Creí haber leído a García Márquez que se lo recordaba de Baudelaire pero me lo encontré en Neruda: “en los oscuros pinos se desenreda el viento/Fosforece la luna sobre las aguas errantes/Andan días iguales persiguiéndose”.

Está persiguiendo mi altocargo textos y manuscritos para citarse a sí mismo y a los otros, los que ya no somos como éramos. Así que en la mesa y en las estanterías y en los bordes del ordenador y en los suelos del despacho andan Blas Infante, Clavero, Escuredo, Acosta, Carlos Cano, Lledó y hasta retazos del cura Diamantino.

En unos días tiene un bolo en Antequera, allí donde se juntan todas las andalucías y donde los primeros sueños de la autonomía la quisieron hacer capital. Se van a cumplir cuarenta años del Pacto de Antequera, para muchos (plural, neutro, coño) y para una misma el verdadero acto fundacional de esta Andalucía que al decir del mismísimo Guerra (Alfonso) ya no la conoce ni la madre que la parió.

Mi altocargo prepara su power point con mimo eligiendo citas y fechas y nombres y aquellas frases de pintadas de puertas de los váteres: si el andaluz rico piensa en Madrid y el pobre en Barcelona, ¿quién piensa en Andalucía? Como lo conozco tanto de dormir y de no dormir con él, seguro que se emocionará eligiendo al maestro y padrino Antonio Ramos como la causa de la causa de todos los periodismos que vinieron después.

En ese trajín aparece como bendición una entrevista que, contenida y feliz,  tuve el honor de hacer a Manuel Clavero hace unos meses, seguramente la última de la que hay constancia. Mi altocargo me la recuerda y me pide la transcripción de algunos pasajes: “No tengo ninguna duda que los andaluces volverían a las calles…con más intensidad si cabe para defender el techo estatutario que tanto nos costó con el 28-F”.

Y aparece la gran pregunta, es decir, maestro, por qué la derecha no consigue gobernar en Andalucía, y sin falso pudor me dice Clavero: “No ha habido ningún presidente de derecha porque la sombra del 28 F todavía  alcanza a los partidos y a las ideologías  que no supieron entender lo que significó aquel referéndum”.

Quiero  recordar que Antoñito Hernández Mancha no cayó en aquella canallada pero no mucho después, la rancia/nueva derecha que se iba a las puertas del Palace madrileño a que un betunero se le pusiera de rodillas puso en marcha la argumentación elegida para explicar los lustros y decenios de su fracaso andaluz: barrigas agradecidas, votos cautivos, conciencias subsidiadas, millones y millones de andaluces con el voto vendido a la molicie de la siniestra conspiración sociata. Sólo hay que leer el auto de la señora Alaya.

Andan los jefes de las derechas persiguiéndose años, lustros, decenios, con la misma pomada para sus frustraciones electorales, con versiones más o menos, actualizadas: una maquinaria más temible que el entramado catalán (Bonilla, esa lumbrera). Una joven encantadora que conocimos los otros días, vino a decirnos con un hermoso acento vallisoletano y después de proclamar su adoración por el Rocío y Marbella, que no es bueno ni higiénico tantos años...  Vino al día siguiente Casado y lo clavó igual. Hermosa síntesis costumbrista la de estos pijos: aldea del Rocío, Marbella y el andaluz que no sabe votar.

Las universidades del futuro, si es que sobreviven al corta y pega digital, explicarán el increíble ciclo histórico de las victorias socialistas andaluzas no tanto por la habilidad de los sociatas para sobrevivirse como por la torpeza industrial de las derechas para  derrotarse, cuarenta años cautivos del mantra del rollo cautivo. Seguramente las aulas virtuales se llenarán de estupor. Y de carcajadas.