Las elecciones andaluzas que, si se confirman los pronósticos y Susana Díaz las convoca este lunes o martes, podrían celebrarse el 2 de diciembre van a ser bastante distintas a las de marzo de 2015 y completamente distintas a las habidas hasta esa fecha.

En todos los comicios autonómicos andaluces celebrados desde 1982, el adversario del Partido Popular era inequívocamente el Partido Socialista; incluso en las elecciones de 2015 aún lo era: aunque en menor medida que hoy porque Ciudadanos acababa de incorporarse a la partida, la obsesión del PP seguía siendo hace tres años la de siempre, vencer a los socialistas.

A por el voto útil

En las elecciones de 2018 el PP se verá obligado a cambiar de adversario: aunque simule que su objetivo es todavía ganarle al PSOE, su verdadera meta es no dejarse vencer a Ciudadanos. Ciertamente, también el PSOE se encuentra acosado por su izquierda por Podemos y por su derecha por Ciudadanos, pero las encuestas le atribuyen una victoria no mucho menos holgada que la de 2015.

Apelando al voto útil, el propio presidente del PP andaluz Juanma Moreno, cuya continuidad al frente del partido pende del resultado que obtenga en estos comicios, ha venido a reconocer que solo sumando con Ciudadanos tendrían los populares alguna posibilidad de desalojar a Díaz del palacio de San Telmo; Juanma parece dar por hecho que aventajar a Susana está fuera de su alcance, y de hecho así lo atestiguan tanto los sondeos publicados como los que manejan internamente los partidos.

La sombra de Rivera

Un ‘sorpasso’ del PP a manos de Ciudadanos podría tener serias consecuencias no ya para Juanma Moreno, sino incluso para el propio Pablo Casado, y no porque cupiera responsabilizar del resultado al recién llegado presidente nacional del partido, sino porque rebajaría drásticamente las expectativas de los populares de seguir siendo la fuerza hegemónica y de referencia de la derecha española.

Tras el mazazo de Cataluña, donde en diciembre de 2017 Ciudadanos fue el partido más votado y aquel resultado operó como palanca que lo ha elevado a la segunda plaza –por delante del PP– en las preferencias electorales de los españoles, quedar en Andalucía por detrás del partido de Albert Rivera supondría una verdadera conmoción para los de Casado. A fin de cuentas, el PP nunca estuvo fuerte en Cataluña pero sí lo ha estado siempre en Andalucía, cuyas autonómicas llegó a ganar en 2012 y donde en las últimas generales se impuso a los socialistas.

En 2105 el PP solo logró retener 33 de los 50 escaños logrados en 2012; en porcentaje pasó del 40,6 al 26,7. Ahora las encuestas le conceden poco más del 20 por ciento, a la par o por debajo de Ciudadanos.

El Rubicón andaluz

Si Cataluña fue la catapulta de Ciudadanos, Andalucía puede ser su Rubicón, el verdadero punto de inflexión de su trayectoria ascendente: adelantar al PP en una comunidad tan poblada y de tanto peso y proyección política haría perfectamente verosímil el ‘sorpasso’ nacional. 

Ciertamente, nadie sabe cuándo se celebrarán las legislativas; solo se conoce la determinación de Pedro Sánchez de alargar cuanto pueda la legislatura, aunque si no recupera en el Congreso el apoyo de los carlistas de Carles Puigdemont es casi imposible que pueda aguantar hasta 2020; puede que ni siquiera hasta las europeas, autonómicas y locales de mayo de 2019.

Un buen resultado –tal como prevén todas las encuestas– del PSOE en las andaluzas y la continuidad de Díaz en San Telmo, combinados con la pérdida de la mayoría parlamentaria que lo llevó a la Moncloa podrían inclinar a Sánchez a adelantar al mes de marzo unas legislativas que, si se cumplen los pronósticos andaluces, podrían acabar dando la puntilla a Casado.