Hace pocos días, Carrefour anunciaba el lanzamiento de una nueva gama de diez alimentos (barritas energéticas, aperitivos, pasta…) que contienen insectos. Por ejemplo, los gusanos búfalo con chili picantes, los gusanos Molitor con ajo y finas hierbas, o los grillos con cebolla ahumada y salsa barbacoa. La cadena de supermercados los definió en un comunicado como “productos innovadores”, y afirmó que el surtido se trata de una “alternativa de compra” respetuosa con el medioambiente y “sostenible”. No en vano, su empaquetado está hecho con material reciclado.

La comercialización de insectos como alimentos se ha venido popularizando desde que, el 1 de enero de 2018, la legislación europea catalogara a los insectos como "nuevo alimento". Según datos de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), que presentó hace cinco años un estudio en su Conferencia Internacional sobre los Bosques para la Seguridad Alimentaria y Nutricional celebrada en Roma, son consumidos ya por más de 2.000 millones de personas, y se los considera "el alimento del futuro".

La FAO ha detectado en su análisis, realizado con la Universidad de Wageningen (Países Bajos), que los seres humanos consumen en el mundo más de 1.900 especies de insectos. En el área global, los más consumidos son: escarabajos (31 por ciento), orugas (18 por ciento), abejas, avispas y hormigas (14 por ciento), y saltamontes, langostas y grillos (13 por ciento).

El organismo destaca sus propiedades alimenticias, son ricos en proteínas, vitaminas B1, B2 y B3, contienen omega 3 y 6, todos los aminoácidos esenciales y son una fuente importante de minerales como el hierro. La carne de vacuno tiene un contenido de hierro de 6 mg por 100 g de peso en seco, mientras que el contenido en hierro de las langostas varía entre 8 y 20 mg por 100 g de peso en seco, dependiendo de la especie y el tipo de alimentos que los propios insectos consumen.

Además, calcula la organización, la recolección y cría de insectos pueden generar empleos e ingresos también a nivel industrial, y criar insectos de forma sostenible puede ayudar a evitar la sobreexplotación forestal. Debido a que son de sangre fría, los insectos no utilizan energía alimentaria para mantener la temperatura corporal. En promedio, los insectos consumen solo 2 kg de pienso para producir 1 kilo de carne de insectos. En el otro extremo del espectro, una vaca requiere 8 kg de pienso para obtener 1 kg de carne de vacuno. Además, los insectos producen una reducida cantidad de emisiones como metano, amoníaco, gases de efecto invernadero y estiércol, todo lo cual contamina el medio ambiente.