En los partidos, como en las familias, hay cosas que todo el mundo sabe pero nadie dice. Los socialistas andaluces con las antenas más sensibles saben pero no dicen que el liderazgo de Juan Espadas no borrará de su frente el estigma de la provisionalidad hasta que cruce sus aceros con Juan Manuel Moreno sin salir malherido en unas elecciones autonómicas que hoy parecen inminentes.

Espadas ganó limpia y legítimamente las primarias contra Susana Díaz, pero aquella victoria, ratificada en la clausura del XIV Congreso del PSOE de Andalucía, debió mucho al alineamiento de Ferraz con el candidato. A Espadas no le han regalado la Secretaría General como a Moreno le regalaron la Presidencia del PP andaluz, pues lo de Moreno fue un dedazo sin disimulo, pero el alcalde de Sevilla tenía que demostrar que era merecedor de ella y lo está consiguiendo.

Un curso acelerado

Exconsejero de la Junta y regidor de la capital de Andalucía pero con una trayectoria orgánica poco relevante hasta su elección por las bases en junio pasado, Espadas se ha visto obligado a hacer un curso acelerado de secretario general. El clima de concordia, unidad y hasta euforia del congreso de Torremolinos demuestran que ha superado el examen con buena nota.

Su desafío ahora es demostrar su valía como candidato a la Presidencia de la Junta. La tiene demostrada como candidato municipal y como alcalde, pero si fracasa en las autonómicas del año que viene a los socialistas andaluces se les hará eterna la travesía del desierto que les espera.

El partido ha hecho piña en torno a su flamante Moisés, pero si su penoso viaje no concluye en la tierra prometida, las cosas se pondrán difíciles. El palacio de San Telmo es el Canaán del pueblo socialista, pero sus murallas están fuertemente defendidas por los infieles.

En materia electoral, estar unidos no es condición suficiente pero sí necesaria para concurrir a las urnas con unas garantías mínimas. Exhaustos tras varios años peleándose sin tregua consigo mismos, los socialistas han restañado en Torremolinos la fraternidad cuarteada: ahora toca reorientar sus energías hacia fuera en vez de hacia dentro. Juan Espadas es el elegido para ello.

Cita en Covadonga

En su XIV Congreso, el Partido Socialista de Andalucía no vota esta mañana simplemente una nueva Comisión Ejecutiva Regional ni ratifica a un nuevo secretario general: elige un comandante en jefe y un estado mayor cuya tarea más urgente es elevar la moral de la tropa porque Covadonga puede estar a la vuelta de la esquina.

La Reconquista de Al-Ándalus se decidirá en una única batalla; la fecha está aún por determinar por parte del presidente Juan Manuel Moreno, en cuyos cálculos pesarán sin duda los informes que atestiguan que el adversario socialista ha dejado atrás sus discordias civiles y está rearmándose; cuanto menos tiempo tenga para hacerlo, mejor.

El arsenal socialista no es despreciable: 47.000 soldados, 820 Casas del Pueblo, 785 ayuntamientos, seis diputaciones y una hoja de servicios repleta de victorias aunque bastante deslustrada por reveses judiciales a cuenta de los graves errores cometidos. El anterior estado mayor no saqueó la caja de caudales, pero descuidó negligentemente su vigilancia.

A todo ello hay que sumar los dos grandes sindicatos de clase, cuya alineación con Espadas no es, ciertamente, oficial ni explícita, pero cuyo diagnóstico sobre el riesgo que las políticas del Gobierno conservador entrañan para las clases trabajadores es coincidente casi al cien por cien con el que se hace desde el cuartel general de San Vicente.

El frente de clase

La estrategia socialista de acercamiento a los populares para cerrar un pacto de Estado con los Presupuestos de 2022 como bandera se ha revelado fallida, pero, por si quedaba alguna duda, las líderes de CCOO y UGT le dieron ayer la puntilla en sus intervenciones ante el plenario del congreso.

La primera, Nuria López, reclamó directamente al PSOE que presente una enmienda a la totalidad de unas cuentas “claramente de derechas”; la segunda, Carmen Castilla, no fue tan explícita pero sus contundentes reproches a la desatención de los servicios públicos y el recordatorio de que el PP ha despedido a 8.000 sanitarios apuntaban en la misma dirección que López.

Espadas abriría una peligrosa brecha dentro del PSOE y entre el PSOE y los sindicatos si consintiera con su sí o su abstención los Presupuestos del Gobierno conservador. A su favor tiene que el PP no le ha puesto difícil el no.

Juan Manuel Moreno y su mariscal de campo Elías Bendodo nunca vieron claro que alejarse tanto de Vox fuera una buena idea: ¿un pacto con el PSOE arrojaría en brazos de Vox a la franja más derechista de votantes del PP o más bien arrinconaría electoralmente a los ultras, dejando reducido su papel al –poco lucido– que desde las elecciones de mayo desempeñan en la Comunidad de Madrid? Nadie lo sabe. La liquidez de los tiempos es enemiga de las certezas.

Una renuncia pendiente

Por lo demás, una vez confirmado su liderazgo, puesto a punto su programa –elaborado a base de una "atenta escucha"– y configurado su equipo, Espadas deberá dejar resuelto en poco tiempo el espinoso asunto de la Alcaldía, donde provisionalmente parece perfilarse como sucesor el eficaz y polivalente Antonio Muñoz, pero a cuya candidatura podría aspirar de nuevo Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que ya quiso serlo diez o doce años atrás apadrinado por el alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín y el presidente José Antonio Griñán.

La decisión no es fácil, pues quien se quede de alcalde cuando Espadas abandone el cargo querrá, legítimamente, ser el candidato en 2023. No es que 2023 quede muy lejos, pero sí queda después de 2022 y para entonces ya habrá habido elecciones autonómicas y de su resultado dependerán muchas cosas, entre ellas la de qué hacer para no perder Sevilla.