La Generalitat de Catalunya lleva semanas preparando el puerto de Barcelona por si fuese necesario fletar barcos cargados de agua potable. No es para manos, dado que la autonomía atraviesa una de las peores sequías en décadas y no se esperan lluvias próximamente que consigan invertir la situación. Andalucía atraviesa una situación similar en este comienzo de año y, con el agua embalsada bajo mínimos, la solución naval comienza a ser cada vez más factible. Además, las restricciones al consumo pueden endurecerse en las próximas semanas si la situación no mejora.

Los datos aportados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico son dramáticos. Las cuencas hidrográficas se encuentran bajo mínimos de almacenamiento, siendo la peor de ellas la de Guadalete y Barbate (14,5%). Por debajo del 20% se sitúan las Cuencas Internas de Cataluña (16,8%), la Cuenca Mediterránea Andaluza (18,8%), la del Segura (18,9%) y la del Guadalquivir (19,3%). Así, los datos de la cartera liderada por Teresa Ribera evidencian que el mayor golpe lo están sufriendo Cataluña y Andalucía.

La crisis climática se concentra en puntos concretos de la península, mientras en otras localizaciones se goza de una situación holgada con ámbitos hidrográficos por encima del 80%. A nivel nacional, la reserva hídrica española está al 45,7% de su capacidad total, según datos de Transición Ecológica. Los embalses almacenan actualmente 25.588 hectómetros cúbicos de agua, después de haber disminuido en la última semana en 243 hectómetros cúbicos, lo que representa el 0,4% de la capacidad total actual de los embalses.

Reserva Hídrica. MITECO.

Restricciones activadas

La emergencia climática llevaba a Cataluña a aprobar restricciones ya al final del pasado año. Más de 200 municipios se han declarado ya en situación de preemergencia, lo que supuso la restricción al consumo de 200 litros diarios, cantidad que podría pasar a los 180 en el segundo nivel o a los 160 en el más extremo. El cierre de las duchas de los vestuarios de gimnasios y centros deportivos, que ha afectado por igual a pequeñas instalaciones y a grandes clubs deportivos, son otras medidas que se han ido asumiendo.

También se han aprobado cortes a determinadas horas y los camiones cisterna han comenzado a estacionarse en los municipios donde los acuíferos y otras fuentes de agua ya están secas. Los vecinos cargan rutinariamente garrafas, bidones y otros depósitos que fraccionan para cocinar, asearse o beber. El propio consejero de Acción Climática de la Generalitat, David Mascort, ya advertía a finales de 2023 de la situación de “emergencia nacional” que se atraviesa. “Estamos trabajando en todas las fórmulas posibles para conseguir agua”, aseguraba.

En Andalucía, la situación no es mejor. La autonomía sureña sufre ya restricciones que afectan a 3,5 millones de vecinos. Estas podrían ir a más si no llueve con contundencia antes de verano, algo que no se contempla próximamente. Más allá del golpe que supone para el día a día de la ciudadanía, el campo también tiembla ante las consecuencias que puede tener la sequía para las cosechas, lo que a su vez se trasformaría en un aumento de los precios para el consumidor ante la escasez.

La Junta, presidida por Juanma Moreno Bonilla, ha comenzado a plantearse medidas más estrictas para combatir el problema. Marzo es el mes señalado por las administraciones andaluzas y catalanas como punto de inflexión. Si durante el primer trimestre de 2024 no llegan las lluvias, los buques cisterna comenzarán a atracar en múltiples puertos españoles, con la logística y el coste que supone.

Los puertos se preparan

Recurrir a barcos con agua potable es una situación desesperada dado que, como apuntaba el consejero de Acción Climática catalán, “es muy cara”. El coste, de llegarse a este punto, deberá asumirse por toda la ciudadanía. El umbral establecido por la Generalitat para activar los buques es el 16% de llenado de los embalses, límite al que Andalucía asegura que no llegará antes de tomar la decisión.

El Puerto de Barcelona ya está preparado para el desembarco, pues hace 15 años, en 2008, se produjo una situación similar. En aquel momento, Cataluña atravesaba una de las peores sequías que se recuerdan y se vio obligada a recurrir a barcos que transportaban agua potable. Las lluvias primaverales terminaron por hacer aparición en el territorio y tan solo dos buques amarraron con esta misión en la ciudad condal.

Aquella crisis, a la larga, tuvo sus consecuencias positivas en presente. La Generalitat activó todas las alarmas y decidió invertir para que no volviesen a atravesarse situaciones de falta de agua potable. De esta situación dramática derivó la construcción de la desaladora de El Prat de Llobregat, que trabaja al 100% desde hace meses. La misma situación atraviesa la instalación homóloga de Blanes, que aguarda a una futura ampliación que multiplique por cuatro su capacidad.