Quim Torra aparece en plena efemérides de la épica del 1-O como un presidente atormentado y errático. Tiene el corazón partido entre su devoción por los comités de defensa de la república, los CDR, y su obligación de defender a los Mossos de Esquadra en sus choques contra los activistas. Castigado en la televisión pública catalana por su inconcreción de cómo llegar a la república y por las contradicciones propias del discurso republicano y la gestión autonomista, ha aprovechado la conmemoración del referéndum unilateral para hacer un guiño a los CDR y a la CUP, en vigilia del debate de política general del Parlament.

En su última entrevista en TV3 aseguró estar dispuesto a dejar el cargo en cuanto se diera cuenta de que no era útil para la construcción de la república y a 24 horas de la primera sesión de debate de política general, la presidenta de la ANC le ha urgido a la presentación del plan para culminar el mandato del 1-O. La CUP lleva varios días solicitando la dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch, por el desalojo del campamento independentista de la plaza de Sant Jaume y por las cargas de la policía autonómica contra manifestantes independentistas que el pasado sábado pretendían chocar contra los policías de paisano que se concentraron para homenajear a sus compañeros por lar cargas contra los votantes del 1-O, aunque formalmente, la convocatoria respondiera a cuestiones laborales.

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La situación del presidente Torra es muy comprometida. ERC lo considera simplemente un adversario electoral; la consejera de Presidencia, Elsa Artadi, como un impedimento a su interés por protagonizar el diálogo con el gobierno de Madrid y a sus aspiraciones presidenciales; la CUP y los CDR, quieren ver en él al único aliado del radicalismo; la oposición lo critica por inoperante, cuando no “intolerable”, como es el caso de Inés Arrimadas.

Torra, por su parte, fiel a su obra periodística comprometida y sospechosa de xenofobia para SOS Racismo, se debate entre la obligación y la devoción. Los independentistas expulsados por los Mossos del campamento de la plaza de Sant Jaume le reclamaron que bajara a defenderlos y tal vez estuviera tentado de hacerlo. Aquel día se reprimió, pero en el acto oficial de recuerdo del 1-O, alentó directamente a los CDR: “Nos presionáis y hacéis bien en presionarnos”.

Los CDR dedicaron toda la jornada a presionar efectivamente al gobierno catalán con diversos cortes de carreteras y del AVE; recriminándoles su autonomismo, exigiéndoles una política firme basada en “ni olvido ni perdón” por las cargas policiales del 1-O, pero también apelando a la connivencia republicana para que no les envíen a los Mossos cuando ejercen la presión elogiada por el presidente Torra. En su deambular entre la personalidad institucional y la de activista, el presidente de la Generalitat defiende a su consejero de Interior y designa a un ex dirigente de la CUP para dirigir la Oficina de Derechos Civiles y Políticos, motor oficial de la marcha cívica que viene reclamando desde principios de septiembre, en su interés por emular a Luther King.

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Hasta ahora, Torra no ha concretado como piensa materializar su sueño de disponer de una república en pleno Estado de las Autonomías, ni como cumplir con “el claro mandato a favor de la independencia”, emitido, a su juicio, el 1-O. El debate de política general de esta semana podría ser una magnífica ocasión para dar satisfacción a la ANC y a la audiencia de TV3, que en la noche del sábado, le flageló con mensajes de decepción mientras era entrevistado en uno de los programas de referencia del independentismo.

Torra no ha precisado por el momento cuál es su plan para superar la situación de “gravedad absoluta” en la que vive Cataluña. Esta es su expresión favorita para referirse a la prisión preventiva de los dirigentes del procés, a la situación de los huidos y a los múltiples investigados, casi todos del ámbito municipal. Ha reiterado que no va a aceptar una condena por rebelión ni por cualquier otra acusación. Todo lo que no sea el archivo de la causa, le parece inaceptable y una demostración de la falta de voluntad negociadora del gobierno de Pedro Sánchez.

El presidente de la Generalitat aprovechó el acto conmemorativo del 1-O, celebrado en Sant Julià de Ramis, para apuntar una idea para el caso de una condena a los procesados: “volveremos a determinarnos, como el 1-O”. De esta forma, considerando que unos minutos antes había insistido en dar por bueno el mandato de autodeterminación del 1-O, podría darse la circunstancia de que Cataluña se convirtiera en el primer país que proclamara por dos veces la república sin haber obtenido la independencia.