Disfrutemos, en pijama en el sofá, de las versiones originales de La noche estrellada o Las señoritas de Avignon. Más de 3.000 exposiciones han vestido las blancas paredes del MoMA desde que abrió sus puertas hace ochenta y siete años, y desde septiembre, buena parte de ellas está disponible gratuitamente en su web. Es solo la más reciente de una serie de iniciativas museísticas que nos brindan obras míticas de la historia a golpe de clic y en detalle. El Arte ha sido uno de los últimos bastiones de la cultura en plantar su bandera en la red. Pero Internet está cambiando la forma de verlo, comercializarlo y entenderlo. Al comienzo de su aparición online, muchas voces temían que los museos quedarían vacíos al poderse visitar sus obras digitalizadas. Pero lo que ocurrió es que aumentaron sus visitas considerablemente, y hoy en día, cualquier museo o galería cuenta con su análogo digital para darse a conocer y difundir sus obras. Los visitantes, en un primer estadio virtuales, se ven interesados por colecciones que descubren acaso navegando por Internet, y que incitan a la visita real. El acceso al arte se vuelve, así, más democrático. Internet y las tendencias digitales que recorren transversalmente la Cultura han multiplicado también el potencial de las galerías y los museos de toda la vida, ofreciéndoles un espacio en territorio online no solo para presentar su historia o fotos de sus edificios, y servir de taquilla anticipada. También para exhibir su catálogo, de manera que se puedan escrutar las obras con el ratón incluso en tres dimensiones (esto no ha hecho más que empezar), y hasta sus exposiciones, que encuentran en este terreno un bonus track para su naturaleza efímera. Y es que, normalmente, las exposiciones duran solo un mes, y después casi todas esas obras quedan en el fondo de almacén. Al exhibirlas online se consigue alargar el tiempo de vida expositivo, y la ampliación en todo el mundo.

Catálogos a pie de buscador

Sirvan de grandes ejemplos de digitalización la realizada por la National Gallery, que  permite acercarse en su web, y mucho, a los cuadros que cuelgan de sus 18 salas, o por la Tate Gallery, aunque ésta solo ofrece una parte de su patrimonio. También el Museo Louvre de París, que plantea una de las visitas artísticas más espectaculares de la red, permitiendo recorrer, sin levantarse del sofá, las salas en las que alberga sus antigüedades egipcias, y, por supuesto, el proyecto Google Art Project, promovido por el hegemónico buscador de Internet, que nos acerca hasta la pincelada más de 1.000 obras de casi 500 artistas, y con una visión de 360 grados, las salas de 17 grandes museos como el Hermitage o el Reina Sofía. Poder escrutar tan de cerca, al milímetro, los cuadros, pondría en 1-0 el marcador del encuentro visita virtual vs visita física. “Muchas de las obras de arte que encontramos en museos no ofrecen la posibilidad de acercarnos a estos detalles, al hallarse tras un vidrio y una barrera de seguridad, indica Ruiz. Aunque, cuando ese acercamiento no es posible, ni tampoco el volcado completo de la colección, empiezan los agravios comparativos. Esto ya ofrece una visión sesgada, cuando no una priorización del discurso expositivo desde la institución, que para el internauta puede diferir de una potencial visita real, lamenta el autor. Además, muchas veces las visitas virtuales generan una expectativa que no se corresponde con la realidad, esto es, espacios en silencio y vacíos, posibilidad de ver la obra sin perturbaciones de ningún tipo.... Hay quien mantiene, no obstante, que ver una obra en la pantalla digital nunca será lo mismo que en carne y hueso, porque le falta emoción, y es imposible apreciar una obra en su conjunto a través de una pantalla. Cuestiones de factura, soportes o estados de conservación en ocasiones solamente quizá sean perceptibles solo con la obra ante nuestros ojos. La fotografía digital, aunque con resultados de calidad impresionantes, siempre es susceptible de retoques a través de aplicaciones informáticas que pueden llevar a engaño o falsear la realidad de la obra. Aunque estos distingos dependen del tipo de obra, por ejemplo, en caso de la fotografía digital casi no hay diferencia entre visualizarla en papel o en pantalla, y además afortunadamente hoy la tecnología permite visualizar con una alta calidad final.

