Lluis Llach escribió L'Estaca en 1968. Se convirtió rápidamente en un himno. Una llamada a la unidad de acción para librarse de las ataduras, para conseguir la libertad. Originalmente escrita en catalán, pongo aquí su letra en castellano porque me gustaría que prestásemos atención, que la escuchásemos de nuevo todos los que defendemos la libertad y la democracia. Llach apela a la conciencia colectiva, a la unidad, a la suma, a la fuerza. Esa estaca a la que todos estamos atados, que caerá si unos tiran por aquí y otros tiran por allá. 

Cuesta entender lo que mucha parte del pueblo catalán exige en estos días. Cuesta entenderlo desde España, porque no hay manera de enterarse de lo que está sucediendo. Los medios de comunicación principales se esfuerzan en contarnos las cosas de una manera que poco tiene que ver con la realidad. Y, claro, usted podrá pensar que eso de la "verdad" es difícil de consensuar, porque cada cual tiene la suya. Estoy de acuerdo en que cada quien tendrá sus razones, sus motivos para apoyar una idea o la contraria. Pero no, no me refiero a eso. Me refiero a hechos, a datos objetivos, a declaraciones que se dicen y a las que no se dicen y jamás se han pronunciado pero que han sido publicadas. Me refiero a una zafia manipulación, a la introducción de adjetivos que nos cuelan de rondón cada vez que nos dan las noticias en los distintos informativos. 

Bien porque hay información que, directamente, no existe, bien porque la que nos cuentan es sesgada, intencionada. Un ejemplo reciente: los datos que nos han dado sobre la manifestación de ayer en Bruselas. Mientras la policía belga contabilizaba 45.000 personas, los medios "oficiales" de España trataban de reducir la cantidad a 10.000. ¿Por qué? Nadie sabe objetivamente en qué se basaron para dar esta cifra. Pero la dieron. Evidentemente con la intención de menospreciar a los miles de ciudadanos y ciudadanas que se desplazaron hasta la capital de Europa a reclamar, pacíficamente sus derechos. La policía belga confirmaba que había sido la mayor manifestación de la historia que recuerdan. Y además, de manera específica, hacían hincapié en el civismo del pueblo catalán, en su protesta pacífica, alegre y que, sorprendentemente para los belgas, no había dejado rastro a su pasada por Bruselas. 

El gobierno persiste con su intento de ridiculización constante de personas, mensajes y argumentos al que se suman aquéllos que deberían, sencillamente, ofrecer pluralidad informativa para que, cada quien y cada cual, pueda optar en libertad a la hora de conformar su propio criterio. Es prácticamente imposible. Porque no todo el mundo consume información como algunos hacemos. La mayoría ve las noticias mientras come, de pasada en el bar, por encima... o compra un diario en papel, normalmente el mismo. Escuchan la misma emisora de radio prácticamente todos los días. Y ya. Es casi imposible romper esa uniformidad. Ofrecer otras alternativas, datos que se contraponen a lo que se empeñan en relatarnos con clara intención. 

¿Cuál es la intencionalidad de los medios mayoritarios en España? Que las estacas a las que estamos sujetos no caigan. Nada nuevo, pero algo que resulta muy difícil de explicar ante las ideas que han quedado bien clavadas en un imaginario colectivo. Igual que en su día todo lo que viniera del País Vasco era miedo, muertes, terror, hoy todo lo que viene de Cataluña suena a locura, ilegalidad, delitos, insolidaridad y gente que se siente superior y odia al resto de españoles. Este es el mensaje oficial y, salvo que nos organicemos y compartamos información contrastada sin ánimo de enfangar, no podremos salir de esta ni soltarnos de las estacas. 

El pueblo de Cataluña, el que se organiza, se manifiesta, el que vota en urnas el uno de octubre y recibe palos trata de expresar un mensaje: está luchando por una república, por la construcción de una sociedad que se fortalece desde sus raíces, desde el pueblo; que habla, que se expresa, que se escucha y está convencida de que tiene una cultura, una tierra por la que les merece la pena luchar. Quieren su lengua, quieren su identidad. Y sobre todo, no quieren odiar a nadie. Y cuanto más atacados por España se sientan, más seguros se sentiran defendiendo su propio proyecto. 

La estrategia del nacionalismo español es precisamente la más propicia para generar ese sentimiento de ofensarepresiónagresión continua. Lejos de promover una apertura de mente y de corazón del pueblo español respecto al catalán, se genera enfrentamiento, polarizando las posturas de manera agresiva y, como estamos viendo, absurda y ridícula. La realidad termina siendo tozuda y quizás, algún día, podamos acceder a los datos que hoy se nos ocultan. Ojalá que no sea demasiado tarde. 

Deberíamos entender que Llach decía aquello de "si yo tiro por aquí y tú tiras por allá, seguro que cae".... En Cataluña, ya están tirando por allí. Lo que falta que es que nosotros tiremos "por acá", para que caiga: el franquismo, la monarquía, la injusticia social que se sustenta en clases oprimidas por quienes siempre se han servido de todas las vías posibles para imponer su criterio. Ahora, esos herederos del franquismo hablan de "constitucionalismo", los que en su día no miraban con buenos ojos la Constitución. Esos mismos hoy se parapetan en el sistema que han conseguido moldear a su imagen y semejanza. Porque hoy, la Constitución, elemento de entendimiento y paz, se ha convertido en un escudo y un arma arrojadiza precisamente contra quienes reclaman más y mejor democracia.

Decía Pablo Iglesias hace unos días que el independentismo ha despertado al fascismo. Esa frase, siendo cierta, encierra terribles verdades: que el fascismo no se enterró en la transición, que quedó dormido (o disimuló estarlo). Que durante estos cuarenta años se ha sentido tranquilo y no ha sido necesario despertar, pero que, ahora, con esta lucha pacífica de quienes defienden la República, ha despertado para volver a dar zarpazos que quedan impunes a vista de todos. 

Habría que entender que no es lo mismo ser soberanista que nacionalista o independentista. Estamos todavía lejos de saber las diferencias entre estos conceptos y que nos servirían para comprender lo que realmente sucede. 

¿Es posible hacer caer las estacas que nos atan? ¿De qué manera caerán si no nos unimos todos para reclamar justicia, libertad y democracia? ¿Por qué no queremos entender que esta revolución social apela a todos los republicanos, a todos nuestros muertos en cunetas y a su lucha? No es otra, no. Esa es la estaca. Y nosotros, los de aquí. Ahora queda entender que también debemos "tirar" de este lado para conseguir que caiga. 

El viejo Siset me hablaba 
al amanecer, en el portal, 
mientras esperábamos 
la salida del sol 
y veíamos pasar los carros. 
 
Siset: ¿No ves la estaca 
a la que estamos todos atados? 
Si no conseguimos 
liberarnos de ella 
nunca podremos andar. 
Si tiramos fuerte, la haremos caer. 
Ya no puede durar mucho tiempo. 
Seguro que cae, cae, cae, 
pues debe estar ya bien podrida. 
Si yo tiro fuerte por aquí, 
y tú tiras fuerte por allí, 
seguro que cae, cae, cae, 
y podremos liberarnos. 
¡ Pero, ha pasado tanto tiempo así ! 
Las manos se me están desollando, 
y en cuanto abandono un instante, 
se hace más gruesa y más grande.