Los tiempos modernos se caracterizan por la rápida evolución de la tecnología. Un formato se queda obsoleto en cuestión de años y es sustituido por otro más pequeño, con más capacidad y, a veces, con mayor calidad. No son tiempos para el romanticismo de aquellos que crean una relación emocional con los objetos. Tan solo los amantes de los discos de vinilo parecen resistir esta oleada. Desde luego, los que crecieron con los vídeos VHS hoy estarán tristes.

El último fabricante de VHS deja de fabricar

Hace unas semanas, Funai Corporation anunció que deja de fabricar reproductores de este tipo de vídeo. Funai era la última compañía que mantenía su producción, de manera que el sistema de vídeo en cinta magnética irá desapareciendo poco a poco hasta quedar como un elemento del pasado. Uno más. La empresa japonesa argumentó dos motivos para cesar la producción. Por un lado la complicación de encontrar componentes para los aparatos y por otro, la bajísima demanda. En 2015 vendió  750.000 unidades en todo el mundo, cuando en los años de esplendor, en la década de los ochenta, llegaba a comercializar 15 millones de reproductores en un año. Y esas 750.000 unidades pertenecen con seguridad a coleccionistas nostálgicos a los que les cuesta desprenderse de sus miles de cintas.

La revolución del contenido

Porque el VHS (siglas de Video Home System) cambió de manera radical las casas de todo el mundo durante una década. Para varias generaciones supuso el medio de acceso al cine y la primera alternativa a los dictados de la televisión. Además, el hecho de que se pudieran grabar programas y películas lo convirtió en el primer método de autogestión del contenido por parte del usuario. Hoy es algo normal. Entonces fue una revolución. Poco importaba que el formato fuese pesado y en cierto modo rústico. Que la calidad de imagen fuera mejorable y la de sonido no digamos. Que las cintas se arrugaran y hubiera que darle al dichoso tracking. O que hubiera que rebobinar cada cinta una vez vista.

Aquellos videoclubs

Es otro elemento que pasa a formar parte del recuerdo. “Por favor, devuelva las películas rebobinadas” rezaban los carteles de los videoclubs, los negocios de alquiler de películas que proliferaron como setas en todas las ciudades y que sustituyeron a las salas de cine como lugares de culto para los cinéfilos. Incluso antes que los propios aparatos, estos establecimientos fueron desapareciendo, tanto las pequeñas tiendas independientes como las grandes multinacionales, arrasados todos por los sistemas digitales y, sobre todo, por Internet.