Si con una segunda Transición pretendemos un progreso económico y social que afecte al bienestar, además de reformas estructurales en el ámbito socioeconómico tal como abordamos en mi anterior colaboración, son imprescindible reformas que afectan a las estructuras políticas e institucionales vigentes. Tales estructuras, incluidas las territoriales, son hijas de la Transición democrática del 75-78. No pretendo juzgar ni el pasado, ni a sus protagonistas, juicio negativo que se hace con excesiva ligereza. Ni los tiempos ni la coyuntura eran fáciles, no olvidemos que el poder franquista no finalizó con el fallecimiento de Franco (que murió en su cama). Posiblemente se cometieron errores, algunos de ellos fruto de unas reformas sin una ruptura con el franquismo. Pero el mayor error probablemente haya sido “sacralizar” y “extender” dichas estructuras, incluida la Constitución del 78, durante excesivos años.

Y tales estructuras obsoletas afectan a nuestro vivir y convivir cotidiano. El derecho al acceso a unos servicios públicos de calidad (educación, sanidad, prestaciones sociales), son una utopía sin una reforma de la financiación de las CCAA, a las que se han transferido las competencias pero con recursos insuficientes. Además todas las Comunidades, todos sus ciudadanos, sufrieron en sus carnes los recortes, eufemísticamente denominados ”reformas”. Hoy el crecimiento macroeconómico es un hecho, pero los servicios públicos siguen romos. De momento Montoro ha transferido sobre los presupuestos de las Comunidades Autónomas parte de la carga de la deuda pública generada por la administración central del Estado. Ni el vigente sistema de financiación, ni el actual modelo del Estado de las Autonomías surgido de la Transición Democrática 75-78, son útiles para hacer frente a sus nuevos retos. La reforma no puede afrontarse desde meros mecanismos administrativos/contables. Es imprescindible abordarlo desde reformas estructurales (territoriales, administrativas y políticas) del Estado de las Autonomías, posiblemente desde una estructura federal reforzada. Sin obviar una   reforma del actual texto constitucional.

No hay noticias del borrador de un nuevo sistema de financiación autonómica que el gobierno de Rajoy debía presentar antes de finalizar el 2017. Ante la apatía de los populares y las ambigüedades de C,s, de momento una Comisión evalúa el estado actual de las autonomías, como posible antesala para abordar una reforma de la Constitución del 78.  De momento nada de nada. Sectores políticos y sociales, haberlos haylos, pretenden aprovechar la crisis del sistema autonómico para replegar velas y que el gobierno central recupere competencias básicas trasferidas, especialmente Educación al considerarla un instrumento de perversión ideológica.

De momento iniciativas pocas, la nave parece estar encallada.  En el caso catalán el PP se disputa con el C,s quien es más fiel al “no nos moverán”. La difícil situación en Catalunya que no resolvió el 155 ni las elecciones sigue viva y coleando. Los populares anclados en “España va bien”, presiona a los demás partidos exigiéndoles responsabilidad para facilitar la gobernabilidad y la estabilidad del gobierno en minoría. Sin ninguna negociación previa, la oposición debe dar el placet a los presupuestos del PP, en minoría, diseñados de acuerdo a sus prioridades programáticas. ¿Reformas estructurales? Si, pero no. Se supone que el PP deberá afrontar los juicios por la corrupción infiltrada en las venas de los populares, que pretenden enterrar en el baúl de los recuerdos.

Mientras, Ciudadanos están encantados de haberse conocido después de sus buenos resultados en Cataluña y las buenas expectativas que le ofrecen determinados sondeos electorales. En C,s se sienten  njnguneados por los populares, pero al final ceden por aquello de la gobernabilidad. Y, ¿cómo no?, Rivera pretende “crear un discurso centrista” siguiendo el modelo de Macron en Francia aun estando a años luz. La oposición muestra graves dificultades a la hora de ofrecer en el Parlamento y a la ciudadanía alternativas coherentes. A los socialistas les cuesta recuperar la iniciativa política en el Parlamento y en la sociedad para poder recuperar la credibilidad y confianza (fáciles de perder y difíciles de recuperar) como alternativa de izquierda. Podemos ha perdido la virginidad y también “espacios políticos y ciudadanos”.

De momento, el futuro de una necesaria segunda transición sigue sin estar escrito.