Si lo que pretendía Carles Puigdemont era dejar la impronta de presidente en el exilio, está dando la impresión de no ser un político de talla. El expresident empieza a aparecerse a un santón de los que atrapan masas anunciando visiones casi sobrenaturales.

Nada que ver, por cierto, con Francesc Ferrer i Guardia, un revolucionario catalán que tiene en Bruselas un monumento como “símbolo del librepensamiento y de la tolerancia”. Nacido en 1859, fundó la racionalista Escuela Moderna. Acusado de masón y condenado a muerte por un consejo de guerra por haber sido uno de los instigadores de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona en julio de 1909, todo un pasado que los fieles de Puigdemont, al parecer, prefieren ignorar.

Allí en Bruselas, tuvo lugar una auténtica peregrinación convocada por los principales oráculos de Puigdemont, Òmnium Cultural y Asamblea Nacional Catalana. Fue aclamando como líder, mientras algunos intentaban tocarle el borde de la chaqueta desfalleciendo de gozo.

El expresident tildó de franquista al Estado español y arremetió contra las autoridades europeas “cómplices”. Y subrayando su línea argumental dijo: “quizás no somos delincuentes; quizás somos demócratas”. Su profeta de cabecera, Artur Mas, aseguró que, de ganar  ERC dejando atrás a Junts per Catalunya, Madrid sufriría poco daño e invitó a votar al líder huido a los 45.000 viajeros, según la policía belga, que habían acudido a la llamada.

 Las rejas no están solo en los presidios

Mientras, desde la estrechez de su celda, Oriol Jonqueras animaba a votar confiando en Marta Rovira, quien representaba a ERC en el acto de Bruselas, ninguneada por el ímpetu de los de Junts per Catalunya.  ¡Tanto sufrimiento para esto!

Imbuido de la gloria efímera del momento, Puigdemont no parece haberse percatado de que la Justicia le ha situado en el limbo junto a los  exconsellers que le acompañan, que la vuelta a Cataluña es conflictiva y que el futuro se dibuja oscuro. Las rejas no están solo en los presidios, que también. Vivir en otra tierra acobardado por las consecuencias de sus actos si se plantea el regreso, es otra prisión acaso más vergonzante.

Por el momento, Carles Puigdemont va camino de ser el  fantasma que recorre Europa.