Compro Oro. Pago al contado. ¿Quién no ha visto un cartel así en los últimos años? Por desgracia, con la crisis, florecieron los comercios de compra de oro y joyas a la caza, cual buitres, de las alhajas familiares de aquellos que ya no les quedaba otro recurso. Los precios del Oro subían como refugio de los inversores que huían de la bolsa, el mercado inmobiliario o los inexistentes intereses de fondos y depósitos. Y los oportunistas hacían su agosto a costa de las desgracias de otros.

Imagen decadente de las ciudades capitalistas

Las calles principales de cada ciudad se llenaron de hombres-anuncio con petos reflectantes, o enormes cartelones colgando, a la caza y captura de desesperados en la puerta de sus garitos, de fachadas aún más estridentes, también con enormes rótulos amarillos de letras gigantes que se convertían en una patética fuente de contaminación visual.

Hoy, aún puedes encontrarte paredes enteras empapeladas con esos horribles carteles que no sólo no aportan nada a la estética de la ciudad, sino que invade sin misericordia al resto de carteles que tradicionalmente anuncian conciertos o espectáculos. Que si bien ensucian las calles igualmente, al menos lo hacen promocionando cultura y, en ocasiones, aportan un toque de diseño y belleza.

Compro Sonrisas - Urban Art, Guerrilla y Contrapublicidad

La contrapublicidad es un movimiento activista que lucha contra los abusos de la publicidad con sus mismas armas. En este caso, alguien está contraatacando. Allí donde alguien abusa de nosotros con su cartel de Compramos Oro, aparece otro cartel que compra sonrisas, o lanza mensajes alternativos. 

A la vez que elimino tu impacto, difundo un mensaje más optimista. Quien lo esté haciendo, con un Smiley, comparte sonrisas y propone una actitud menos consumista y monetaria de la vida.

Una intevención artivista en Madrid

Para muchos pasará desapercibida, pero se trata de una acción encuadrada en lo que se conoce como Artivismo, una rama en este caso del Urban Art o Street Art, que es usada por los artistas que quieren utilizar sus técnicas para denuciar situaciones contra las que no están de acuerdo, de tipo social. En este caso, la protesta combina la contaminazión visual de este tipo de cartelería, con la propia compraventa del oro.

No conozco de dónde surge la acción. Tal vez sea un colectivo o un artista individual. A lo peor acabe siendo otra campaña de publicidad más en su fase “teaser” o de intriga. Pero, de momento, me alegro de que alguien se rebele contra una imagen tan triste y, permitidme la expresión, chabacana de nuestras ciudades. Vender las joyas por necesidad, tal vez una herencia o recuerdo de familia, debe ser un drama. Tener que vivir rodeado de ese mensaje, antes o después de hacerlo, debe ser doloroso. Acostumbrarnos a esa imagen de civilización en derribo, también lo sería.