La hormiga y el elefante.- Pon la radio, amore, que está Chaves. Guasap para mi altocargo a sabiendas. Digamos que entre nos es una presuposición. La radio es la ser, igual que las gaseosas son caseras. Aunque desde que tuvo, mi altocargo, un digamos incidente con Cebrian no pisa la caseta de la feria. Viene a decir, como la hormiga al elefante, que se joda coño, que no me va a ver en el besamanos. Y así lleva veinte años. O más. Orgulloso de un orgullo del que nadie se da cuenta, tozudo pero feliz a su manera. La ser y Chaves, Andazulía en vena.

 Chaves y la eternidad.- Un pasillo largo, muy largo. Mi altocargo dice que entonces era un tipo importante. Debe ser verdad a juzgar por el contante de sus leyendas canallas. En el colegio de curas de dioses vengadores le habían enseñado que un segundo de la eternidad era el ala de un gorrión rozando una bola de acero del tamaño del sol partiéndolo por la mitad. No es verdad. Mi altocargo jura que aquel pasillo y sus recovecos de apenas 50 metros medían en realidad kilómetros y siglos de un silencio de plomo. La eternidad es (era) un pasillo con Chaves, el bueno de Manolo. Decía Felipe.

Navidad sin autocúe.- Por estas fechas dentro de un par de semanas y con aquellos fríos de Sevilla, que como sabemos, son los peores de España, inauguraba Chaves su discurso navideño presidencial y fue que la dislexia se hizo presente y habitó entre nosotros y aquello no terminaba nunca e incluso iba a peor. Extenuados y felices, la noche cayó sobre el discurso después de quince tomas y mi altocargo sacó una conclusión irrefutable: aquel tipo que tropezaba con las palabras seguramente no sería el político más brillante sobre la faz de la tierra. Pero sí de los más entrañables.

Y el tiempo detenido.- Hubo un tiempo detenido, un tiempo piano que apenas pasaba: Chaves siempre era el presidente, Arenas siempre palmaba en las elecciones (qué manera de sonreír perdiendo tenía aquel hombre, qué empaque en la derrota, qué alegría en el desastre), Zarrías siempre gestionaba el Gobierno y Pizarro siempre el partido (en Sevilla, dícese Caballos). El bueno de Manolo gobernaba la reserva sociata sin ruidos de mención. La gente se arremolinaba a las puertas de la caseta de la ser como si fuera a dar cargos. Y a lo mejor los daban. Nada de Alaya en el horizonte.

Grandes mentiras, pequeñas verdades.- Pon la radio amore le dije por guasap. Y sé que aquel mundo se le vino encima. Todos los que desfilaban arrastrando sus lenguas, la eternidad, el autocúe, Arenas el chipirifláutico… Se había esfumado. Y sin embargo, después de años indecibles de sufrimiento, allí estaba Chaves, valiente y determinado, explicando a arreones su penitencia: cómo se construyen las grandes mentiras a partir de una pequeña verdad (Cercas, Javier). Chaves en soledad contra el abandono de los suyos y contra el poder dominante y su togas de los barrios altos que han convertido en penales las responsabilidades políticas, trasladando a la sentencia el discurso precocinado en sus terminales mediáticas, (una vez, con mis rodillas cruzadas, le dije a Hernández Mancha, oye Antonio, ¿el poder es de suyo de derechas? No me jodas Cristinita, es lo que vino a decir).

Teresa canibalizando sociatas.- Vieja tradición (Anguita y Rejón dándose picos con Arenas), el alimento factual del podemismo andaluz es la carne de sociata, mucho más rica que la de la derecha, con la que le une la misma aspiración: acabar con ellos en la trituradora de la historia. Lo que no entiende mi altocargo es por qué no han pedido también la reprobación de Plácido Fernández Viagas (in memoriam), Escuredo y Pepote. No se trata de que este gobierno mejore a los anteriores: se trata de convertir en lodo y corrupción la gestión socialista desde su origen. Si eso ocurre, y medios tienen para ello, habrán pasado dos cosas: que la derecha gobernará o lo que sea muchos muchos años más. Y que Teresa Rodríguez estará encantada de haber sido la cooperadora necesaria del linchamiento de Manolo el bueno.

Luz de noviembre.- Como-me-lo-veía-venir-después-de-lo-de-la-radio (Eluard: este tiempo injusto/ y demente), le dije, anda. Y nos escapamos donde la luz del poniente a la playa del Tablas. El me pareció cumplido y yo pude recuperar buena parte del paisaje de mi vida dentro de la burbuja de una preciosa tarde engendrada entre lágrimas y albariño..