Artur Mas ha reaparecido finalmente. Su silencio premeditado tenía en vilo a la desavenida familia del soberanismo centrista procedente de la conversión independentista de la desaparecida CDC. El expresidente de la Generalitat ha anunciado que abandona la política de partido para concentrarse en intentar rehacer la unidad del espacio político formado por el PDeCat y JxCat, dinamitada por Carles Puigdemont por sus prisas en reunir a sus fieles en una organización propia. Mas se queda en el PDeCat porque dice no querer avalar el divorcio promovido por Puigdemont y el resto de dirigentes que se han pasado a JxCat, pero no les critica porque, según dijo, sabe de los esfuerzos que todos han hecho por no romper. Sin embargo, habiéndose materializado la ruptura, él se reserva para recuperarla, desde una prudente distancia institucional.

El silencio de Mas en pleno naufragio del PDeCat respondió según al interesado a su voluntad de no perjudicar los intentos de su familia política por salvar los muebles. Una vez consumado el desastre, él se postula para capitanear la nave de la reconciliación familiar a partir de la capitalización de su perfil institucional como ex presidente de la Generalitat y, como tal, “patrimonio común del pueblo de Cataluña”. Mas pretende pues en nombre del pueblo de Cataluña trabajar exclusivamente para rehacer la unidad de la media Cataluña independentista enfrentada a la otra media Cataluña que se opone a la secesión.

“Yo siempre he trabajado en la integración y siempre lo hemos conseguido”, afirmó en su comparecencia, citando a continuación para justificar su afirmación, sus 30 años de militancia en CDC (enterrada en vida por el 3%), su impulso fallido de la Casa Gran del Catalanismo, la formación de JxSi (el grupo parlamentario que dio vida a la unilateralidad de 2017), la fundación del PDeCat para agrupar la transversalidad soberanista  y el pacto electoral de JxCat para evitar una ruptura precipitada que, finalmente, Puigdemont ha consumado a pesar de la resistencia de Mas.

Artur Mas ha callado hasta que Quim Torra desalojó del gobierno catalán a los consejeros del PDeCat, prueba definitiva de que la salida de Puigdemont del partido formaba parte de un plan de ruptura largamente pensado y ejecutado sin miramientos ni fraternidades soberanistas. Ahora, Mas quiere refugiarse en la dignidad del cargo de ex presidente para evitar el choque directo con Puigdemont, huir del zafarrancho de combate existente entre los dos partidos del centro independentista y reservarse para salvar la nave de la unidad de este espacio, de ser esto posible. Y podría serlo, en función de las expectativas electorales.

En su toma de distancia respecto de Puigdemont, Mas modula sus criticas a su sucesor, a quien atribuye el divorcio de los dos partidos, sin recriminarle en exceso, y a quien le corrige su nuevo eslogan, la confrontación inteligente, a partir de un reconocimiento. “La confrontación inteligente será la que nos permita ganar, pero sin unidad, no hay confrontación inteligente con el Estado”, dijo ayer. A continuación aseguró que sigue creyendo que la elección de Puigdemont como sucesor fue “una buena elección, al menos hasta 2017”.

Artur Mas no se arrepiente de nada, aunque se confesó “triste, decepcionado y malhumorado” por la marcha de las cosas en su espacio político. El ex presidente es el auténtico impulsor del Procés: convirtió a CDC al independentismo cuando se creía con fuerza para liderar el movimiento, frustró cualquier posibilidad de abrirse camino a la propuesta del pacto fiscal para reforzar la sensación de falta de diálogo del gobierno Rajoy, organizó la primera consulta por la que fue inhabilitado, organizó la candidatura de unidad de JxSi para evitarse una derrota electoral a manos de ERC y designó personalmente a Carles Puigdemont cuando la CUP le mandó a la papelera de la historia.

De todo su herencia, solo lamentó implícitamente haber marchado cuando los antisistema se lo exigieron a su partido y a ERC, subrayando el valor de su sacrificio en beneficio de la unidad de todas maneras perdida. Artur Mas deja todo lo que ya no tiene (cargos, listas electorales) para recuperar aquella unidad que forjó la actual división de Cataluña en dos grandes bloques irreconciliables, de momento.