Donde Ferraz dice renovación, San Vicente interpreta represalia. Las sedes civiles de la dirección federal y la dirección andaluza del Partido Socialista se transfiguran de nuevo en sendos cuarteles generales desde donde se coordinarán las operaciones para librar la última batalla pendiente de la guerra interminable entre Pedro Sánchez y Susana Díaz.

Se acabaron los disimulos. Un mes y medio después de la pérdida de la Junta de Andalucía, que se consuma institucionalmente hoy con el bodorrio por todo lo alto que será la toma de posesión de Juan Manuel Moreno como presidente, Ferraz reanuda la ofensiva contra los rebeldes, que han puesto vigías en todos los torreones de la muralla para que alerten del más mínimo movimiento observado en las filas sanchistas.

Una guerra relámpago

Si en el pasado la ofensiva la protagonizó Susana Díaz, que aunque parecía ganar al final acabó perdiendo, en el presente le toca organizar la defensa del feudo confederado del sur ante la acometida de los federales.

Dada la cercanía de las elecciones municipales y europeas, Sánchez solo tiene tiempo para una guerra relámpago, la célebre ‘blitzkrieg’ ideada por la Wehrmacht para acabar con el enemigo en apenas unas semanas mediante un ataque combinado de blindados, aviación y fuerzas aerotransportadas.

Cuando sale bien, la idea es perfecta. Pero si el enemigo logra resistir la embestida inicial, la contienda se atasca en una desesperante guerra de trincheras o deriva en un asedio agotador de más que incierto desenlace.

Luz de gas

Puesto que no hay congreso del PSOE andaluz a la vista –no le toca hasta después de que haya un nuevo congreso federal–, Pedro solo podría acabar con Susana o bien propiciando una rebelión interna en el cuartel general andaluz o bien haciéndole ‘un Tomás Gómez’ con su destitución fulminante y la creación de una gestora, como hizo en Madrid con el hoy olvidado secretario general de la FSM.

Dado que ninguna de esas dos opciones es viable –la una por imposible y la otra por temeraria–, queda la opción de hacerle ‘luz de gas’ a la expresidenta, es decir, minar su confianza en sí misma y la de los suyos en ella.

¿Cómo? Por ejemplo, haciendo valer la última palabra de Ferraz en la configuración de las listas electorales de municipales y europeas de mayo. Si Díaz deja de mandar en algo tan crucial como las listas, mal presagio.

El marco mental

Las intervenciones de ayer de la vicepresidenta Calvo y los ministros Ávalos y Planas –no pronunciaron la palabra dimisión pero no hacía falta– iban en la dirección de acentuar ese marco mental que identifica la negativa de Díaz a dimitir con su ambición personal y no con un proyecto político compartido por la mayoría de los socialistas, según certificaron las primarias.

Por boca del portavoz parlamentario Mario Jiménez, San Vicente vino a contestar que sin un PSOE unido, engrasado y “remando en la misma dirección”, no habrá forma de ganar las elecciones municipales, europeas y generales”. Puesto que no hay generales a la vista, su mención tenía algo de propina salerosa y algo también de advertencia funesta.

Hermanos de sangre

Sánchez ganó las primarias con suerte, sudor y lágrimas y un año después conquistó el Gobierno de España en una audaz operación relámpago. Se siente fuerte y ve, con toda razón, en Díaz un obstáculo para consumar su proyecto de ‘nuevo PSOE’.

Cuando se libra una guerra civil, la posguerra siempre es una continuación de la guerra si el vencedor no está seguro de haber aplastado al hermano vencido. En las primarias, Pedro venció a Susana pero no la mató. No es ya que no la fusilara, es que ni siquiera consiguió hacerla prisionera. Esta vez no está dispuesto a fallar. Ahora o nunca.

Pedro cree que Susana es una antigua y Susana piensa que Pedro es un aventurero; Sánchez ve en Díaz un obstáculo y Díaz ve en Sánchez un peligro. Su entendimiento político es imposible porque su antipatía personal envenena todo lo demás. Pero no se olvide esto: las diferencias personales entre ambos son importantes porque, aunque su apariencia sea personal, su fondo real es político.

Hagan sus apuestas

La guerra relámpago planeada por Pedro puede ir para largo. O no. En estos tiempos, nadie sabe nada. Desde fuera, el periodismo recuenta los efectivos de cada bando y recrea una y otra vez los prolegómenos de la batalla, pero no se abstiene de apostar él mismo.

De hecho, en estas lides el periodismo opera infatigablemente como un corredor de apuestas al que, pese a su probada profesionalidad, le cuesta camuflar sus simpatías por uno u otro contendiente.

Considerando el ardor periodístico con que se sigue la contiende, en esta materia Sánchez aventaja con claridad a Díaz, de quien conviene no menospreciar su talento para crearse enemigos que nunca quisieron serlo ni su maña para atraer a los hambrientos depredadores que acechan en la selva mediática.