Aunque tenemos nuestras reticencias sobre la política noruega en cuanto a la caza de ballenas, son innegables los esfuerzos del país en otros aspectos de la conservación de la naturaleza. Incluso, excepción hecha e los cetáceos, si el reto de naciones imitarán sus decisiones, la mundo sería un lugar muy distinto. Por ejemplo, tendríamos muchos más árboles. Vale, y también quizá no tuviéramos ballenas.

Alto a la deforestación

Pero hoy hablamos de la decisión de las autoridades de Noruega de defender la deforestación cero. Es decir, que ni un solo árbol más se tale en beneficio de ninguna industria. Que las empresas madereras, de papel, ganaderas, agrícolas o de cualquier tipo que pretendan comerciar con el país, han de comprometerse a realizar prácticas sostenibles. Bien sea con el uso de recursos reciclados o renovables o con proyectos reales de plantación de cada árbol que se tala, las compañías han de comprometerse con la conservación de los espacios naturales.

Fin de contratos

Esta medida de la que Noruega es pionera, es relativa a aquellas empresas que pretendan comerciar con entidades públicas del país. No afecta, en principio, a los acuerdos entre empresas privadas. Aunque los gobernantes noruegos esperan que su ejemplo sirva para que estas corporaciones se unan a su proyecto. Un proyecto que surgió como una reclamación de la organización Rainforest Foundation Norway y que el gobierno ha terminado haciendo suya. Para demostrar que la medida era real, el gobierno de Noruega actuó de inmediato. Tras promulgar la ley, decidió terminar su relación contractual y comercial con once compañías. Las autoridades juzgaron que incumplían esta nueva política de deforestación cero. Pero el estado del planeta es tal que ya no sirven las medidas conservacionistas. Hay que ir más allá. Es necesario desarrollar proyectos de reforestación. Por eso Noruega también se ha lanzado a recuperar lo perdido. Y así, apoya acciones de recuperación de la selva en países como Brasil o Guyana.