Los inicios del siglo XX vieron surcar los aires a unas enormes aeronaves llamadas dirigibles. Llenas de hidrógeno y helio, se elevaban cientos de pies y eran capaces de cruzar océanos. Parecían la alternativa de transporte cuando los aviones eran aún pequeños aparatos. Hasta que el mayor de todos ellos ardió como una tea en 1937.

Ahora vuelven a resurgir. Con la obsesión del transporte sostenible, una compañía británica ha presentado lo que todavía es solo un concepto. Un dirigible que en su forma recuerda a los clásicos pero poco más tiene que ver.

Siguen yendo cargados de helio que, al ser más ligero que el aire, le proporciona la sustentabilidad. Pero el revestimiento de lona ha sido sustituido por aluminio. Un material flexible y ligero con el que, según la compañía, han eliminado los riesgos de pérdida de helio, un gas muy inflamable.
El resultado es una aeronave que está ideada para el transporte de mercancías. En su versión más pequeña puede mover más de 50 toneladas. 250 en el dirigible de mayor tamaño.

90% menos de combustible

Pero su novedad más relevante sobre sus predecesores es su energía de propulsión. El dirigible cuenta con baterías que se cargan a través de energía solar. Aunque van provistos de motores de combustión de emergencia.

El resultado es que necesitan entre un 80% y un 90% menos de combustible que una nave que transporte un peso equivalente. Con ese sistema de propulsión es capaz de volar a más de 300 kilómetros por hora.

Tampoco necesita costosas infraestructuras para despegar o aterrizar, de manera que también se evita la construcción de aeropuertos, con los sacrificios medioambientales que eso suele suponer.