Marta Argiles es psicóloga del Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de ”la Caixa”. En concreto trabaja en un Equipo de Atención Psicosocial de la Fundación Hospital Mataró y compagina esta actividad con el cuidado de dos hijas pequeñas. El programa ofrece atención psicosocial que complementa la asistencia sanitaria en el ámbito de los cuidados paliativos y ha sido puesto como ejemplo a seguir por parte del Consejo de Europa. En vísperas del 8M hemos entrevistado a Marta para saber cómo consigue conciliar su vida laboral con su vida personal.

PREGUNTA: ¿Es duro acompañar a enfermos terminales y sus familiares en el fin de sus vidas?
RESPUESTA: No considero que sea duro, para mí es un honor acompañar en este último tramo de la vida a las personas, sus familiares o allegados.

En nuestra cultura, a pesar de que la muerte forma parte de la vida y es la única certeza que tenemos, la muerte se vive como un tabú. ¿Es así?
Sí, es un tabú total. Todos vamos a morir, pero cuesta mucho hacernos a la idea. No somos muy conscientes de ello y lo proyectamos como ya llegará, pero no como algo que pueda ser inminente o que nos pueda pasar en el día de hoy.

¿Es preciso tener una fortaleza especial para trabajar en este campo? ¿Qué se necesita para poder ayudar a estas personas?
Es necesario una forma de ser concreta, no todo el mundo vale para estar en este momento. También influye la situación vital que puedas tener: necesitamos estar en una posición tranquila, en un bienestar y un trabajo personal constante. Cuando trato a una persona joven con hijos, sin querer haces un efecto espejo y, te ves reflejada en esa persona. Puedes llegar a imaginar cómo estarías en esa situación.

Tienes que trabajar constantemente y acoger todas las emociones que día a día se producen, encontrarlas en ti y trabajarlas. Todo ello, para poder continuar y dar lo mejor como profesional. 

¿Cómo compaginas tu vida personal con tu trabajo?
No es fácil. Mi profesión requiere un trabajo personal y necesitaría más espacios donde poder cultivar mi persona. Como madre, y con el trajín del día a día, intento limitar muy bien cuál es mi horario de trabajo y poder dar a mis hijas y a la familia un espacio pleno. Dependiendo de cómo ha sido el día en la unidad hospitalaria, hay días en los que necesitas espacios de mayor silencio para poder escucharte, ver cómo estás o cómo te sientes, con el objetivo de dar a los tuyos, en casa, lo mejor de ti como persona. 

No somos eternos ni nosotros ni mis dos hijas, soy consciente de que en cualquier momento podría perderlas. Pero verlas en un momento de salud, poderlas disfrutar riendo, cantando, jugando... llena mucho. A la vez te diría que da ilusión para encarar un final con esperanza. Lo bonito también es esto, ves que la vida tiene un inicio y un final. Puede ser más corta o más larga, pero poder disfrutar de cada momento y sobre todo cuando hay salud es precioso. Te enseña que la vida, incluso los momentos difíciles, es muy bella. 

¿Afecta tu vida personal a tu trabajo?
Si te has pasado la noche en vela porque tu hijo no se encontraba bien, dentro de tus fortalezas, ese día la mente no está igual de fuerte para afrontar un final de vida. Iniciativas como la posibilidad de que el padre o la madre puedan tener una baja paralela a la enfermedad de sus hijos son positivas. Me gustaría tener la tranquilidad de que, si faltas, nadie te tenga que recordar que no habrá nadie que pueda atender tu trabajo. Esto es lo que sería el burnout, preocuparte por cosas que correspondería a dirección o recursos humanos. El trabajador debería poder conciliar esto con su vida y con su decisión de ser padre o madre.

¿Tenemos las mujeres más dificultades que los hombres para conciliar?
Creo que sí. No es un posicionamiento muy feminista, pero las mujeres todavía tenemos una responsabilidad muy grande en lo que es la maternidad. Es un sentimiento que, sin querer, forma parte de nuestro ser. Las mujeres tenemos un cerebro multitasking, una enorme capacidad de adaptación o de estar en todos los sitios en cualquier momento.

De todas maneras, la corresponsabilidad también es una opción.
Sí, los hombres están cada vez más implicados, pero el recorrido que llevamos hereditario, de lo que hemos aprendido de nuestras madres y nuestras abuelas, es muy potente.