El pacto para la reconstrucción de Pedro Sánchez se abre paso a base de dar por buenas las aceptaciones a regañadientes de la mayoría de los invitados. Si hubiera que regirse por las declaraciones públicas de quienes ya han hablado con el presidente del gobierno, las posibilidades de alcanzar algún tipo de consenso serían mínimas, ni tan solo en la discusión previa de la metodología de las reuniones. Para el gobierno se trata de un acuerdo para reconstruir el país tras el azote de la pandemia y sus efectos económicos con el objetivo de apalancar el futuro; para la derecha, la prioridad es modificar la política diaria  del gobierno, demasiado influida para su gusto por Unidas Podemos; para ERC y JxCat la prioridad es evitar que el estado de alarma sea un ensayo general de recentralización, objetivo compartido por el PNV, que por otro lado fija sus aspiraciones en negociar el presupuesto de 2021.

El primer éxito del presidente Sánchez en esta circunstancia será reunir a todos menos a Vox y a la CUP, porque incluso las ausencias son beneficiosas para la imagen de los eventuales acuerdos. A partir de la convocatoria inicial, las incógnitas se imponen. De hacer caso a la portavoz del gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, la inconcreción es voluntaria porque la metodología debe ser acordada entre todos los asistentes. De momento, se trata de un totum revolutum (partidos, comunidades autónomas, ayuntamientos, patronales, sindicatos) alrededor de cuatro mesas genéricas (economía, sanidad, políticas sociales y Unión Europea) de las que no se conoce guion, porque en este detalle, probablemente, estará implícito el futuro de las reuniones.

Inés Arrimadas definió en una sola frase el objetivo de su partido ante la oferta de pacto de Sánchez: “que no sirva para que Torra e Iglesias se salgan con la suya”. En esta hipérbole  Ciudadanos (el partido más ansioso por sentarse a negociar) coincide plenamente con el catastrofismo sideral del PP: el afán de poder del PSOE, repiten a diario, nos lleva a salir de esta crisis con una república bolivariana y con Cataluña en la vigilia de su independencia.

Esta hipótesis de trabajo de la derecha aboca a un planteamiento transparente y si puede ser en sesiones parlamentarias retransmitidas por televisión para cargar los muertos a las espaldas del gobierno y hacer más difícil cualquier acuerdo. Se trataría de hurgar en las discrepancias de los socios de gobierno (divulgadas de iniciativa propia para capitalizar unas décimas de protagonismo)  y desestabilizar un poco más la mayoría parlamentaria (sostenida en estas fechas a base de abstenciones), persiguiendo una explosión política sobre un escenario de emergencia sanitaria, económica y social que permita plantear alternativas improbables al actual gobierno de coalición de la izquierda.

Las dificultades de los socialistas no se limitan a las que pueda plantear la oposición. PNV y ERC apuestan por centrarse en el plano económico pero recelan de la tentación de prolongar el espíritu recentralizador aplicado por el estado de alarma, cuyos resultados operativos en materia de coordinación y centralización de compras han criticado a destajo.

JxCat es algo más explícita, rechaza cualquier medida que pudiera servir para “robustecer” el Estado Autonómico y reintroduce en la crónica de actualidad el derecho a la autodeterminación, hibernado en las últimas semanas, sustituido por el gobierno Torra por el intento de aparentar ser algo más que una autonomía en plena crisis sanitaria, en la línea más que un club, popularizada por los fans del Barça . ERC es más prudente en este extremo, y solamente recuerda que hay otra mesa de negociación, la del conflicto catalán, que debería ser la quinta mesa. Una exigencia aplazada de inmediato por el PSOE para el día después de la urgencia actual para evitar dar pábulo al escenario profetizado por la derecha.

La primera señal del tono autonomista o recentralizador del pacto de reconstrucción promovido por el gobierno Sánchez vendrá dada por el papel de los gobiernos autonómicos en el mismo. La reparación y fortalecimiento del sistema de salud, un objetivo inapelable para todos los partidos llamados a negociar, por ejemplo, se corresponde con una competencia autonómica indiscutible. ¿Cuál será el formato de discusión de las medidas a tomar y cómo se implementarán éstas de no ser pactadas con los diferentes gobiernos competentes? La Constitución sobrevolará vigilante la sala en la que se reúnan los partidarios de arrimar el hombro en la reconstrucción post-coronavirus.