El pacto de gobierno entre ERC y Junts goza de mala salud desde el mismo momento de su firma, en mayo de 2021, cuando se prometieron lealtad mutua. Las dos estrategias que les enfrentan venían de antes y siguen vigentes. Y a cada crisis, bordean el abismo de la ruptura, evitándola en el último suspiro. En esta ocasión, sus diferencias crónicas y la interferencia de la renacida ANC que algunos creen plataforma para Laura Borràs, los están empujando a una ruptura que nos les conviene pero que podría ser inevitable de no ponerle freno. Una ruptura por accidente, debida a la colisión de las muchas dinámicas internas enfrentadas y aceleradas por las serias dudas actuales de mantener el acuerdo.

Desde que a finales de agosto la presidenta y el secretario general de Junts, Laura Borràs y Jordi Turull, coincidieron en advertir a ERC que “así no podemos seguir”, el deterioro de las relaciones entre los socios del gobierno de la Generalitat se ha intensificado. La ANC ha ayudado lo suyo en sobredimensionar la crisis, aunque su propuesta de declarar la independencia en 2023 haya caído en saco roto por increíble. Junts, aprovechando el viento favorable, a presentado sus exigencias a los republicanos: dirección conjunta de la estrategia independentista, coordinación de los respectivos grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados y limitación de la agenda de la Mesa de Negociación con el gobierno de Pedro Sánchez a discutir sobre autodeterminación y referéndum. ERC se ha negado al ultimátum sin mayor demora, observando que solo buscan su desgracia.

Las tres reivindicaciones de Junts no son ninguna novedad, persiguen el fracaso definitivo de la mesa de diálogo y la limitación del apoyo parlamentario de ERC al gobierno de PSOE-Unidas Podemos, como primeras victorias de su estrategia. De hecho, más o menos literalmente, al menos la exigencia de conformar una dirección estratégica del movimiento fue admitida por ERC al firmar el pacto de gobierno. En aquel momento, se presumía una dirección integrada por los dos partidos en el gobierno, además de la CUP, la ANC y Òmnium. Este comité parecía entonces muy difícil de conformar y la prueba es que su formación no se ha intentado siquiera; ahora se antoja casi un imposible. También se comprometían a coordinar el gobierno de la Generalitat con el Consell per la República, extremo que tampoco se ha materializado, más bien todo lo contrario.

Después de un año largo de legislatura no se han puesto de acuerdo en nada y en este momento, a menos de un año para las elecciones municipales, todavía es más complicado. ERC no quiere romper, el sector institucional de Junts que se visualiza en el conseller de Economía, Jaume Giró, tampoco lo quiere por considerar prioritaria la aprobación de unos presupuestos expansivos para prepararse para la crisis económica. El sector encabezado por Borràs se manifiesta a diario a favor de salir del gobierno y la ANC simplemente pide la dimisión de todo el gobierno. Artur Mas, por su parte, preconiza la continuidad del pacto mientras calienta la banda preparándose para saltar al campo de juego de obtener Xavier Trias un buen resultado en su probable retorno como candidato a la alcaldía de Barcelona.

La clave de la resolución transitoria de la crisis ERC-Junts o la ruptura definitiva del pacto estaría en el papel de Jordi Turull. Hasta la fecha, el secretario general de Junts ha pospuesto siempre su posición al resultado de la auditoria de la acción del gobierno catalán y a la valoración de las bases del partido. El temor de Turull es que la salida de sus consejeros del gobierno Aragonés no signifique el final del gobierno, que ERC podría mantener en minoría. Sin embargo, el desarrollo de la manifestación de la ANC y el aparente éxito de Borràs entre el sector movilizado contra el gobierno Aragonés, sumado al temor de que las bases de Junts estén más acuerdo con la presidenta del partido que con el secretario general, que, por el contrario, cuenta con mayor influencia entre los cargos del partido, podrían hacer dudar a Turull de la decisión a tomar, finalmente.

O al menos, podría hacer pensar a Turull que le conviene tensar más la cuerda con ERC para obtener algún rédito que presentar ante los rupturistas. ERC, por su parte, también muestra una tendencia clara a enrocarse en su discurso de exigencia de lealtad a sus socios y en dar prioridad a gobernar ante las dificultades económicas que se avecinan, aunque es evidente que muchos militantes republicanos se sintieron incómodos por la ausencia de Aragonés en la manifestación. El juego que están jugando es muy propicio al accidente irremediable.