NuBu es un sistema digital pionero que adapta la nutrición de pacientes oncológicos a los efectos secundarios de sus tratamientos y a sus preferencias reales. Combina tecnología, evidencia científica y seguimiento clínico.

NuBu se integra dentro del procedimiento clínico y sea adapta a cada paciente

Su creadora, Verónica González, lo explica con claridad: “Es una plataforma digital ideada como dispositivo médico. No es una app tradicional que descargas y ya está; se integra dentro del procedimiento clínico”.

Como ya habrás visto, estos días estoy entrevistando a diferentes mujeres emprendedoras, para que me cuenten su experiencia y que den consejos a quienes estén pensando en poner en marcha su propio proyecto. Ya te he presentado a Marta Caparrós, que pasó de de limpiar casas en Australia a emprender y casi morir de éxito; a Esther Molina, que crea redes de contacto y apoyo entre las propias mujeres que fundan y dirigen startups; y a Beatriz Crespo, que quiere enseñarnos cómo prevenir enfermedades y cómo las pequeñas modificaciones en nuestra conducta pueden marcar una diferencia real en el bienestar y el rendimiento”. Aquí tienes lo más relevante de la conversación con González .

Los tratamientos hacen que las necesidades de los pacientes cambien

Adaptación

Los profesionales sanitarios introducen datos sobre tratamientos y fármacos, mientras que los pacientes registran cómo comen, qué cantidades prefieren y cómo se sienten cada día. “Los tratamientos hacen que sus necesidades cambien. Decir come bien no sirve, porque sus necesidades cambian en cada paso del tratamiento”, afirma.

Uno de los elementos diferenciales del sistema es su capacidad de adaptación inmediata: “El mismo tratamiento puede generar estreñimiento en unas personas y diarrea en otras. Nosotros adecuamos la dieta a lo que está sintiendo esa persona y a cómo le gusta comer”.

Y si el paciente cambia su elección del menú, la tecnología responde: “Si iba a comer pasta y toma pollo con ensalada, el sistema recalcula automáticamente los platos de los días siguientes para devolverle al equilibrio nutricional”.

Esta herramienta incorpora, además, conocimientos biomédicos complejos, como la interacción entre fármacos y nutrientes. González lo explica con un ejemplo claro: “Hay tratamientos que hacen que absorbas menos zinc. Aunque comas normal, no vas a llegar al nivel que necesitas, porque el fármaco te está impidiendo absorberlo”.

El origen de NuBu

NuBu nació tras una vivencia personal: “Me detectaron un cáncer de mama”, recuerda González. Ya trabajaba en nutrición personalizada y comenzó a preguntar a sus médicos si ciertos cambios alimentarios podían reducir o potenciar los efectos secundarios de los tratamientos. Existían algunas investigaciones teóricas, pero no aplicaciones prácticas.

A medida que iba ajustando su dieta, comenzó a notar resultados: “Yo no cogí la baja. Cuando hice la radioterapia apenas tuve inflamación”. Su entorno clínico y personal insistió en que debía convertir ese conocimiento en algo accesible: “Todo el mundo me decía: tienes que hacerlo”.

Validar el sistema

El desarrollo inicial se financió con fondos europeos, y la siguiente fase con capital propio. Pero la clave de NuBu está en su equipo multidisciplinar: “Trabajamos con biólogos, expertos en microbiota, biotecnología, nutricionistas y especialistas en comportamiento del consumidor. Si el sistema no es útil y usable, no sirve”.

Quedaba el reto más complejo: probarla en pacientes reales. “Convencer a un hospital para probar esto fue muy difícil. Tocamos muchas puertas”, recuerda.

Finalmente, el hospital La Paz aceptó liderar el estudio de validación: “Estamos muy contentos con ese apoyo. Ya hay pacientes usándolo desde hace meses”.

Ser mujer y emprender en salud

González reconoce que la estadística es clara: “Todas las cifras dicen que es más difícil, y que incluso cuando buscas financiación te dan menos”. Sin embargo, destaca que su trayectoria profesional amortigua parte del sesgo: “No soy una emprendedora al uso; ya tengo una carrera detrás”.

Aun así, admite: “Todavía tenemos que romper algunas barreras”.

El muro de la regulación

Convertirse en dispositivo médico implica una fuerte exigencia regulatoria. “Cuando impactas en recuperación o efectos secundarios, eres un dispositivo médico. El proceso dura unos 18 meses e implica más de 100.000 euros”.

Además, entrar en el sistema público requiere tiempos largos: “Llegar a un decisor público puede ser muy largo. A veces cuesta incluso llegar a la persona adecuada”.

Resiliencia y propósito

“Es duro”, admite González sobre los tiempos y barreras del sector. Sin embargo, la experiencia y el propósito sostienen el camino: “Tener cierta edad y bagaje te permite tener claro dónde vas y ser contenido en gastos”.

El motor principal sigue siendo el impacto humano: “Gestionar un efecto secundario puede cambiar la calidad de vida de alguien. Cuando ves cómo mejora un paciente, vale la pena”.

Por qué emprender a los 50

Le pregunto por qué emprender, con lo bien que se está cobrando una nómina… ¿por qué meterte en este lío? Su respuesta es clara: “Es una oportunidad para hacer algo que te llene y que puede cambiar la vida de muchas personas”.

Quizá por eso, su mensaje para quien esté pensando en emprender es: “Si se lo puede permitir, que no lo piense mucho. Si lo piensas, no lo haces”. Y añade: “Si es algo que le gusta, que lo persiga. Es maravilloso cambiar la vida de tantas personas”.

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