Un trabajador por cada 100 cerdos. Esta es la cifra de empleo que crean las macrogranjas en promedio en el territorio nacional, según los datos desvelados por UPA, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, a ElPlural.com. En concreto, la cifra se refiere a las cerdas madres, con un límite de 720 unidades de ganado salvo excepciones, según la última modificación de la ley que regula estas explotaciones. Teniendo en cuenta que, para las asociaciones agrarias, una macrogranja es aquella que tiene más de 5.000 animales de cebo, este tipo de ganadería emplearía de media a 50 trabajadores.

Esta es la realidad laboral del máximo exponente de ganadería intensiva, que emplea principalmente a población inmigrante, tal y como desvelan representantes de asociaciones agrarias como COAG o UPA, que reconocen que "muchos trabajadores nacionales no lo quieren hacer". Por su parte, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación no ha respondido a la consulta de este medio para conocer la realidad económica que rodea a las macrogranjas.

Las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sembraron la polémica unos días antes de terminar el año. “Lo que no es sostenible son las llamadas macrogranjas. Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan carne de mala calidad de animales maltratados”, aseguraba el ministro de Consumo en una entrevista al periódico británico The Guardian el pasado 26 de diciembre. Más allá de la polémica -y los bulos que han aparecido después- los ganaderos coinciden en defender un modelo de ganadería intensiva, que no macrogranjas.

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La ganadería en España se divide en dos modelos principales: intensiva y extensiva. La primera, como su propio nombre indica, concentra el ganado en grandes instalaciones para realizar una producción en masa, alimentados con pienso. La segunda, en la que se encuentran los pequeños ganaderos, utiliza los propios terrenos y recursos naturales para el pasto de los animales. Un modelo perfectamente representado con el pastoreo. Pero no todo es blanco y negro, hay grises entre las macrogranjas y el pastoreo exclusivo.

Más allá del modelo ideal de ganadería, nos hemos puesto en contacto con los principales actores del sector para conocer la realidad económica y laboral de las grandes explotaciones ganaderas, situadas en regiones predominantemente agrarias como son Cataluña, Aragón o Castilla y León. ¿Crean tanto empleo como parece? ¿Es de calidad? ¿Generan riqueza para los vecinos de la zona? En definitiva, ¿cuál es el impacto económico de las macrogranjas a nivel local? 

El 80% de la producción viene de la ganadería intensiva

La ganadería intensiva supone el 80% de la producción nacional, al igual que ocurre en el resto de países europeos desarrollados, con un importante rol de la exportación. Así lo desvela el coordinador de COAG en Castilla y León, Lorenzo Rivera, en conversación telefónica. Según las cifras de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos, la mitad de la producción se exporta, con el 50% a Europa y el 50% restante a países asiáticos. Sin embargo, no pasan por su mejor momento: “El mercado chino no compra ni la cantidad ni a los precios a los que venía comprando”, asegura Rivera.  

Según las cifras del Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR), hasta septiembre de 2021 -las últimas cifras disponibles- España cuenta con 2.193 explotaciones de ganado porcino que podrían considerarse macrogranjas, con el límite de 720 unidades de ganado, un porcentaje muy pequeño frente al resto de ganadería intensiva, y hasta 6.000 cerdos de cebo de hasta 120 kilogramos.

Unas cifras que quedan muy lejos de las 17.504 pequeñas explotaciones ganaderas, en las que hay menos de cinco madres reproductoras y menos de 25 animales de cebo, siempre en el sector porcino. Y muy lejos quedan también del grueso de las granjas de tamaño medio, con hasta 125 madres y hasta 1.000 cerdos de cebo de hasta 120 kilogramos.

En esta línea, Greenpeace asegura que el 93,7% de la producción de carne de cerdo se produce en grandes explotaciones industriales, un 94,2% en el caso de carne de aves y un 80,6% de la producción de leche procedente del sector vacuno. Las asociaciones agrarias coinciden que el mayor problema está en el sector porcino, regulado y techado con la actualización de la ley el año pasado. 

Las macrogranjas emplean como una pyme

A pesar de contar con estos porcentajes, las cifras transmitidas por UPA revelan que se emplea de media a 50 personas por cada 5.000 cerdos. Es decir, una macrogranja podría ser considerada como una pequeña y mediana empresa a nivel laboral. Un empleo que, según las asociaciones agrarias, no es para todo el mundo. “Necesitas personal cualificado, es un problema que hay en todos los sectores ganaderos. No cualquiera está capacitado para ello. Si no está en el entorno tendrán que buscarlo fuera”, explica Rivera, coordinador de COAG en Castilla y León.

En esto también coinciden los representantes del sector: la contratación de personal inmigrante. “Hay una inmensa mayoría que son extranjeros, como ocurre en el campo. Muchos trabajadores nacionales no lo quieren hacer y hay que recurrir a inmigrantes. Pasa en España y pasa en todas partes”, explica Rivera. Asimismo, Román Santalla, secretario de Ganadería de UPA, asegura que las macrogranjas generan “menos empleo que las granjas familiares”.

“La mayoría son trabajadores inmigrantes, que siempre dependen de un capataz técnico agrónomo. No hay quien quiera trabajar en las granjas. Somos un país muy desarrollado, no hay tanta gente que quiera trabajar”, lamenta el secretario de Ganadería de UPA, que reconoce que en algunas ocasiones sí que se recurre a personal de proximidad. Una realidad que se repite en muchas de las actividades agrarias por los salarios y las bajas condiciones laborales. 

