Quienes la conocen me aseguran que Clara Ponsatí, exconsejera de Educación del Gobierno de la Generalitat presidido por Carles Puigdemont, es una buena mujer con un reconocido prestigio internacional en el terreno de la economía, inteligente, culta y de profundas convicciones nacionalistas y siempre muy llana y sincera. Su sinceridad ha quedado de nuevo demostrada al afirmar en público, en un acto celebrado en Londres, en referencia al desafío secesionista, algo tan claro como esto: “Jugábamos al póker e íbamos de farol”.

Estas afirmaciones de Clara Ponsatí no son las primeras dichas en público por parte de algún dirigente del independentismo catalán en las que se demuestra la inconsistencia infinita del llamado “procés”. Inconsistencia estratégica y táctica, inconsistencia intelectual y política, y sobre todo no ya inconsistencia sino indigencia moral absoluta. La misma exconsejera Ponsatí ya había hecho alguna que otra declaración similar. También las habían hecho otros conocidos dirigentes secesionistas, comenzando por el propio expresidente Puigdemont en mensajes enviados al exconsejero Toni Comín. No obstante, nunca se había llegado al extremo de reconocer que todo lo que la ciudadanía catalana viene viviendo y sufriendo desde hace ya seis interminables años no era nada más que un mero juego, una simple partida de póker y que, por si no bastara con ello, los dirigentes independentistas iban de farol.

En esta partida de póker en la que jugaban de farol los dirigentes secesionistas no se jugaban su dinero: jugaban con el dinero de toda la ciudadanía catalana

Ya sé que la exconsejera Clara Ponsatí es una economista experta en la teoría de los juegos, pero ni tan siquiera con esta posible excusa son admisibles sus palabras. Porque, encima, en esta partida de póker en la que jugaban de farol los dirigentes secesionistas no se jugaban su dinero: jugaban con el dinero de toda la ciudadanía catalana, y por extensión también con el dinero del conjunto de la ciudadanía española. Pero conviene precisar que no solo jugaban -en realidad, en gran parte todavía siguen jugando- con nuestro dinero, que es algo ya muy grave. Lo hacían, y lo siguen haciendo también, con las emociones más íntimas, los sentimientos de identidad y las sensibilidades de pertenencia de millones y millones de personas de toda edad, procedencia y condición.

Si en algún momento yo hubiese sido seguidor o votante de alguno de los partidos independentistas, me sentiría ahora engañado y estafado. No lo he sido nunca, antes bien llevo todos estos últimos años advirtiendo siempre de la falacia absoluta de los planteamientos secesionistas. Lo que más me extraña, lo que me causa escándalo y me provoca vergüenza ajena, es comprobar una vez más que ni tan solo ante unas declaraciones como las de la exconsejera Ponsatí, tan sinceras como impúdicas, parece que ni un solo seguidor o votante independentista muestra en público su indignación cívica y reclama o exige que quienes llevan tantos años jugando al póker de farol con nuestro dinero, con nuestros sentimientos y con nuestras emociones, con el presente y el futuro de nuestro país, reconozcan sin ambages su engaño, pidan excusas y, por un mínimo sentido de la dignidad personal, se retiran definitivamente de la política.