El panorama de la política institucional catalana es inaudito: la presidencia del Parlament está en funciones; la vicepresidencia del gobierno, vacante; la participación de Junts en el gobierno, en el limbo, a la espera de la decisión de sus militantes; y el presidente de la Generalitat ha visto rechazada por el Parlament su propuesta estrella, la vía canadiense para resolver las aspiraciones independentistas. El naufragio del gobierno Aragonès, calificado por el líder de la oposición, el socialista Salvador Illa, como un estorbo para el país, parecería inminente; sin embargo, la necesidad imperiosa del independentismo de seguir en el poder autonómico para mantener vivo el movimiento, puede hacer milagros.

La petición de Junts al presidente Aragonès para que éste se sometiera a una moción de confianza donde poderle pasar cuentas de sus incumplimientos del pacto de legislatura aceleró la crisis que padece el gobierno catalán desde antes de conformarse. Pero el desenlace se atrasa, a pesar de que Aragonès cesara al vicepresidente Puigneró, no tanto porque su partido apueste por la moción de confianza sino por la deslealtad que implica no haberle advertido de tal plan. La reacción de Junts al cese de su vicepresidente ha sido contemporizadora, ofreciéndole a ERC un término de 72 horas para poner plazos y firmar garantías de su voluntad de cumplir con el acuerdo de legislatura. Cumplido el nuevo límite temporal, la dirección de Junts hará pública la pregunta de la consulta a sus militantes sobre qué hacer.

El zafarrancho es notable, pero podría no llevar todavía a la ruptura definitiva. El miedo escénico se ha apoderado de todos los protagonistas. En Junts, por verse a la intemperie de las ventajas del poder y en ERC por quedar en minoría en el Parlament, al albur de PSC y Comunes. Para complicarle un poco más las cosas a Aragonès, los Comunes anunciaron que dan por congeladas las negociaciones para el presupuesto de 2023 y, a continuación, pusieron a votación en el debate de política general el “acuerdo de claridad” como fórmula para seguir adelante con las negociaciones de la Generalitat con el gobierno central. La propuesta solo obtuvo el voto de ERC y los Comunes, dejando a Aragonès desarmado tácticamente frente a sus socios de gobierno y a sus interlocutores del PSOE.

Aragonès está pues sin propuesta “inclusiva” para colorear las pretensiones autodeterministas, con el gobierno paralizado y con escaso margen de maniobra, más allá de esperar a la decisión de los militantes de Junts. El único movimiento que podría salvar su gobierno, o alargar el calvario, según se mire, sería el de ofrecer a Junts las concreciones exigidas sobre cómo y cuándo llegarán la amnistía y la autodeterminación, además de la constitución de una dirección conjunta del movimiento independentistas, tanto en Cataluña como en el Congreso de los Diputados. La mejora de la coordinación con el Consell per la República no parece ser tan innegociable como las dos primeras exigencias.

Así llevan desde el primer día, los unos reclamado y los otros tomándoselo con la parsimonia del que ya tiene la presidencia; sin embargo, ahora hay una consulta de militantes de Junts convocada para el próximo fin de semana y tal horizonte hará que se pronuncien todos los actores del movimiento sobre si mantener o romper el gobierno Aragonès. Artur Mas, por ejemplo, ya se ha manifestado a favor de seguir gobernando con ERC a pesar de los pesares. Quim Torra, por el contrario, ha redoblado sus criticas a la decisión inicial de apoyar a Aragonès. Los militantes de Junts deben esperar con algunos nervios el posicionamiento final de Carles Puigdemont.

De momento, ERC y Junts, y todo el movimiento independentista, se aprestan a vivir la conmemoración de los cinco años del 1-O y a soportar el aluvión de críticas que les va a caer por el espectáculo de estos últimos días, del que los propios dirigentes de ambos partidos dicen avergonzarse. No hay que descartar que estas horas de comunión patriótica tengan su efecto en el estado de ánimo de los protagonistas del desconcierto. Por si acaso, TV3 ha preparado una completa programación para encender la épica de aquellos días enterrada por la política.