El debate maratoniano en TV3 tampoco aportó ninguna luz sobre el día siguiente al 14-F. Después de tres horas de hablar quedó claro que Ciudadanos y el PP se creen las encuestas  y luchan por sobrevivir frente al empuje de Vox, a cuyo candidato dedicaron mucho más tiempo del habitual para desarmarlo. También quedó en evidencia la tendencia populista de JxCat y el temor que provoca en ERC, hasta el punto de arrastrarlo a sus posiciones, especialmente las contrarias a la negociación. Laura Borràs ya es tan favorita a ganar las elecciones como Salvador Illa y Pere Aragonés. A la primera, la campaña se le hará corta y a los candidatos socialista y republicano se les está haciendo cuesta arriba.

El candidato del PSC no da abasto a la atención que le dedican sus adversarios. Salvador Illa es al mismo tiempo la marca blanca del nacionalismo y un peligro para la Constitución, según PP, Ciudadanos y Vox, y el aspirante del 155 que pretende acabar con el Procés con un paso de página amnésico en opinión de JxCat, ERC y PDeCat.  Illa no es muy explícito en los detalles de su fórmula de futuro aunque si contundente en los límites de la misma: dentro del estado de derecho todo es posible, fuera, nada de nada. Las reacciones del ex ministro de Sanidad están muy condicionadas por los pactos del Congreso, tanto respecto de ERC como de En Comú-Podem.

Illa acepta el cuerpo a cuerpo que busca continuamente Aragonés sin mayores problemas pero sin poner en peligro las esperanzas depositadas por el PSOE en ERC como aliado permanente. A la pulla repetida de Aragonés insinuando que el PSC podría buscar los votos de Vox para alcanzar la presidencia, solo responde “que ni por activa, ni pasiva ni perifrástica”. Respecto de En Comú-Podem evita claramente la polémica. Después de diez días de campaña, respondió a la habitual acusación de Albiach de ser los socialistas quienes apuntalan la monarquía con una broma: “esta campaña no es para ser reyes o reinas”.

La pugna en el bloque independentista es algo más despiadada. ERC y JxCat ningunean a la candidata del PDeCat . Àngels Chacon debe invertir siempre un tiempo a reivindicar su condición de independentista y su presencia en un futuro gobierno “aunque no a cualquier precio”. Aragonés y Borràs tampoco ofrecen ningún juego a la CUP, aunque difícilmente podrán gobernar sin el apoyo de los antisistema, cuya candidata, Dolors Sabater, viene recalcando que solo están para la confrontación con el Estado. El republicano quiere gobernar con todos los independentistas (la vía ancha) y la candidata legitimista incluso ignora a ERC si no es para dudar de su independentismo, lo único que explicita es su interés por ser la primera presidenta de la Generalitat.

Borràs se ha erigido en la guardiana del santuario del 1-O, consiguiendo arrastrar a Aragonés a su cruzada contra los partidos del 155 (recordándole de todas maneras que ERC vota en Madrid con los del 155) y forzando al candidato republicano a negar su propia estrategia de diálogo. Aragonés siempre acaba proponiendo exigencias inasumibles (amnistía y autodeterminación) para mantener la mesa de negociación, equiparándose así a JxCat, que la rechaza frontalmente.

De hacer caso a lo dicho en el último debate la cuestión de los pactos está de la siguiente manera. A Borràs solo le preocupa que Aragonés pueda ser presidente con el apoyo por activa o pasiva del PSC del 155. Aragonés se concentra en negar cualquier tripartito de izquierdas. Illa anuncia un gobierno progresista que solo tiene un socio  fijo, en Comú-Podem. Jéssica Albiach solo confía en un gobierno tripartito de izquierdas. Carlos Carrizosa está anclado en el gobierno constitucionalista que nunca suma sin Vox y que solo defiende a capa y espada Ciudadanos. El PP se ofrece como alternativa al nacionalismo, en genérico, subrayando sus éxitos en Madrid y Andalucía para substituir a los socialistas. La CUP está a lo suyo, la confrontación. Y a Vox no parece preocuparle quien va a gobernar porque tanto le da la “mafia separatista” como el “gobierno criminal de los social-comunistas”.

El debate fue dirigido por el propio director de TV3, Vicent Sanchis, quien con su peculiar forma de llevar las cosas consiguió cortar la discusión cuando esta intentaba abordar la corrupción (3%, imputación Borràs y Núria Marín) y ofreció a la CUP el favor de ser la fuerza con mayor tiempo de palabra. El encuentro entre candidatos estuvo muy marcado por las encuestas que machaconamente anuncian un triple empate en cabeza (PSC-ERC-JxCat) y avanzan una entrada de Vox en el Parlament, probablemente como cuarta fuerza, igualando a Ciudadanos y En Comú-Podem y por delante claramente de la CUP y PP. El PDeCat sigue con un pie fuera del Parlament.

Ignacio Garriga, el candidato de Vox, aprovechó la atención recibida, especialmente por parte de PP y Ciudadanos que no rehuyeron el choque como en anteriores ocasiones, para llevar el debate al caos por un buen rato. Garriga lanzó su habitual referencia al peligro de islamización de Cataluña y el supuesto trato de favor a los jóvenes inmigrantes bajo tutela pública a los que estigmatizó como delincuentes. Y todos se abalanzaron sobre él, con gran satisfacción por su parte, que en el papel de protagonista denunció a todos los demás de formar parte de un régimen de terror (islam, inseguridad, ocupaciones, catalán) promocionado por TV3. Cuando Alejandro Fernández, el candidato del PP, autoproclamado representante del “espíritu de la Transición”, le preguntó abiertamente si en su cruzada pensaba cerrar el Parlament y la Generalitat, el aspirante de Vox no supo exactamente que responder.