La franquicia de comida rápida y sándwiches Rodilla ha lanzado una peculiar versión del roscón de Reyes Magos: Corazón de Roscón, una reinterpretación artesana de este dulce típico.

Es el segundo año que la empresa organiza este roscón, colaborando de nuevo con la Fundación A la Par, cuya labor se centra en ayudar y defender a las personas con discapacidad intelectual.

La propuesta de Rodilla es un mini roscón con nata que se elabora a partir de la misma receta que el Roscón tradicional, simulando ser la parte extraída del centro. Los beneficios obtenidos por su venta se destinarán a la fundación.

“Fundaciones como A la Par llevan a cabo una excelente y necesaria labor. Desde Rodilla, estamos encantados de continuar nuestra colaboración con la Fundación, apoyando causas tan necesarias, apunta Ángel Fernández, director de Desarrollo de Negocio y Marketing de Grupo Rodilla.

El “Corazón de Roscón” se suma a las opciones dulces de Rodilla, entre las que se encuentran los Roscones de Reyes artesanos. Están disponibles a través de la opción delivery y la página web de la cadena de restauración: www.rodilla.es.

Sobre la Fundación A la Par

Según publica en su web, en Fundación A la Par “trabajamos por los derechos de las personas con discapacidad intelectual y su participación en nuestra sociedad, diseñando apoyos donde encuentran barreras”.

La Fundación inició su camino cuando, en 1948, Carmen Pardo-Valcarce escuchó la petición de las personas que, enfermas de lepra, vivían en la leprosería de Trillo, en Guadalajara. “El deseo unánime de aquella gente fue el de que sus hijos pudieran criarse y educarse en un entorno libre de la enfermedad”. Carmen compró los terrenos situados frente a la que es hoy la colonia de Mirasierra en Madrid, donándolos y construyendo el preventorio que sigue siendo en la actualidad el icono de nuestra Fundación. La obra que Carmen Pardo-Valcarce creó entonces para enfrentarse a aquel reto recibió el nombre de Patronato del Niño Jesús del Remedio. Rosario Cavestany, una de sus hijas, continuó su labor vinculada al preventorio, mientras veía cómo la lepra se erradicaba en España, y pasando el testigo a su hija Carmen. Carmen Cafranga Cavestany, nieta de la fundadora no tardó en comprender que, si su abuela y su madre se habían dedicado a niños y jóvenes con desarraigo social, ella tenía que continuar con esa labor. Y apostó por la participación en la sociedad de las personas con discapacidad intelectual.