Guadalajara fue anoche el centro de atención para gran parte de España. La Copa del Rey situó a la ciudad en el escaparate nacional con un partido histórico entre el Deportivo Guadalajara y el FC Barcelona, una oportunidad excepcional para el club, para la afición y para proyectar una imagen positiva de la capital alcarreña. Sin embargo, lejos de convertirse en un motivo de orgullo, el encuentro terminó derivando en un bochorno organizativo que dejó en evidencia la incapacidad del Partido Popular de Ana Guarinos, la alcaldesa de la capital alcarreña, para gestionar un evento de gran dimensión.
El partido comenzó con media hora de retraso tras un caos absoluto en los accesos al estadio Pedro Escartín. La ampliación del aforo hasta las 8.500 localidades, muy por encima de las alrededor de 3.000 personas que habitualmente acoge el recinto, no contó con una planificación mínima acorde a la magnitud del evento. A una hora del inicio previsto, las puertas permanecieron cerradas y solo existían dos accesos habilitados, lo que provocó aglomeraciones, empujones y momentos de auténtica tensión entre cientos de aficionados.
Según recogen varios medios deportivos, como As o Marca, la situación se agravó cuando trascendió que una grada del fondo sur, con capacidad para unos 2.000 espectadores, no estaba numerada, lo que impedía su ocupación pese a que las entradas habían sido vendidas. Ayuntamiento y Protección Civil expresaron dudas sobre la seguridad, lo que obligó a retrasar el inicio del encuentro hasta las 21:30 horas, mientras el desconcierto y el enfado crecían a las puertas del estadio.
❌ CAOS EN EL PEDRO ESCARTÍN ❌
— El Chiringuito TV (@elchiringuitotv) December 16, 2025
? La falta de un permiso de la grada supletoria impidió el acceso al estadio... y retrasó el partido media hora.
? Afortunadamente, el encuentro entre CD Guadalajara y Barça pudo disputarse sin problemas. pic.twitter.com/agdDSDWxrB
Desde el propio club se reconoció el temor a que el problema fuera a más, al no poder acceder miles de personas que habían pagado su entrada. La Policía Nacional tuvo que intervenir para reorganizar los accesos y asumir el control de una situación que ya se había convertido en un desastre logístico, impropio de una ciudad que aspiraba a estar a la altura de un evento seguido por millones de espectadores.
Los aficionados gritaban que era "una vergüenza"
Finalmente, las puertas se abrieron a las 20:30 horas y, quince minutos después, comenzaron a acceder los aficionados a la grada conflictiva. Aun así, no se autorizó la apertura de otras dos gradas laterales, con capacidad aproximada para 300 personas, lo que incrementó la sensación de improvisación y falta de criterio. Durante largos minutos, los gritos de “¡una vergüenza!” se repitieron entre los aficionados que aguardaban fuera, reflejando una indignación generalizada.
Todo este escenario se produjo con la alcaldesa de Guadalajara, Ana Guarinos, como máxima responsable municipal y con la presencia del presidente del PP de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, en una noche especial para la ciudad. El partido Guadalajara-Barcelona debía haber sido una oportunidad para mostrar solvencia institucional, coordinación y capacidad de gestión. En su lugar, se convirtió en un ejemplo de desorganización, trasladando una imagen negativa de Guadalajara ante todo el país.

Ejemplo de mala gestión del Partido Popular
La gestión del evento confirmó una pauta que se repitió en otras actuaciones del PP en Castilla-La Mancha, donde la falta de previsión y de planificación acabó pasando factura incluso en contextos extraordinarios. La ampliación del estadio, la venta de entradas, la numeración de gradas, los accesos y la seguridad evidenciaron una cadena de errores que no se produjeron por azar, sino por una gestión deficiente desde el Ayuntamiento.
El perjuicio no solo afectó a los aficionados y al club, sino también a la propia ciudad, que perdió una ocasión única para reforzar su imagen y su capacidad para albergar grandes eventos deportivos. La responsabilidad política de lo ocurrido recayó directamente en el Gobierno municipal del PP, que no supo estar a la altura de una cita histórica, y en la dirección regional del partido, que presenció de primera mano un fracaso organizativo de gran alcance.
El Partido Popular de Castilla-La Mancha quedó señalado por la imagen ofrecida y por el daño reputacional causado a Guadalajara, una ciudad que mereció una gestión seria, profesional y respetuosa con sus vecinos y visitantes en una noche que debía haber sido inolvidable por razones muy distintas.