En el mundo liberal en el que vivimos, hablar de impuestos es siempre complicado. Más si se trata de establecer tasas para desincentivar el uso de alguna materia prima. Muchísimo más si hablamos de gravar combustibles como el carbón. Aunque lo diga el Mismísimo Justin Trudeau.

Financiar otros energías

El gobernante canadiense se ha mostrado activamente partidario de crear un impuesto para el consumo de carbón. Estima que es la única manera de atacar de modo eficiente el cambio climático. Al mismo tiempo, este impuesto serviría para financiar proyectos de energía limpia.
 

Es el contenido del tuit que ayer colgó Trudeau en su cuenta oficial. Se hacía eco de la información recogida por The Washington Post. El artículo habla del grupo de economistas, tanto conservadores como progresistas, que defienden la tasa. En total, cuarenta y cinco de las más importantes personalidades económicas de Estados Unidos.

“No es algo controvertido para los economistas”, defiende Greg Mankiw, consejero económico de George W. Bush. “Son los políticos los que lo consideran complicado”, defiende Mankiw. 

Revertir en la gente

La idea es crear una tasa, un canon, para todos aquellos productos que han requerido combustión de carbón, o cualquier otro tipo de combustible fósil, en algún punto del proceso de producción. 

Además, el propio combustible y actividades como volar incrementarían su precio. Aunque no están defendiendo una tasa extremadamente elevada.

Según los economistas, con un simple pago de 40 dólares por cada tonelada de carbón, significaría que cada familia americana aportaría 2.000 dólares a la lucha contra el cambio climático. Al desarrollo de otras fuente de energía sostenibles. 

Esto supone, siempre según los expertos, que a medio plazo, la tasa no se vería repercutida en la población. Es más, podrían pagar incluso menos por la energía gracias a este canon al carbón.