Jamás se habían conocido datos tan abultados de ahorro de los españoles en depósitos bancarios, aunque estos den de media una rentabilidad del 0,05%, o sea, prácticamente nada de nada. Los últimos datos del Banco de España correspondientes al mes de mayo apuntan a que las familias tienen depositados en los bancos más de 822.000 millones de euros, a los que sumar los 253.000 millones de euros en manos de las empresas. Así, se supera ampliamente la cifra del billón de euros.

Con respecto a otras inversiones como fondos, seguros, acciones cotizadas o no… los depósitos bancarios representan el 57% del ahorro financiero. Es decir, no se incluye el ahorro que se realiza en el mercado inmobiliario que es el otro gran pilar del destino de los excedentes familiares. Así están las cosas. Las familias no se atreven a dar el paso a productos con más riesgo y aunque saben que pierden por una inflación que supera a la rentabilidad, prefieren mantener el dinero a buen recaudo.

Esta es la cara menos amable de la estrategia de los bancos centrales de tipos cero o tipos negativos para el ahorro. La parte buena la disfrutan aquellos que optan por endeudarse que, hoy por hoy, es una auténtica bicoca y una sabia estrategia. Pero el problema que surge con esta situación es la escasez de ahorro. El españolito de a pie tiene tres opciones si no quiere subirse al tobogán del riesgo: depósito bancario, huir al mercado de los pisos, locales comerciales o plazas de garaje o, por último, lanzarse al gasto ante la falta de estímulos para ahorrar. Por ello, en estos mismos días se ha conocido que la tasa de ahorro marcó niveles mínimos a cierre del pasado año.

El panorama a corto plazo no va a cambiar. El casi seguro nombramiento de Lagarde al frente del Banco Central Europeo (BCE) supondrá el continuismo con las políticas de Mario Draghi. Nuevas inyecciones de liquidez en el mercado, tipos cero o negativos y compra de deuda pública o de bonos de empresas. El billón de euros seguirá resguardado, un dinero que además está amenazado ante la posibilidad de que las entidades financieras empiecen a cobrar por tener el dinero en el banco. Ellas también pagan al BCE por dejarlo depositado.

El año pasado, y debido al mal comportamiento de la Bolsa y de los fondos de inversión que en ella invierten, se produjo una caída de la riqueza financiera de las familias que desde el año 2012 no vivían una situación similar.

Cosa distinta es la marcha del mercado inmobiliario, sobre todo en zonas concretas como Madrid, Barcelona y determinadas ubicaciones de playa donde la subida de los precios ha contribuido al incremento de la riqueza de las familias desde la crisis desencadenada en 2008 y que llego con retraso de dos años al ladrillo.

Son muchas las voces desde organismos oficiales que destacan que no vivimos otra burbuja especulativa en la vivienda. También sigue escuchándose que concretamente la vivienda no debería ser un bien de inversión sino un bien social. Las primeras se equivocan en los núcleos importantes de población en los que ya se conocen precios superiores a la pasada burbuja. Los segundos llevan razón después del traumático efecto del estallido del boom inmobiliario con multiplicación de los desahucios y la ruina de muchas familias.

Ahora bien, siendo pragmáticos, son los propios bancos centrales con la aquiescencia de los distintos gobiernos los que están permitiendo esta situación en la que hemos vivido la falta de eficiencia del mercado. A las familias españolas no les queda, de momento, otra opción que especular con la vivienda. Comprarla y alquilarla al mayor precio posible o esperarse sentados a que siga subiendo como ya ha ocurrido en los últimos años. El contrapunto es una España vaciada donde el interés por sus riquezas es nulo y en la cuelga el cartel “se vende”.