La mala situación de la banca española agudizada por la Covid-19 ha puesto en espera el dividendo de los bancos españoles. Las fusiones entre entidades se convierten en una necesidad apremiante ante la falta de rentabilidad de este sector y el acuerdo de fusión entre Caixabank y Bankia es un primer paso en un proceso que se presume se volverá a repetir a lo largo del año. Eso sí, queda más lejos la posibilidad de fusiones transnacionales que, aunque deseadas por el Banco Central Europeo (BCE), se antojan mucho más complicadas por las diferentes culturas y el modelo de banca que esto implica.

El acuerdo de fusión entre Caixabank y Bankia ha sido bien recibido por los mercados financieros. Lo demuestra la fuerte subida de más del 30% que experimentó la entidad presidida por Goirigolzarri y la del 12% que registró la dirigida por Jordi Gual. De momento, nada se sabe sobre el posible canje de acciones entre ambas entidades para formalizar la fusión ni tampoco los incentivos que pueden conseguir los accionistas.

Está claro que ni la economía ni los bancos están para grandes fiestas, pero sí es necesario fijar algún incentivo donde los accionistas de ambas entidades no se vean perjudicados y además tengan en conjunto un motivo para mantener sus acciones en el nuevo banco resultante. Una entidad que será la más grande en España y con una clara filosofía nacional, muy cercana a las cajas de ahorros de donde proceden.

Así, en este impasse de la pandemia, Caixabank y Bankia no han renunciado al dividendo, aunque la primera lo haya recortado de los 0,15 euros que pagó en 2019 a los 0,07 que ya abonó el pasado mes de abril. Un recorte que habla de prudencia con el objetivo de no repartir entre sus accionistas más del 24% del beneficio obtenido con cargo al pasado ejercicio. El objetivo manifestado por Caixabank –antes de conocerse la intención de fusionarse con Bankia- era pagar dividendo en 2020 pero con el tope del 30% del beneficio logrado.

Bankia ha sido más generosa y ha pagado 0,11576 este 2020 repitiendo la cuantía abonada en 2019. Esto le supuso pagar el 65,6% de su beneficio, lo que en términos financieros se conoce como pay-out. Eso sí, decidió suspender el pago de un dividendo extraordinario por importe de 2.500 millones de euros.

Unos pagos tanto de Caixabank como de Bankia que se han producido este 2020, incluso en contra de la recomendación del BCE y de numerosos expertos como la Asociación de Banca Europea que pedían públicamente eliminar estos pagos.

Así, el resto de la banca española –con la salvedad de Bankinter- ha optado por dejar sin dividendo a sus accionistas. Banco Santander, BBVA y Sabadell lo hay suprimido con anuncios de que tampoco abonarán en 2021. En el caso de Bankinter solo ha atendido al primer pago de los cuatro dividendos que solía pagar en años anteriores. Así, abonó en marzo 0,097 euros por acción, pero ha faltado a su cita de junio y tampoco se le espera el pago previsto habitualmente para finales de este mes de septiembre.

La voluntad tanto de Bankia como de Caixabank ha sido la de retribuir a su accionariado en momentos tan complicados como el actual. Pero habrá que esperar a ver cómo evolucionan los resultados a lo largo del ejercicio para ver si hay suficientes ganancias para repartir sin poner en cuestión su solvencia.

Una buena noticia para los accionistas resultantes de la fusión entre ambas entidades será conocer su política de dividendos para los años venideros. Las sinergias que generan la unión de ambas entidades y cómo pueden beneficiar a sus socios, sean grandes o pequeños. Aunque el Estado a través del Frob perderá la mayoría del capital que ahora ostenta en Bankia y ante las críticas a la imposibilidad de devolver los 22.000 millones de euros inyectados en la entidad pública, el dividendo puede ser una buena coartada para ir compensando al Erario Público.