Vivimos unos momentos de extrema gravedad en los que, de no encontrar la solución adecuada, podemos debilitar nuestra democracia hasta extremos de retroceder décadas en el tiempo. Es preciso hacer política de verdad, pero para ello precisamos políticos de altura de los que carecemos en todas fuerzas políticas, sin excepción. Es un tema muy difícil de resolver, porque la mediocridad se ha apoderado de las instituciones, es complicado que alguien cabal puede tener el hueco adecuado, y de inmediato se le margina. Pero aun así tenemos que salir victoriosos de esta situación, para no lamentar las consecuencias de una derrota. Jugar al tacticismo político, de regate corto, para buscar un rédito electoral, sería nuestro propio suicidio.

En primer lugar, debemos dejar claro que el Estado español no es el PP, somos todos; y si coyunturalmente Rajoy gobierna España, es porque así lo han querido una mayoría suficiente de ciudadanos, y no ha sido capaz de evitarlo una izquierda dividida. De aquí que debilitar nuestra posición común como Estado, nos afecta a todos, y entre todos tenemos que evitarlo. Cada partido, cada líder político, debe estar a la altura de las circunstancias; nos están mirando en el mundo, y en casa cada español, en silencio, está anotando quién es capaz de dar consistencia y soluciones, y quien no; porque la ideología para muchos ya queda en un segundo plano, y todos buscan la estabilidad.

Precisamos una izquierda fuerte, coherente, sensata, que al mismo tiempo que defiende su ideología, sea capaz de transmitir ante todos que es competente para defender de forma prioritaria el interés común. No es época de insultos y descalificaciones, porque para vencer al adversario existen otros lenguajes mucho más sutiles, que se traducen en posicionamientos sensatos en épocas de crisis extremas, y esta lo es.

El pulso frente a un independentismo intransigente lo ganamos buscando posiciones comunes, sin perder cada uno su identidad. Ante todo, debe prevalecer el interés de todos y la defensa del Estado español. No es posible ir con los de la feria y venir con los del mercado; cada uno debe de saber dónde está, y en estos momentos el enemigo común es un independentismo intolerante, que se ha burlado de nuestro Estado de Derecho y está tratando de consumar un golpe de estado, que puede desestabilizar nuestra democracia y hundir nuestra economía.

Con la palabra siempre se pueden encontrar soluciones; pero ¿alguien piensa que en estos momentos se puede dialogar con Puigdemont? Para empezar a hablar, primero que vuelva al Estado de Derecho quien se ha salido de él; y después todo el diálogo del mundo con unas condiciones irrenunciables: España no se rompe, todos somos iguales ante la ley, y el principio de solidaridad debe imperar entre las regiones de España; hemos tardado siglos en construir un proyecto común y entre todos debemos defenderlo.

Buenos días a todos.