Sigue la carrera por rescatar heridos en Indonesia tras el violento terremoto y posterior tsunami que ha asolado la ciudad de Palu, localizada en la Isla Célebes, y en Donggala. El seísmo se ha cifrado en 7.5 de magnitud, y se han registrado olas de más de seis metros de altura. Ya se han contabilizado cerca de 1.400 cadáveres, y la ONU ha advertido de las "inmensas" necesidades que tendrán los supervivientes. La fuerza de este desastre natural no sólo ha sorprendido a la población, también a la comunidad científica. Sobre todo el tsunami, que se considera desproporcionado para el terremoto previo.

Hamza Latief, del Instituto de Teconología de Bandung, Indonesia, explicó a la BBC que el hecho de que la ciudad se asiente en sedimentos amplificó las ondas sísmicas. Los terrenos rocosos las absorben mejor. Además, se analiza por qué de tierras subacuático que amplificara las olas, “o puede que haya imprecisiones en la descripción de la falla”, reconoció. 

La ciudad se encuentra en una estrecha bahía, y su suelo se transformó en una masa porque el terreno no es compacto y contiene agua. Es lo que se llama licuefacción del suelo, y suele ocurrir durante un terremoto debido a que este tipo de movimientos hace que la superficie pierda firmeza. La tierra se mueve y edificios enteros pueden venirse abajo.

Por otro lado, el sistema de detección temprana de tsunamis no ha funcionado bien Indonesia durante los últimos años, y parte de la población afectada ha afirmado que las sirenas que alertan este tipo de emergencias no sonaron, mientras que las alarmas por mensajes de texto no se enviaron correctamente por el colapso en las torres de telefonía durante el terremoto.