“¿Cuál es más de culpar/ aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la paga/ o el que paga por pecar?”. Los certeros octosílabos de sor Juana Inés de la Cruz a propósito de otra cosa bien podrían ser de aplicación a la sonrojante sesión fotográfica de la presidenta de Madrid publicada este domingo en un periódico de la derecha.

El publirreportaje provoca, ciertamente, vergüenza ajena, pero no es fácil determinar quién provoca con mayor intensidad tal turbación, si esa Isabel Díaz Ayuso de riguroso luto por prestarse a tan impúdica teatralización del dolor colectivo o si ese diario El Mundo por darle cabida en sus páginas.

La vergüenza ajena es una emoción universal pero ambivalente: hay en ella una buena dosis de escarnio, pero también de compasión. Nuestra primera reacción es la burla, pero la segunda suele ser la piedad. La primera se complace en el ridículo ajeno, mientras que la segunda preferiría que nunca hubiera tenido lugar.

Las redes sociales, cómo no, han optado por la primera en detrimento de la segunda: las redes se apiadan más de gatitos que sufren o de gente muy muy pobre y muy muy lejana que de dirigentes políticos sin la suficiente cabeza para haber contemplado el ridículo entre las probables consecuencias de las decisiones que toman.

No es seguro, sin embargo, que Isabel Díaz Ayuso tenga conciencia de que su impropio posado como ‘mater dolorosa’ ha despertado en mucha gente ese sentimiento de vergüenza ajena. La presidenta preferirá quedarse únicamente con las crueles burlas de que ha sido objeto y que rápidamente archivará en el siempre útil aunque no siempre verdadero fichero del Odio Político.

Haciendo un rápido recorrido mental por los líderes hoy en activo resulta difícil imaginar a cualquier otro, sea de izquierdas, de derechas o de sí mismo, prestándose a hacer lo que ha hecho Ayuso. ¿Pedro Sánchez? ¿Inés Arrimadas? ¿Juanma Moreno? ¿Susana Díaz? ¿Íñigo Urkullu? ¡Imposible!

Es cierto que semanas atrás Pablo Casado, con su foto en blanco y negro ante el espejo de un lavabo, se aproximó peligrosamente al dramatismo impostado y grotesco de Ayuso, pero parece que el líder del PP supo parar a tiempo y hasta se dice que está firmemente decidido a que no vuelva a ocurrir. 

Por lo demás, no faltan quienes atribuyen la temeraria iniciativa del reportaje gráfico al jefe de gabinete de la presidenta madrileña, el mismo Miguel Ángel Rodríguez que tantas tardes de gloria dio al país siendo portavoz del Gobierno de José María Aznar: una excusa a la que suelen agarrarse los más leales seguidores de un político cuando este se equivoca y de cuyas más que probables limitaciones prefieren no sospechar.

Mas ya pueden licenciados en imagen y expertos en propaganda emplearse a fondo desplegando toda su ciencia con Díaz Ayuso, que seguramente será en vano, pues lo que ‘natura no da, Salamanca no presta’.