La noche más fría de este invierno, en el barrio más pobre de España, no había luz. Los vecinos de las barriadas de Sevilla, con el mercurio rondando los 0º no tenían calefactor que enchufar ni termo al que acudir. De hecho, en la oscuridad, miles de sevillanos afectados por los apagones han celebrado la navidad a duras penas. Esto, para personas electrodependientes, implica un peligroso empeoramiento de la calidad de vida.

Los barrios más pobres de España –los sevillanos Polígono Sur, Pajaritos o Amate– son sinónimo de marginalidad. Esa marginalidad se traduce en que carecen de un derecho como el suministro eléctrico cuando más falta hace. No es algo nuevo, de hecho, es una problemática que se repite desde hace años y se evidencia en momentos críticos: cuando más necesario es el suministro eléctrico y las temperaturas superan los 40º o rondan los 0º.

Endesa, responsable del suministro y la infraestructura, aduce que los apagones en estas barriadas tienen que ver con la delincuencia. La empresa energética, en explicaciones asumidas por la propia Junta de Andalucía el pasado verano, aduce que el 85 por ciento de los cortes de luz en estos barrios están provocados por los enganches ilegales de las plantaciones domésticas de marihuana.

Sin embargo, sobre el terreno, los colectivos vecinales denuncian falta de inversión en infraestructuras energéticas y la voluntad por ofrecer un servicio digno. “No es rentable invertir y reformar, les sale más barato acusarnos a todo el barrio de delincuentes”, nos dice José Luis Millán, uno de los afectados por los apagones.

Mayores y electrodependientes sin electricidad en plena ola de frío en Sevilla.

Transformadores ardiendo, la única fuente de luz y calor

“Otra vez salió ardiendo anoche el transformador”, explica un vecino que se apresura a dice que es imposible vivir “como animales, en pleno invierno y pasando la noche a oscuras”. Torreblanca está también en la infame lista de los barrios más pobres de España.  

La infraestructura eléctrica es antigua, señalan los vecinos, que muestran el transformador incendiado como ejemplo, “es el mismo sistema que teníamos hace décadas, cuando aquí había mucha menos población y menos consumo”, explica Florencio Rengel.  Endesa afirma que este recurrente incendio en el transformador esta causado “por un consumo desmesurado por fraude eléctrico".

En Torreblanca, con 6.801 euros de renta media, hay numerosas familias obreras que no se resignan a vivir en la fría oscuridad. “He estado toda la vida trabajando para llegar a la jubilación y que me dejen sin luz acusándome de criminal”, dice Rengel, militar jubilado que reclama a Endesa los daños económicos por las pérdidas de alimentos malogrados en neveras apagadas y por “el daño moral y sanitario, todo el barrio ha ido al médico resfriado”. 

Rengel muestra las numerosas denuncias que han remitido a Junta de Andalucía, Policía Nacional y hasta al Defensor del Pueblo de Andalucía. Mientras se escriben estas líneas, Endesa ya ha reparado la instalación incendiada de Torrablanca, pero la luz continua sin ser un suministro regular en gran parte de la barriada.

“Si seguimos así, mi madre se me va”

En una casa de la calle Torremiranda vive Antonia Gamaza, de 94 años. Nos recibe con un leve levantamiento de párpados. Está en un sillón envuelta en mantas, la luz de la linterna permite apreciar el leve vaho que exhala al respirar. Es de día y en su salón hace frío. La electricidad vuelve eventualmente por margen de unos 30 minutos, pero por lo general, no hay en todo el día ni en toda la noche. 

Antonia es electrodependiente, sus hijos han pasado horas para conseguir oxígeno líquido en el hospital, que no precisa de electricidad para ofrecer suministro. Lleva una semana en el sillón porque no pueden usar la cama articulada eléctrica en la que solía pasar la mayor parte del tiempo.

Su hija, Rosario Millán, dice que la situación es insostenible, “sin electricidad mi madre ha empeorado mucho, no sé si es peor que esté a oscuras tanto tiempo o el frío”. La casa familiar es un bajo en el que entra poca luz de día. Desde Nochebuena están viviendo sin electricidad, han comprado un hornillo de butano para poder calentar la comida y el agua con el que asean a su madre. “Desde que estamos así ha empeorado mucho, está marchita, apenas habla, si seguimos así, mi madre se me va”, solloza Rosario.

En la misma calle encontramos otros casos similares, “mi padre tiene alzhéimer”, dice Mercedes, que no es capaz de hacer salir de la cama a un anciano que, como un niño, no quiere pasar frío. Las quejas se acumulan en la callejuela de Torreblanca, “¡no somos criminales!”, exclaman en una manifestación improvisada.

Respecto a las plantaciones de marihuana que, según Endesa, estarían detrás del colapso de la red eléctrica, Rangel es contundente: “La mayoría no somos delincuentes, pero la mayoría sufrimos las consecuencias. Hablar de enganches es justificar el mal servicio de Endesa”.

La velocidad de la luz más lenta del mundo

Mezclar una cuestión delictiva con la provisión de un servicio está lastrando la vida de las zonas más vulnerables y críticas de Sevilla. El problema se repite en otras ciudades andaluzas como Granada, donde el Defensor del Ciudadano pide inversiones y medidas para frenar los apagones.

En Sevilla, los vecinos de la Plataforma Nosotros También Somos Sevilla protagonizaron un encierro que concluyó con la mediación del Defensor del Pueblo Andaluz. Los pies pesan y las soluciones se eternizan, pasando del calor al frío extremo sin soluciones.

El Ayuntamiento de Sevilla sentó en una mesa a plataformas vecinales y Endesa. Tras el verano, se prometió una auditoría que determinara dónde estaban los puntos críticos y las inversiones más urgentes. La auditoría, que analiza los 56 centros de transformación que más incidencias acumulan estaba prevista para finales de 2023. Ahora, se maneja una resolución de la misma para marzo-abril. Mientras, Antonia, a sus 94 años, sigue esperando en la oscuridad de un hogar convertido en cueva.