Ya sabes que estos días me estoy dedicando a hablar con algunas mujeres emprendedoras, para que nos cuenten su experiencia. Ya te hemos presentado a Marta Caparrós, que pasó de de limpiar casas en Australia a emprender y casi morir de éxito; a Esther Molina, que crea redes de contacto y apoyo entre las propias mujeres que fundan y dirigen startups; a Beatriz Crespo, que quiere enseñarnos a prevenir enfermedades con microgestos; y a Verónica González, que está mejorando la vida de miles de personas con cáncer.

Hoy, he hablado con Patricia Ojeda, cofundadora de Bioma, un proyecto que transforma residuos —papelote, plásticos y lodos industriales— en soluciones sostenibles que favorecen la bioeconomía y la recuperación de zonas degradadas.

El proyecto

Ojeda, que acaba de ser finalista de los Women Startup Awards, define a Bioma como “un proyecto de energía circular”. A través de procesos de separación y descontaminación, el equipo convierte residuos en compost, fertilizantes o suelo preparado para futuros usos.

“Dejamos la zona limpia para que puedan realizarse otros proyectos. Separar, descontaminar y dar nueva vida a los residuos reduce impacto, rebaja costes y devuelve valor al entorno”, explica.

Bioma trabaja especialmente en zonas rurales afectadas por incendios o erosión: y las deja “preparadas para poder construir o plantar”.  El objetivo no es solo ambiental: también quieren generar empleo y actividad económica local -sobre todo en el ámbito rural- mediante un modelo de economía circular.

Del laboratorio a la realidad

La idea nació en un laboratorio mexicano, en el que uno de los cofundadores realizaba pruebas de biotecnología: “Empezó a probar tratamientos químicos como coagulación o floculación para separar bacterias y residuos”. 

El salto fue convertir esas pruebas en una solución industrial: “¿Por qué no hacer esto a gran escala?”. Así, pasó de ser un experimento piloto a un proyecto escalable.

Actualmente, Bioma está en fase de consolidación y reuniones con futuros inversores. Para Ojeda, el momento es el perfecto para hacerlo: “Este método funciona, tiene bajo coste y solo necesitamos esa tecla para expandirnos”.

La motivación es clara: “Creemos que puede ser una solución verdadera para grandes problemas, sostenible y que ayuda a nivel social y ambiental”.

A diferencia de una aplicación digital, este proyecto requiere infraestructura física importante: “Una planta piloto supone una inversión de 100.000 euros. Una app puedes hacerla casi a cero coste; esto exige mucho más” afirma.

Ingeniera, emprendedora y mujer

Le pregunto si ser mujer e ingeniera es algo negativo a la hora de emprender: “Pues mira, si quieres ser sincera, sí. No todo el mundo, por supuesto. Me ha ocurrido, en especial fuera de España, que a lo mejor no tienes credibilidad. Sobre todo, si vas sola”.

Sin embargo, “cuando ven los datos o hablan contigo más”, las personas suelen cambiar de opinión. Pero, “en algunos países, el emprendimiento femenino no está totalmente fomentado”, sobre todo porque “el mundo empresarial todavía mayoritariamente es de hombres”.

Inversores

Ojeda asegura que hay que buscar inversores que aporten valor más allá del capital: “Queremos financiación y conocimiento. Que puedan crecer con nosotros en sostenibilidad y desarrollo rural”.

El objetivo final es claro: generar empleo rural y promover una economía circular que impacte en el territorio. En 2026, la empresa quiere consolidarse con una planta piloto que permita mostrar la tecnología a empresas e inversores.

Cuando nos despedimos, Ojeda envía un mensaje para quienes estén pensando en emprender: “Una idea puede tenerla cualquiera; lo importante es demostrar que funciona”.  Y Bioma ya ha dado ese paso.

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