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Brecha económica: granjas medianas vs macrogranjas

En el ámbito puramente económico -dejando a un lado los aspectos medioambientales o de calidad del producto- gestionar una macrogranja requiere de una importante inversión, ya sea de cerdos, vacas o aves. “Van las grandes empresas. Un ganadero no llega a esa actividad, es una inversión muy fuerte de millones de euros que no está a su alcance” -explica el coordinador de COAG de Castilla y León- “Una granja de 100 cerdos o 20 vacas es inviable. El mínimo sería de 1.000 plazas para acoger a un ganadero en cualquier integración”.

Este es el motivo por el que las macrogranjas están en manos de grandes empresas, “fomentadas por empresas del sector cárnico o de los piensos y no ganaderos”, según el representante de COAG en Castilla y León. Además, tal y como denuncia Santalla, secretario de Ganadería de UPA, la propia legislación marca diferencias entre los tipos de ganadería.

Según explica a ElPlural.com, las empresas agrarias reciben un incentivo para contratar a jóvenes, siempre que se tengan entre 2.000 y 4.000 cerdos de cebo en la explotación. Uno de los problemas más importantes para el sector porcino a nivel laboral ya que obliga a cumplir con estas cifras, acercándose a lo que entienden por macrogranja en el propio sector.

La capacidad de inversión no es el único problema económico para los pequeños y medianos ganaderos, sino que después de la producción siguen estando por debajo. Ellos mismos reconocen que el mercado no ofrece un precio superior para los productos obtenidos en un régimen totalmente extensivo, es decir, pastoreo y animales exclusivamente alimentados con recursos naturales, excepto en el caso del jamón ibérico de bellota.

"No se hace un precio diferenciado de los productos de ganadería extensiva"

“No se hace un precio diferenciado de los productos que salen de ganadería extensiva porque el consumidor no lo paga y al ganadero no le sale rentable. Necesitan más tiempo y más alimentación. En los últimos diez años está desapareciendo la ganadería extensiva”, explica Rivera, que defiende un sistema de ganadería intermedio.

Precisamente en este margen de grises aparece otro de los problemas económicos que deja a los pequeños ganaderos por debajo de las macrogranjas o de la ganadería intensiva: la pertenencia de terreno para que los animales puedan pastar. “Los pequeños productores no tenemos mucha tierra. Quien tiene mucha tierra es la Duquesa de Alba o Esperanza Aguirre”, denuncia en este aspecto Santalla, de UPA, que matiza que en algunas zonas del territorio nacional los animales tienen que pastar en cunetas o rastrojeras. “La garantía extensiva pura tiene una perspectiva de cara al futuro, pero hay que tener tierras. Por norma general hay déficit de tierra y la mayoría de las tierras son arrendadas”, explica.

Hasta aquí las diferencias están más que claras: necesitan más inversión pero no se venden a un precio más alto, complicando la viabilidad de las granjas medianas. Pero además, a esto hay que sumar el problema de precios del sector. Desde UPA denuncian que están “hundidos” por el aumento de los costes de producción, entre los que se encuentran la subida de la luz, el aumento de los combustibles a la hora del transporte o incluso de los piensos. “Sin precio no hay viabilidad”, resume Santalla.

Si emplean como una pyme, habitualmente con personal inmigrante; son propiedad de grandes empresas (y no ganaderos locales) y presentan fuertes diferencias económicas con el resto del sector, la pregunta es clave: ¿Funcionan al menos como un dinamizador del medio rural? ¿Generan riqueza para sus vecinos? Pues bien, parece que tampoco, o al menos eso denuncian las asociaciones del sector agrario. En el caso de Rivera, coordinador de COAG, denuncia: “No hay más actividad que esta, los piensos seguramente se fabriquen dentro, en su propia planta”.

UPA: "No generan riqueza. No es un modelo sostenible"

“Para nosotros no generan riqueza. No es un modelo sostenible, es un modelo que viene hoy y, si vienen mal dadas, se van. Están basadas en el capital puro mientras que los ganaderos están apegados al territorio. No es el típico granjero que vive allí y vive de eso. Necesitamos que se siga incentivado un modelo de economía familiar, pegado al territorio, ya sea intensiva o extensiva”, reclama el representante de los pequeños ganaderos y agricultores. 

“Pedimos que se imponga un modelo de agricultura y ganadería familiar que viva en el campo. Tener animales obliga a vivir en el campo. Las macrogranjas pueden estar en la ciudad. Es un modelo sostenible, aunque sea intensivo en algunos casos, con respecto a la gestión del territorio” -continúa Santalla- “Nuestros ganaderos y ganaderas viven en sus pueblos”.

Con estos datos, la petición del sector pasa por impulsar un modelo de ganadería intermedio, dentro de esa gama de grises entre las macrogranjas y el pastoreo exclusivo, y piden al ministro de Consumo, Alberto Garzón, “saber qué se llama macrogranja”. “No queremos que a las pequeñas y medianas granjas se les llame macrogranja”, culmina Santalla, secretario de Ganadería de UPA, en una conversación telefónica.