El Prado como referente

El reto está, por lo tanto, en la capacidad del museo para ofrecer un contenido online de calidad tanto en su interés como en la técnica. Una empresa, ésta, nada fácil. Ni barata. Ni mucho menos rápida. La digitalización de las colecciones artísticas es una ardua tarea de una complejidad mayor que la catalogación de los fondos bibliográficos, dada la heterogeneidad de objetos a ser catalogados, y los museos y galerías, más que falta de interés por aportar su versión online, adolecen de falta de financiación, que ha provocado que las iniciativas cumplan solo en muy pocos casos las expectativas. Actualmente el número de catálogos digitalizados es muy inferior a lo que podemos pensar, y los que encontramos en la red presentan carencias como la falta de criterios estándar, informaciones extremamente sucintas, reproducciones digitales de las obras con poca calidad, falta de actualización de los contenidos... En España, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía muestra en su página web una selección de más de 7.000 de las obras que forman parte de sus fondos (que superan los 35.000), además de las salas en las que se encuentra cada cuadro o escultura junto con una explicación de cada una. El Museo Thyssen, por su parte, presenta imágenes de sus obras más destacadas, descargables a una resolución de 72 ppp (puntos por pulgada). Y también el Museu Nacional D’Art de Catalunya (MNAC), el Museo Picasso o el Museo de Bellas Artes de Bilbao dan acceso a visitas online de sus entrañas artísticas. Pero, para muchos, quien ha hecho mejor los deberes en digitalización es el Museo del Prado, cuyo catálogo además de cumplir con rigor los criterios de informaciones básicas y complementarias (con una versión completa en inglés), así como una alta resolución de imágenes, también nos ofrece contenidos adicionales multimedia de cada obra. Este caso nos permite ver las posibilidades del medio digital que son muy amplias y que sólo en casos excepcionales como éste tienen un correcto aprovechamiento.

Cuadros al carrito de la compra

Las corrientes digitalizadoras se proyectan también en el comercio de las obras de arte. Ferias nacidas para ser solo online, como la VIP Art Fair; plataformas internacionales como Saatchi Art, Virtual Gallery o People Art Factory, que sirven de escaparate para que sean los propios artistas o comisarios quienes alojen su portfolio y lo vendan prescindiendo de intermediarios; o salas de subastas para internautas, donde pujar en zapatillas, desde casa. Sonará poco glamuroso, pero la idea está calando. Las cifras cantan: según el informe ‘El mercado del arte online 2016’, de la compañía de seguros Hiscox, éste creció un 24% en 2015 respecto al año anterior. Eso sí, fue gracias al aumento de compras de jóvenes de entre 18 y 35 años, compras de millenials, que además, según el estudio, buscan prescriptores en las redes sociales, sobre todo en Facebook e Instagram. Y con un segundo matiz: los ‘baby boomers’ siguen siendo los que más dinero desembolsan, alrededor del 85% de los mayores de 60 años gastan más de 12.000 euros anuales en arte comprado en la red.

Artistas tecnologizados

Así las cosas, algunos artistas han empezado ya a buscar una mayor mímesis con la tecnología. A veces, el medio es el mensaje. Por ejemplo, Aram Bartholl utiliza el mundo digital para concebir obras que invitan a la reflexión sobre cómo nos relacionamos con éste. En Map, una instalación urbana, critica la forma en que vemos el urbanismo de las ciudades mediante la herramienta digital Google Maps donde los gráficos virtuales de localización ofrecen una imagen híbrida entrando a formar parte del mobiliario urbano de la ciudad.

Un futuro virtual

A la vista de lo expuesto, ¿tienen los museos y galerías de toda la vida las horas contadas?  Para David Ruiz, la visita virtual no se impondrá aunque sí se equiparará con las formas expositivas tradicionales. El arte de las visitas virtuales está aún en estado embrionario, en la actualidad, aquellos espacios expositivos que realmente tienen una presencia significativa en la red, es decir, que muestran las obras que albergan en su totalidad, representan un porcentaje muy bajo, y las posibilidades del medio digital se hallan poco exploradas, pero en un futuro la red se convertirá en un (ciber)espacio expositivo tan imprescindible como el físico. Querido Dalí, nos vemos en la web.