Un Dos de Mayo donde se recuerda el motín de Aranjuez con la moción de censura de Murcia en la cabeza, donde las balas y las navajas llegan en sobres de Correos y la defensa de Madrid se realiza en sobres electorales, donde el PP no entona aquello de “¡Que nos lo llevan!” por el miedo a que los franceses rapten al infante Francisco de Paula sino por el pavor a que la izquierda eche a “Lady Madrid” de la Puerta del Sol. Un día grande para recordar que se venció a las tropas de Napoleón después de ponerles la alfombra roja e invitarlas a disfrutar de nuestra gentileza, como si en 1808 hubiese una pandemia y lo importante fuese llenar las terrazas del 100 Montaditos. Porque Madrid es así y “vivir a la madrileña” es cerrar una campaña electoral en plena cuarta ola, tomarse un botellín viendo un desfile “goyesco” antes de entrar a una plaza de toros junto a 6.000 personas, tener festivo el 3 de mayo y votar el 4 laborable. Libertad, que dirían algunos. Lo malo conocido, replica Fanjul.

La jornada arrancaba a las 9.30 horas con Isabel Díaz Ayuso compaginando la campaña con los actos institucionales por el día grande de la comunidad. Encendida la Llama Votiva en honor a los héroes del 2 de mayo, firmado el libro de honor y depositada la correspondiente corona de laurel en el Cementerio de La Florida, había que volver a la Real Casa de Correos para celebrar un acto cívico-militar que acababa con la entrega de la Gran Cruz del Dos de Mayo a Nacho Cano. Una insignia que, será por la campaña o por la distopía en la que se ha convertido Madrid, acabó en manos de Ayuso de vuelta, que, emocionada, era definida por el de Mecano como el “milagro con piernas, cabeza y corazón” que ha devuelto la energía de los años 80 a la ciudad y se ha ganado el reconocimiento de los empresarios españoles, los de Broadway, los de Las Vegas, los de Londres e incluso los de Australia.

Mientras la popular copaba los focos y era agasajada con cientos de piropos en el mundo entero, pero solo de boca de Nacho Cano -el mismo que en Nochevieja honraba por petición de Almeida a los fallecidos por el virus-, el resto de partidos hacían lo que podían para movilizar a los suyos y a los indecisos. Desde Alcalá de Henares, donde Vox repartía instrucciones de cómo echar a un mena, hasta Móstoles, donde la ministra socialista Reyes Maroto honraba a los Héroes del Covid a escasos kilómetros de un Pablo Iglesias que tiraba de imaginación para ver a la izquierda vencedora el 4 de mayo y a la derecha vestida con pieles de bisonte entrando en la Asamblea de Madrid a dar un Golpe friki: “¿Qué creéis que va a pesar si pierden ese día, pero no lo visteis en el Capitolio?”, se preguntaba, señalando a continuación a esta derecha de “estilismo trumpista” y propaganda filonazi.

Entrada la tarde, a las 18 horas, 6.000 personas se daban cita gracias a la insistencia y el permiso de Isabel Díaz Ayuso en la plaza de toros de Las Ventas. “Gracias, Ayuso”, rezaban los carteles que algunos asistentes portaban a la entrada del coso Monumental. “Somos la voz de los animales”, contestaba de forma singular la portavoz del partido animalista PACMA. En los tendidos, pancartas del sindicato Solidaridad -puesto en marcha con el apoyo total de VOX-, mensajes en contra de la izquierda, una Victoria Federica que (esta vez sí) cumplía estrictamente con los protocolos de distancia personal y una grada que empezaba a impacientarse a medida que Enrique Ponce se quedaba sin toros que capear por la falta de bravura de los miuras que le ponían delante.

Más allá del folklore cañí: la izquierda depende de la movilización

Acabada la faena del diestro valenciano, sobre las 19.00 horas, en el barrio de Entrevías Ángel Gabilondo pedía el voto a su manera, ya saben, hablando sobre los fundamentos que nos enseñaron los grecolatinos, divagando sobre el término éxito y dejando frases plagadas de subordinadas que merecen un artículo propio: “Con la edad, a veces te importan menos cosas. Pero esas cosas te importan más”. “Todos los días pasan cosas históricas, pero hay momentos cruciales, momentos cruz, momentos de encrucijada en los que es necesario actuar“, ha proseguido el candidato, frente a la sonrisa traviesa de alguno de los jóvenes allí desplegados que no llevaban el manual de hermenéutica necesario para pillar al aspirante a presidente.

