Lluis Puig habla con esa mezcla de ilusión y decepción tan característica de quienes saben que las cosas podrían ser mucho más fáciles y funcionar mucho mejor de lo que lo hacen. Tras trece años fuera de España, regresar -y hacerlo para crear tu propio negocio- es contrastar las diferencias con otros países.

En su caso, la ilusión procede de la constatación de que es posible poner en marcha una solución a un problema. La decepción, en su opinión de la necesidad constante de superar barreras y la falta de apoyo público a este tipo de proyectos.

Hay tres players ahí en medio que no crean ningún valor añadido para el consumidor

La idea

Todo empezó cuando trabajaba para private equities y fondos soberanos en Dubai. “Uno de nuestros clientes nos pidió que analizáramos una inversión de una startup de hidroponía que tenían en Reino Unido”, relata. Una vez cerrada la operación, “me di cuenta de que era interesante, porque tenía un aspecto social muy relevante. E intenté montar algo parecido en España, como inversor”.

Sobre el papel, la idea era buena: “Contraté una startup que se dedica a estos temas, para que realizara un estudio para hacer algo parecido en las afueras de Barcelona”. Eso le hizo descubrir las debilidades de la cadena de distribución tradicional: “Hay unos distribuidores, están los mayoristas -los mercas- y luego está el retail. Es decir, hay tres players ahí en medio que lo único que hacen es modificar un poco de forma más o menos artificial los precios y tienen una serie de actividades que van añadiendo costes al producto sin realmente crear ningún valor añadido para el consumidor… En muchos casos, incluso destruirlo, porque el producto llega menos fresco al ser una cadena tan alargada”, explica.

Freshis reparte fruta y verdura en menos de una hora, directamente desde los productores

Bofetada de realidad

Ahí llegó la primera bofetada de realidad: “Me di cuenta de que no tenía ningún sentido invertir en un proyecto tan chulo si la cadena de valor estaba corrompida”. Pero, como sucede en muchos casos, en el propio problema residía la clave para la arreglarlo: “Me dio un poco de rabia no poder invertir ahí y me dije: monta algo que solucione la cadena de valor y ya más adelante invertirás en técnicas de agricultura avanzada”.

Y así es como nació Freshis, una compañía que reparte fruta y verdura en menos de una hora, directamente desde los productores. Ahora mismo, solo realizan entregas en determinadas zonas de Madrid, pero ya están ampliando su perímetro: “Estamos preparando el lanzamiento en Barcelona. El objetivo es hacerlo el 15 de febrero. Si fuera por nosotros, habría sido el 1, pero otra vez que si por licencias, que si el Banco de España nos ha denegado una financiación de una furgoneta eléctrica…”. Sus planes de expansión no se quedan ahí y apuntan a otras ciudades de nuestro país y de Alemania.

En los últimos 20 años, ningún gobierno ha hecho un esfuerzo por facilitar las cosas

Decepción

Esa es su gran decepción. “En España es muy complicado empezar un negocio. Aquí el gobierno, sea de un lado o de otro, en los últimos 20 años no ha hecho ningún esfuerzo por facilitar las cosas. Y estoy hablando, no solo del proceso de crear una empresa, sino del de licencias, riesgos laborales, toda una lista de cien cosas que tienes que hacer antes de arrancar”, se lamenta.

“En reuniones con emprendedores siempre digo: en España para emprender tienes que palmar primero 10.000 euros para trámites administrativos que añaden cero valor”, añade categórico.

¿Por qué tengo que financiar al Estado?, debería ser todo lo contrario

Financiar al Estado

Explica su visión, a partir de su experiencia: “Soy una startup, estoy intentando cambiar las cosas para bien, estoy contratando a una media de dos personas cada mes y ¿por qué tengo que financiar al Estado?, debería ser todo lo contrario”, razona.

En su caso, los tres socios [los otros dos son Pablo Engelmann y Jaume Puig] han aportado 350.000 euros de su propio capital. “El Estado debería decir: te doy carta blanca durante dos años para hacer lo que quieras. Pues no. De esos 350.000 euros, 100.000 se van para el Estado que, a priori no añade nada”, explica.

Lo tiene tan claro, que asegura que “estaría encantado de que cualquier persona del gobierno, de cualquier partido político, me intente convencer de lo contrario”.

Trámites engorrosos

A su juicio, lo más complicado de poner en marcha un proyecto en nuestro país es, precisamente, eso: “La contratación de personal en España es muy complicada, el personal es muy complicado, todas las trabas que pone el gobierno y la Administración para hacer todos estos trámites, que a priori deberían ser fáciles, complican toda la existencia”.

Y eso, “desde el punto de vista de una startup, que es una empresa pequeña en la que todavía se está montando toda la estructura, no facilita nada las operaciones del día a día. Y seguimos teniendo esos problemas”.

Toda una serie de barreras “que hacen que las instituciones, que son quienes deberían velar por nosotros y hacer que lo tengamos lo más fácil posible -porque al ser tan pequeñas todo es muy complicado-, son quienes te ponen las pegas”.

Los productores tienen mucha predisposición para digitalizar sus negocios

La producción, más fácil

Todo lo contrario de lo que sucede en el origen de la cadena de valor: la producción: “Pensábamos que la mayor complicación iba a estar en arrancar con productores a pequeña escala, pero hemos encontrado mucha predisposición para digitalizar sus negocios y, sobre todo, acercarse al máximo del consumidor final”.

Una actitud que puede tener como origen, según Puig, en el hecho de que “están -no sé si la palabra es hartos, pero cansados- de tratar con intermediarios que, en su mayoría, no los tratan muy bien, y utilizan tácticas de negocio que en otros países serían impensables”.

Por eso, afirma, “los productores prefieren trabajar con players como nosotros. Cuanto más cerca estén del consumidor final, mejor. Porque, además, saben que llega el producto más fresco y con ello se eliminan muchos de los riesgos de que la mercancía se estropee”. Además, sus condiciones de pago son mejores que las de otro tipo de distribuidores.

La compra debe ser una experiencia, más que un deber

La tecnología, clave

Su gran apuesta ahora es la tecnología. La mejora constante de su web para conseguir “que la compra sea una experiencia, más que un deber. Y que puedas ir descubriendo productos nuevos que quizá no te habrías planteado comprar si no te los proponemos de forma visible”.

Porque su tienda digital permite guardar las preferencias de cada persona, para agilizar el proceso de compra y adaptarse mejor a sus necesidades. Por ejemplo, es posible “elegir el punto de madurez de cada producto” y “si un día hay una excepción, lógicamente lo puedes modificar”.