El contencioso entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, ¿es personal o es político? ¿Es político pero parece personal o al revés? Con toda probabilidad, es ambas cosas. En esta clase de pugnas, lo político y lo personal se retroalimentan mutuamente, hasta el punto de que cualquier malentendido se interpreta como una deslealtad; cualquier discrepancia, como una ofensa; cualquier reproche, como una traición; cualquier error, como un desastre. De hecho, muchos de los análisis que circulan sobre las diferencias entre ambos dirigentes son tan descarnadamente unilaterales a favor de una u otro que, si bien resultan interesantes como síntoma, acaban resultando del todo inservibles como arsenal interpretativo para comprender la realidad. Los periódicos y los cuarteles generales de Ferraz y San Vicente están llenos de versiones redondas cuyos protagonistas son la Mala Díaz y el Santo Pedro o al revés. Ciertamente, Pedro Sánchez es secretario general del Partido Socialista gracias a Susana Díaz pero ese hecho ya no es relevante políticamente, aunque lo siga siendo orgánicamente y, por supuesto, personalmente, pues no en vano Díaz no quiere olvidar el hecho de que ella hizo secretario general a Sánchez y Sánchez, a su vez, ha querido olvidarlo demasiado pronto. Ambos tienen derecho, naturalmente, a administrar sus memorias y sus olvidos, pero no tienen derecho a que esa administración afecte al partido al cual se deben. TUTELAR NO NO TUTELAR En todo caso, es bueno para el PSOE que el origen del liderazgo de Sánchez haya dejado de ser políticamente relevante, porque un líder tutelado –o que parezca tutelado– por un barón regional es mal negocio para todos: para el líder, para el barón y para el partido. Si alguna vez hubo guerra, esta ha terminado y el ganador ha sido Pedro Sánchez. Un ganador que, por definición, no podía no serlo, pues si el desenlace hubiera sido el inverso estaríamos ante un verdadero desastre para el Partido Socialista. Aun así, Sánchez es todavía un líder en el alambre a quien solo las generales de septiembre o noviembre pueden afianzar definitivamente, pero para ello necesitará la complicidad de Andalucía: no la amistad de Susana Díaz, pero sí su colaboración. Una colaboración que, además, el PSOE andaluz no puede no darle a Sánchez. Susana Díaz no ha administrado bien su conflicto con Pedro Sánchez, sea tal conflicto de la naturaleza y el alcance que se quiera. ¿Por qué lo ha gestionado mal? Porque la principal perjudicada ha sido ella. Porque demasiada gente en el Partido Socialista piensa que la culpa era de ella. Da igual que lo fuera. Como da igual que hubiera o no hubiera de verdad conflicto o que ese fuera o no fuera importante. En política, la percepción de la realidad equivale a la propia realidad, y la gestión de Díaz del conflicto ha hecho creer a mucha gente, primero, que la pugna era más importante de lo que realmente era, segundo, que Díaz pretendía tutelar al secretario general, y tercero, que su intención última era sustituirlo en el cargo. NO HABRÁ PRIMARIAS A estas alturas parece obvio que no habrá primarias porque Sánchez será proclamado candidato a la Presidencia al no concurrir nadie más: porque no hay nadie más, porque si lo hubiera solo tendría posibilidades no de ganar pero sí de incordiar si contara con el respaldo de Andalucía y porque Díaz nunca hará nada que erosione a su partido, y patrocinar ahora un improvisado candidato alternativo sería justamente eso, erosionar gratuitamente a su partido. Las elecciones del domingo han despejado las dudas no sobre el Partido Socialista, pero sí sobre Pedro Sánchez. Da igual que los resultados hayan sido para el PSOE peor de lo que parecen: lo que cuenta es lo que parecen. La pequeña distancia que ha separado al PP y al PSOE en favor del primero es profundamente engañosa porque no coincide con la percepción generalizada de que para el PP el 24-M ha sido un desastre mientras que para el PSOE han sido un triunfo. Provisional, pero triunfo. Corto, pero triunfo. Cargado de incertidumbres, pero triunfo. El propio presidente Rajoy creyó inicialmente que lo importante era esa victoria porcentual: ahora ya sabe que lo importante es la pérdida de poder institucional que se agazapaba tras ella. Lo interesante para el PSOE es que el desastre del PP camufla la mediocridad de su propios resultados. Lo interesante, en fin, es que se trata de una mediocridad meramente aritmética, no política. En términos políticos, el 24-M ha sido una incontestable victoria para Pedro Sánchez, incluso aunque uno de cada tres votos socialistas provengan del granero andaluz. Paradójicamente, Sánchez ha sido el principal beneficiario de la fortaleza que, merced al liderazgo de Susana Díaz, ha exhibido el PSOE andaluz en las elecciones del día 24. ¿Qué pasará ahora? Lo que tenía que estar pasando desde hace mucho tiempo: nada.