“Al aplaudir, estamos abrazando. Abres los brazos y recoges. Recibes y das”. Y con ese abrazo inventado dialécticamente por Gabilondo, Pedro Sánchez ha cerrado el mitin de fin de campaña del PSOE. Menos divulgativo y más pragmático, el presidente del Gobierno se ha mostrado confiado en la victoria, ha recordado los avances sociales que vinieron de la mano de los del puño y la rosa y ha advertido a los que duden entre acudir o no a las urnas: “No es solo Madrid, es la democracia”.

En la céntrica Cuesta de Moyano, al lado del Jardín Botánico y conocida por su tradicional mercadillo de libros antiguos, cerraba esta campaña Mónica García. La candidata revelación -siempre y que los sondeos no sean un brindis al sol- era recibida con un mensaje de apoyo de Mónica Oltra y un espantoso trap con el que jóvenes y no tan jóvenes movían el cuello con más corazón y alegría que vergüenza. Salvado el mal trago, Errejón ha tomado la palabra y a viva voz ha explicado que las elecciones se celebran un martes “para que a la gente humilde le cueste ir a votar”. García, fiel a su estilo, ha recordado que es necesaria una política de los cuidados y del bien común, definiendo a su formación como “el mejor lobby de los cualquiera”.  

Con un estilo más combativo y personalista, Pablo Iglesias empezaba su discurso poniendo de relieve las diferencias de clase existentes en la Comunidad de Madrid. “La ultraderecha es un problema para Madrid y para España. ¿O acaso pensáis que si nosotros propusiéramos privatizar la sanidad y la educación me llamarían rata?”, preguntaba el candidato morado señalando a sus culpables habituales: empresarios, Ibex, ricos, privilegiados o medios de comunicación. “Ya está bien de banalizar la libertad. Nunca creyeron en la democracia, solo creyeron en el poder y la democracia solo les viene bien cuando pueden mantenerlo”, ha sentenciado el candidato.  

La derecha, donde todo empezó

Frente al tripartito de izquierdas, los tres de Colón. Pero Albert Rivera ya no está, Ciudadanos se convirtió en una marioneta en aquella plaza y el pobre Edmundo Bal acaba como empezó: rezando que las encuestas fallen para poder salvar un 5% del voto que no precipite su desaparición. Agradecido por el apoyo, ha dicho que representar a su partido “no tiene precio” y en esta campaña, pese a que “tienes sueño, comes mal, vas en furgoneta y tienes que memorizar cosas” Ciudadanos ha hecho lo correcto. Solo el 4 de mayo dirá si lo correcto ha sido plegarse al partido que les ha humillado, que ha desconfiado de su honorabilidad, que no ha contado con ellos para tramitar ley alguna y les adelantó las elecciones para regodearse en su entierro.

Más tarde, Isabel Díaz Ayuso arrancaba su discurso con los ojos vidriosos frente a miles de personas que coreaban la palabra “libertad” en Madrid Río, con el Palacio Real como telón de fondo: “Estoy viviendo los momentos más importantes de mi vida. En el momento más difícil para España y Madrid, solo puedo decir gracias”, decía, felicitando a su equipo de campaña -incluido Toni Cantó- por “hacer lo correcto y no lo conveniente” en esta batalla por “la libertad y la vida”.  “En Madrid se celebra el Orgullo, se celebran conciertos y se celebran los toros”, ha explicado la candidata que parte en ventaja según las encuestas. Así, tras un largo listado de agradecimientos, que ha culminado con una emotiva felicitación por el Día de la Madre, Ayuso se ha mostrado confiada asegurando que “el cinturón sur ya no es rojo, ni mucho menos”: “El problema de Madrid es Pedro Sánchez”, proseguía, sentenciando que para hacerle frente “al comunismo, el sanchismo y la ruina” solo es necesario el “sentimiento quijotesco” de los madrileños, que son España.  

Mientras en Madrid Río se podían ver banderas de España, de la Comunidad de Madrid, de Israel o incluso de Venezuela, la España de las banderas, como ellos mismos se promocionan, se aglutinaba en la plaza de Colón. Abascal y Monasterio cerraban la campaña viendo frente a ellos banderas pro-Trump y de la Cruz de Borgoña que ondeaban al ritmo de Taburete en los momentos previos a su salida. Su discurso, ensayado: menas, okupas, protección y ominoso nacionalismo. La plaza escogida, la de siempre, la de Colón, la de las tres derechas unidas. Vuelta al punto de partida.