Hay un colectivo para el que es literalmente imposible quedarse en su casa durante el Estado de Alarma derivado de la crisis de la COVID-19: las 33.000 personas que, en España, según cálculos de la fundación HOGAR SÍ, no tienen casa. Dirigido a ellas va el plan de choque que aprobó el Gobierno al inicio de esta situación extraordinaria, que dispone unidades para orientarlas sobre medidas de prevención, y entregarles kits de higiene y alimentación, además de crear comedores sociales con menús para llevar, reforzar los centros para personas sin hogar con personal sanitario y habilitar amplios espacios donde alojar, garantizar la higiene y atender a quienes viven en la calle, también con profesionales sociosanitarios. Valoramos estas propuestas y su desarrollo con José Manuel Caballol, director de HOGAR SÍ.

Las personas sin hogar son especialmente vulnerables al coronavirus, ¿no? Sí, por dos razones fundamentales: por un lado, porque tienen una salud, en términos generales, bastante deteriorada, y eso las convierte en personas de riesgo en caso de verse infectadas. Por otro lado, los que están en la calle no pueden tomar las medidas de higiene y sanitarias que las autoridades están recomendando, y en los centros colectivos a menudo es complicado mantener esas medidas.

Habéis recibido bien las medidas que ha aprobado el Gobierno. Sí. Celebramos, y así lo hemos publicado, que desde el primer día y en la primera comparecencia las personas sin hogar hayan estado presentes en los planes del Ejecutivo. Se han cursado órdenes específicamente dirigidas a las personas sin hogar y a la situación de los centros que las acogen. Pero ahora estamos preocupados por la capacidad que puedan tener las autoridades competentes, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, para poner en marcha esas medidas con efectividad. Nosotros nos hacemos cargo de que son momentos muy complicados y hay muchos frentes abiertos, pero entendemos que es necesario celeridad para que estas medidas funcionen.

¿Qué echáis en falta? Lo que matizamos es que se sigue la dinámica anterior a la crisis para abordar la situación de las personas sin hogar, y no es la ideal. En condiciones normales, la respuesta adecuada sería que todas ellas tuvieran un techo, y ante el coronavirus, que todas estén seguras. Sobre las medidas tomadas, hay que cerciorarse de que en los espacios que se creen las personas puedan tomarse la temperatura, guardar las distancias, tener atención médica, que el personal cuente con EPIS, que haya espacios de aislamiento… Y, de forma más amplia, quizá debamos pensar en soluciones que vayan en otra dirección. Como decía, nosotros entendemos que las autoridades están desbordadas ahora mismo, pero también creemos que es nuestra labor señalar puntos que son críticos para ayudar en lo posible, de manera constructiva y con lealtad. Pensamos que es momento de pensar intuitivamente, y replantearse si lo más adecuado son centros masivos que pueden convertirse en lugares de contagio. A lo mejor estas personas están mejor en la calle, o en ubicaciones alternativas que nosotros, como organización, siempre hemos rechazado, pero tal vez en esta ocasión sean acertadas: bungalós, campings… Medidas que procuren el aislamiento necesario dadas las circunstancias.

Las personas sin hogar vivieron con asombro y poca información cómo se fueron vaciando las calles. Ahora, además, tienen que adaptarse a las normas del Estado de Alarma sin tener un techo propio. En las instrucciones que el Gobierno ha dado respecto al confinamiento y el sinhogarismo está especificado que las personas sin hogar, que no tienen la posibilidad de estar en una casa, no tienen que ser multadas. Pero volvemos a lo mismo: la instrucción está bien dada, pero tenemos que ver en qué medida somos capaces de transmitirla bien a todas las fuerzas y cuerpos de seguridad, para que la cumplan como corresponde. Es un problema de aplicación, no de medidas en marcha. En este sentido, respecto a la circulación de las personas sin hogar, estamos trabajando para proponer al Gobierno una medida específica que aplique excepciones con ellas, de igual manera que se ha aprobado una para personas con discapacidad. Las personas sin hogar no tienen alternativas. Si les dicen que no pueden estar en un sitio, simplemente se irán a otro.

Como se está comentando también respecto al entramado de residencias de ancianos, ¿será esta una oportunidad para reconsiderar la forma como abordamos socialmente el sinhogarismo? Creo que la idea que venimos desarrollando desde HOGAR SÍ va a salir reforzada: lo que más protege a una persona es una vivienda. Los alojamientos colectivos son algo del pasado. Ni estaban solucionando nada hasta ahora ni se han mostrado eficaces en esta crisis. No provee de capacidad a la gente sin hogar para que salga a flote, no le ofrecen las condiciones que necesitan (una dirección fija, un lugar estable) para emprender una vida, y tenemos 20.000 plazas en albergues y 33.000 personas sin hogar. Espero que, al menos, aprendamos de todos esto que la mejor protección para las personas en riesgo de exclusión es una casa.