Vamos a empezar reconociendo que no se trata de una noticia de última hora, porque la investigación en cuestión se publicó el 1 de septiembre de 2009 en Advances in Physiology Education, la revista científica de la American Physiological Society. Pero no se puede negar que sigue siendo interesante a día de hoy. Su título: "Un momento olvidado de la Fisiología: El Programa Lovelace de Mujeres en el Espacio (1960-1962)". 

Sobre todo, si tenemos en cuenta que se refiere a unos hechos que tuvieron lugar en la década de los 60, según el equipo que firma el estudio, integrado por Kathy L. Ryan [del Instituto de Investigación Quirúrgica del Ejército, Houston]; y Jack A. Loeppky y Donald E. Kilgore Jr., ambos investigadores ya retirados.

La menor masa corporal y necesidad de oxígeno de las mujeres las hace ser mejores viajeras espaciales

En el espacio, mejor mujeres

Según su artículo, en 1959 el general de brigada Donald Flickinger y el doctor Randolph Lovelace II sugirieron que sería más práctico, desde un punto de vista de ingeniería, “enviar al espacio a mujeres antes que a hombres, debido a su menor peso corporal y necesidades de oxígeno”.

Sin embargo, las fuerzas aéreas estadounidenses [responsables en aquel momento del programa espacial] decidieron no apoyar su propuesta. Así que Lovelace asumió el liderazgo del Programa Mujeres en el Espacio y comenzó a realizar las pruebas físicas y psicológicas a una serie de aviadoras en su clínica de Albuquerque, en 1960.

Tendrían que pasar 37 años hasta que en 1999 la coronel Eileen Collins comandara la nave Columbia

Pruebas

Hay que señalar que esas pruebas eran exactamente las mismas que las realizadas a los astronautas de la misión Mercury, a las que se añadieron otros exámenes ginecológicos. De las 19 mujeres que participaron en ellas, 13 pasaron las físicas [en el caso de los hombres, lo hicieron 18 de 32].

También las evaluaciones psicológicas posteriores fueron similares o más exigentes que las realizadas a los hombres. A pesar de estos “prometedores resultados”, se paralizó la realización de nuevas pruebas y, en 1962, el Programa Mujeres en el Espacio fue desmantelado. Tendrían que pasar 37 años hasta que en 1999 la coronel Eileen Collins comandara la nave Columbia y marcase una nueva época para las mujeres en el espacio.

Parece dudoso que se demanden mujeres para puestos espaciales en el futuro cercano

Publicaciones sesgadas

“Por desagracia, estos datos nunca se publicaron”, se lamenta el equipo autor de la investigación. Solo vio la luz un informe, en 1964, tras la desaparición del Programa Mujeres en el Espacio. En él, no se recogen datos, “solo comentarios sobre la idoneidad de las mujeres como posibles astronautas, con énfasis en el potencial del ciclo menstrual en su desempeño durante los vuelos espaciales”.

Según quienes firmaban aquel informe, “las complejidades de hacer coincidir un ser humano psicofisiológicamente temperamental y la complicada máquina son muchas y, obviamente, ambas necesitan estar preparadas a la vez”.

Y, por si fuese poco, añadían: “parece dudoso que se demanden mujeres para puestos espaciales en el futuro cercano”.

Solo una de cada cuatro mujeres tenían un trabajo y no se les permitía entrar en las fuerzas armadas

Momento

Ryan, Loeppky y Kilgore hacen hincapié en cuál era el papel de la mujer en el momento en Estados Unidos: solo una de cada cuatro tenían un trabajo y no se les permitía entrar en las fuerzas armadas; necesitaban el permiso de su marido para pedir un crédito o comprar una propiedad.

Algo con lo que tuvo que convivir Jacqueline “Jackie” Cochran, que lideró la presencia de mujeres en la aviación en aquel país en 1960. Aunque su nombre de nacimiento era Bessie Lee Pittman, se lo cambió y se casó con uno de los hombres más ricos de la época, Floyd Odlum, quien la apoyó en su carrera.

Cochran creía que su poder procedía de ser la única mujer en una sala

Principio y fin

Cochran estableció multitud de récords de velocidad, distancia y altitud. Durante la Segunda Guerra Mundial formó el grupo Women Airforce Service Pilot [Mujeres Pilotos de las Fuerzas Aéreas] y fue condecorada con la Medalla de Servicios Distinguidos y la Cruz de Vuelo. También fue la primera mujer en romper la barrera del sonido.

A pesar de que no apoyaba al resto de compañeras aviadoras y aseguraba que su verdadero poder residía en ser la única representante de su género en una habitación, Cochran sí lo hizo con Lovelace desde su posición como asesora de la NASA y amiga personal de los presidentes Eisenhower y Johnson. Lovelace incluso llegó a llamar  a su tercera hija Jacqueline en su honor y fue su médico durante años. Esa relación fue clave para que pudiera existir el Programa Mujeres en el Espacio.

Pero también lo fue en su desaparición. Lovelace no avisó a Cochran de la celebración de unas pruebas de simulación de vuelo que se iban a realizar en Pensacola. Había llegado a un acuerdo informal con la Escuela Naval de Medicina de Aviación y no quería que se supiese. Su benefactora expresó sus dudas sobre el Programa a Robert Pirie, máximo responsable de las operaciones aéreas de la Marina, en un memorándum de dos páginas. Este preguntó a la NASA si se había cursado una petición formal, algo que no había sucedido. Y ese fue el final del Programa Mujeres en el Espacio.