El presidente de la Generalitat presentó finalmente su plan de Gobierno. Y a pesar de advertir que “la retórica no lo aguanta todo”, contravino su propia opinión con un programa de contenido conocido pero reformulado a la luz de la terminología republicana. La sentencia sobre las limitaciones de la retórica iba dirigida a Pedro Sánchez y sus continuas apelaciones al diálogo, dejando claro que la auténtica voluntad de diálogo solo quedará demostrada por parte del gobierno español cuando se acepten las aspiraciones del gobierno catalán: archivo de la causa contra los dirigentes independentistas y aceptación de un referéndum pactado.

El título del plan de Gobierno es muy descriptivo: “De la Restitución a la Constitución”. La Restitución es la fase de recuperación de los efectos perniciosos producidos por la aplicación del artículo 155, una fase que Torra dio por acabada, con la excepción de la restitución de la presidencia de la Generalitat a Carles Puigdemont, el gran objetivo de la actual legislatura según sus palabras. La Constitución es una referencia al debate ciudadano que emprenderá en breve el fórum cívico, social y constitucional impulsado por el Gobierno catalán, cuyos trabajos deberían finalizar con un referéndum de la carta magna de la república.

“Libertad, cultura y talento”

Mientras tanto no se concluye este debate constitucional, el Gobierno Torra emprende la segunda fase de su mandato que tiene como objetivos centrales (además de la restitución de Puigdemont), la recuperación de las leyes suspendidas por el TC (sea por retirada del recurso por parte del Gobierno central o por nueva aprobación desde el Parlament), la Marcha por los derechos civiles, sociales y nacionales ( anunciada el 4 de septiembre, aunque todavía no emprendida) y la implementación del plan de Gobierno del “cambio republicano”, resumido en tres conceptos, “libertad, cultura y talento”.

El lenguaje creativo disimula una variación del programa que el independentismo arrastra desde los tiempos de Artur Mas, rebautizado ahora como el paradigma de los valores del republicanismo: la transversalidad de la acción de los departamentos, el consenso social, la justicia social, la igualdad de género, la creatividad, las políticas digitales, la prosperidad, la presencia en el mundo, la democracia y, sobre todo lo demás, el cumplimiento del mandato republicano del 1-O.

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Preguntado Quim Torra por las dificultades de entender la estrategia de negociar por la mañana en Madrid la ampliación de la red ferroviaria de Cercanías, por ejemplo, y por la tarde participar en las sesiones del fórum de discusión de la constitución catalana, o al revés, exigir al Estado el pago de la deuda por la tarde después de haber dedicada la mañana a aprobar de nuevo una ley suspendida por el TC, el presidente respondió: “Lo que no se entiende es que haya presos políticos”. Esta es uno de los pilares del actual discurso y la prueba de fuego para el Gobierno de Pedro Sánchez, de quien aprecia las palabras de comprensión de sus ministros sobre el exceso de la prisión provisional, pero a quien plantea que solo el archivo de la causa podrá convencerle de la existencia de una auténtica voluntad de diálogo.

Y un referéndum pactado

El otro pilar es la reclamación del referéndum pactado, a poder ser con supervisión europea, como plantea Carles Puigdemont en su libro de vivencias de los hechos acaecidos el año pasado. Torra admite que no tiene sobre la mesa ninguna propuesta de mediación internacional, pero está muy de acuerdo con su predecesor en todo. El relato oficial actual de ambos no atiende a la contradicción evidente de dar por proclamada la república el día 27 de octubre de 2017 siguiendo el mandato del 1 de octubre, el día de la victoria, a juicio de Torra, y reclamar un nuevo referéndum de autodeterminación, del que insisten en mantener la ficción de que puede celebrarse con el redactado actual de la Constitución.

La contradicción (y la represión) es cosa de Madrid y el diálogo es una virtud innata de los catalanes, este vendría a ser el resumen del discurso en estos días de celebración de efemérides patriótica. En los múltiples recordatorios de lo sucedido hace un año, queda claro que el discurso oficial del independentismo olvida sistemáticamente las sesiones del Parlament del 6 y 7 de septiembre en las que aprobaron las leyes del referéndum y la transición nacional a la república, posteriormente suspendidas y anuladas.

Para Torra y los suyos todo empezó el 1-O con la respuesta agresiva del Estado, siguió con la aplicación del 155 y con los procesamientos del anterior Gobierno catalán y los dirigentes de las dos grandes entidades soberanistas. Con esta secuencia parcial se busca fundamentar la apelación a la causa justa ante un estado agresor para justificar internacionalmente un nuevo intento de proclamar la independencia, para cuando se pueda y siempre que la retórica aguante.