, esa fuerza, esa autenticidad. Porque ella es extraordinaria y única, como sus vinos.