‘PSOE andaluz igual a clientelismo’. Así, con esa crudeza, cabría resumir el marco mental que la acción combinada de las faltas de los socialistas, las pesquisas de los jueces y el usufructo de ambas por el nuevo Gobierno de la Junta ha puesto en órbita, semejante a una nave cuyo ruido ensordecedor ahogara todas las conversaciones mientras arrastraba una inmensa banderola con la leyenda ‘No pienses en el clientelismo socialista’, serigrafiada en el mismo rojo de la imagen corporativa del PSOE e ilustrada, cómo no, con las efigies de Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz.

¿También Susana Díaz? ¿Y por qué Susana Díaz, si ella no estaba allí cuando sucedió todo? Sencillamente, porque puede que no estuviera entonces pero sí está ahora, y va contra toda racionalidad bélica disparar contra generales que ya están muertos y dejar escapar a la mariscala que queda viva.

Los ultras también leen a Lakoff

El título de este análisis podría haber recurrido al célebre exabrupto ‘¡es la economía, estúpido!’ reconvirtiéndolo en el posmoderno ‘¡es el relato, estúpido!’, pero la reflexión política ha abusado tanto y tan irreflexivamente de la teoría de los marcos mentales, popularizada por el politólogo George Lakoff, que ha acabado por desvirtuarla sin remedio.

Como muestra, un botón: hay quien ha hecho afirmaciones tan inverosímiles como que Richard Nixon no fue desalojado de la Casa Blanca por el escándalo Watergate, sino porque un día dijo en televisión “no soy un chorizo”, variación del ‘no penséis en un elefante blanco’ de Lakoff  con la que Dick el Tramposo habría caído en la trampa de aceptar “el marco en el cual sus adversarios ya habían colocado su retrato (el típico marco que se les pone a las fotos de los chorizos)”.

Ayer mismo, a las puertas del Parlamento de Andalucía y bajo el lema ‘PSOE, devuelve el dinero de los ERE’, Vox reunió a varios centenares de seguidores entre quienes distribuyó decenas bandejas de chorizo para mostrarlas a las cámaras y repartirlas entre los viandantes.

Hasta la extrema derecha parece haber leído a Lakoff, según el cual el pensamiento opera en marcos mentales y metáforas, configurados materialmente en los circuitos neuronales de nuestro cerebro, lo que les otorgaría el poder de hacernos ignorar los hechos que contradicen o desmienten tales marcos.

Cadena de favores

De acuerdo con esa descripción de nuestros engranajes mentales, si se activa, pongamos por caso, un marco que define al PSOE andaluz como un partido que se mantuvo en el poder durante 37 años gracias a una eficacísima red de otorgamiento ilegítimo de favores y ayudas, toda información que contradiga o desmienta ese marco mental del clientelismo tendrá “mucha dificultad para penetrar nuestra decisión consciente”.

Por fortuna para los socialistas andaluces, la teoría también sostiene que “si ese marco no es operativo o si otro tipo de marco es el activado, entonces ocurre lo contrario, los datos se convierten en argumentos en contra de la política del miedo”.

Eso pareció, por cierto, creer José Luis Rodríguez Zapatero con tanta ingenuidad como escaso éxito allá por 2008 y 2009 cuando se empeñó en que, al no pronunciar en sus discursos ni entrevistas la palabra ‘crisis’, neutralizaba el marco mental supuestamente creado por sus adversarios.

¿Geocentrismo judicial?

Lo terrible políticamente para el PSOE andaluz es que la sentencia condenatoria de los ERE asume honestamente y cree haber probado empíricamente la tesis política del clientelismo, aunque haya prestigiosos penalistas, administrativistas y hasta constitucionalistas para quienes la sentencia de la Audiencia de Sevilla no habría confirmado el relato de la Fiscalía gracias a un recuento perfectamente objetivado de lo sucedido, sino que habría seleccionado aquellos hechos –y solo aquellos– que confirmaban la hipótesis acusatoria y excluido los que la desmentían, como se dice que hacían los astrónomos anteriores a Copérnico al despreciar las pequeñas desviaciones orbitales que aparecían en sus cálculos y no encajaban con la teoría geocéntrica.

Tales orejeras mentales habrían impelido al tribunal de los ERE a admitir que los interventores no tuvieron por qué apreciar ilegalidad manifiesta ni menoscabo de fondos, pero sí tenían que haberlos apreciado los políticos a quienes se condena por prevaricación y malversación; o a esquivar la cuestión de cómo es posible que los condenados crearan y mantuvieran un procedimiento ilícito para otorgar ayudas, pero al mismo tiempo la mayoría de los destinatarios de tales ayudas fueran beneficiarios lícitos y por eso la Junta les ha seguido pagando; o, en fin, para convertir al Parlamento en una suerte de tonto útil al que los sucesivos Gobiernos entre 2002 y 2009 engañaron utilizando una “terminología ambigua y equívoca” en la documentación anexa a cada Ley de Presupuestos.

Los riesgos del tancredismo

Puede que sea ahora cuando los socialistas andaluces hayan empezado a comprender que el tancredismo, sostenido durante años, ante las acometidas del toro de los ERE ha sido un grave error que hace mucho más difícil construir y poner en órbita un marco mental alternativo al lanzado al espacio por la sentencia y, a la postre, tripulado con gran pericia por el consejero Bendodo y su plantel de copilotos situados a diestra y siniestra del cuadro de mandos.

Aunque todavía están por esclarecer judicialmente, casos como el de las tarjetas y los enchufes de la FAFFE, la gestión de las subvenciones por UGT Andalucía o la historia de los cursos de formación, han venido a reforzar un marco mental de clientelismo que, en cambio, no ha cuajado social, política ni –por supuesto– mediáticamente en comunidades como Madrid, Valencia o Cataluña pese a que allí las derechas lo habrían practicado con no menos profusión durante años.

El PSOE andaluz necesita un plan. Le urge activar una estrategia política capaz de contrarrestar ese relato que amenaza con sepultar su legado modernizador y con fijar en el imaginario colectivo la repugnante idea de una Andalucía vasalla y cortijera que los socialistas habrían manejado y puesto impunemente a su servicio durante casi cuatro décadas.