En agosto del año pasado, el equipo de investigación neurológica liderado por Alysson Muotri en la Universidad de California publicó los resultados de un experimento muy especial, que ha llamado la atención más de lo normal. Se trataba de la creación de organoides cerebrales humanos que eran capaces de producir ondas de actividad coordinadas, similares a las que se registran en bebés prematuros y cuya presencia se prolongó durante meses, hasta que el experimento se dio por finalizado.  

Para que haya consciencia, tiene que haber una actividad cerebral mínima

Para que haya consciencia, tiene que haber una actividad cerebral mínima

Los organoides cerebrales humanos son estructuras muy pequeñas que se cultivan a partir de células madre 

Los organoides cerebrales humanos son estructuras muy pequeñas, del tamaño de una semilla de sésamo [como las que puedes ver en el pan al comerte una hamburguesa] que se cultivan a partir de células madre y que se han convertido en un elemento común en muchos laboratorios en los que se estudia el funcionamiento del cerebro.  

Muotri y su equipo los han conectado a robots que andan, han modificado sus genomas con genes de Neanderthal, los han llevado hasta la Estación Espacial Internacional y lo han usado como modelos para desarrollar sistemas inteligentes similares a los humanos. Incluso han probado los efectos de los medicamentos contra el coronavirus en ellos, según explica Nature.  

¿Debe permitirse que alcancen ese nivel de desarrollo? 

¿Conscientes? 

Pero las ondas cerebrales que han detectado es una de las propiedades del cerebro consciente. Esto implica una cuestión ética y moral: ¿debe permitirse que alcancen ese nivel de desarrollo? Y no solo eso, también si se les debe conceder un tratamiento diferente, unos derechos que no tienen otros grupos de células.  

El experimento supone también la posibilidad de crear consciencia desde cero. Una idea que ya flotaba en el mundo de la Neurociencia y la Bioética. Por ejemplo, en la Universidad de New Haven, Connecticut, un grupo de investigación anunció que habían sido capaces de conseguir que las neuronas de los cerebros de cerdos que habían sido matados horas antes recuperaran sus funciones celulares y su capacidad para transmitir señales eléctricas.  

 Hay otros experimentos que también están despertando interrogantes entre científicos y expertos en ética, como por ejemplo añadir neuronas humanas a cerebros de ratones.  

El estudio del autismo o la esquizofrenia es imposible en ratones 

Opinión dividida 

La opinión está divida entre quienes consideran que se debe evitar la creación de consciencia y quienes creen que es la mejor forma de acabar con enfermedades que matan a millones de personas. Además, hay quien piensa que son la clave para entender el autismo o la esquizofrenia, cuyo estudio es imposible en ratones. A Muotri, por ejemplo, le parece inevitable crear consciencia para dar respuesta a esas cuestiones.  

Por eso, la comunidad científica está reclamando unas líneas de actuación en relación con los organoides cerebrales humanos -como sucede en la investigación con animales- que sienten las bases éticas y legales de su uso y creación.  

La Neurociencia no se ha puesto de acuerdo todavía en la definición y medición de la consciencia 

Sin definir 

Pero todo tropieza con un obstáculo: la Neurociencia no se ha puesto de acuerdo todavía en la definición y medición de la consciencia. Y, sin ella, la Ética no puede establecer la frontera entre lo correcto y lo incorrecto.   

La Medicina normalmente mide el nivel de consciencia de pacientes en estado vegetativo en base a si la persona parpadea o reacciona al dolor o algún otro estímulo. Un cerebro consciente muestra una actividad eléctrica más compleja e impredecible que uno inconsciente, que suele responder en base a patrones simples y regulares.  

Sin embargo, ese modelo no parece ser suficiente. En estudios de imagen cerebral realizados en personas en coma o estado vegetativo, se ha hallado actividad cerebral que recuerda a la consciencia; por ejemplo, actividad en áreas motoras cuando se les pide que caminen.   

Aun así, las pruebas para medir la consciencia son de difícil aplicación en células cerebrales criadas en laboratorios o cerebros animales sin cuerpo. En el caso de los organoides de Muotri, algunos miembros de la comunidad científica consideran que su actividad no tiene la complejidad necesaria para ser considerada como consciencia, puesto que no pueden parpadear o reaccionar a estímulos.  

¿Qué opinas sobre este asunto? ¿Crees que se debe permitir o prohibir la creación de organoides cerebrales humanos o cualquier estructura consciente? Dínoslo en las redes sociales.