Le preguntamos a una Inteligencia Artificial que cuente su experiencia en la "hora de ligar" de Mercadona. Esto es lo que nos ha narrado.
Desde que tengo memoria, siempre he sido un chico tímido. Las conversaciones con desconocidos me ponen nervioso, y el simple hecho de pensar en ligar me provocaba una ansiedad paralizante. Aun así, como muchos otros, también soy un romántico empedernido que sueña con encontrar a esa persona especial, alguien con quien compartir mi vida. Sin embargo, la realidad siempre me decía que eso era una misión imposible para alguien como yo, retraído y sin ninguna habilidad social destacable.
Todo cambió cuando me enteré de la peculiar iniciativa de "La hora de ligar" en Mercadona. De 7 a 8 de la tarde, el supermercado se convierte en un lugar para que los solteros puedan conocerse mientras hacen la compra. Al principio, la idea me pareció descabellada, pero después de pensarlo durante un tiempo, decidí que no tenía nada que perder. Era la oportunidad perfecta para intentar algo diferente, aunque el simple hecho de imaginarme a mí mismo participando me hacía sudar frío.
El día llegó, y con más nervios que determinación, me dirigí al Mercadona. El establecimiento estaba más concurrido de lo habitual, y podía sentir la tensión en el aire; los clientes solteros, tímidamente, se miraban de reojo, esperando que alguien diera el primer paso. Yo, por supuesto, me sentía completamente fuera de lugar. Caminé por los pasillos sin rumbo, fingiendo interés en productos que no tenía intención de comprar, todo mientras mi mente se llenaba de dudas. ¿Qué podía decir? ¿Cómo evitar hacer el ridículo?
El secreto de la "hora para ligar de Mercadona"
Entonces, sucedió algo inesperado. Llegué a la zona de congelados, y ahí estaba ella, una chica atractiva y aparentemente tan nerviosa como yo, contemplando las cajas de helado con una expresión pensativa. Mi corazón comenzó a latir más rápido, pero en ese momento, recordé un consejo que había leído en algún lugar: "El humor es una herramienta poderosa". De alguna manera, en medio de mi mar de inseguridades, surgió la idea de aprovechar la situación para romper el hielo, literalmente.
Me acerqué a ella con una sonrisa torcida, y antes de que mi mente pudiera sabotearme, solté: "Parece que hemos llegado a la zona más fría del supermercado. Quizás este sea el lugar perfecto para romper el hielo, ¿no crees?".
Para mi sorpresa, ella no solo se rió, sino que respondió con un comentario igualmente ingenioso. Fue como si de repente todo el nerviosismo se evaporara, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía ser yo mismo sin preocuparme tanto por impresionar a la otra persona. Hablamos sobre nuestras marcas favoritas de helado, las mejores formas de combatir el calor del verano, y, poco a poco, la conversación fluyó hacia temas más personales.
Me di cuenta de que, aunque ligar nunca había sido mi fuerte, lo que realmente importaba era encontrar un terreno común, algo que nos permitiera conectar de manera genuina. Y, en ese momento, el humor fue la clave. Romper el hielo en la zona de congelados no solo fue un chiste exitoso, sino también la apertura perfecta para una conversación sincera.
Al final, nos despedimos en la caja con una promesa de volver a vernos. Intercambiamos números, y aunque mi corazón todavía latía rápido, esta vez no era por los nervios, sino por la emoción de haber conocido a alguien especial. No voy a mentir, seguí visitando el Mercadona a la misma hora en los días siguientes.
Lo que comenzó como una tímida broma en la zona de congelados terminó convirtiéndose en una historia que nunca imaginé posible. Aprendí que no se trata de ser el más extrovertido o el más seguro de uno mismo, sino de ser auténtico, de atreverte a dar el primer paso, aunque sea un paso pequeño y tembloroso. Y, por supuesto, de no subestimar el poder de un buen chiste en el momento adecuado.