Dicho en términos futbolísticos, hubo muchos balones bombeados al área pero no encontraron rematadores que los convirtieran en gol. Podría decirse que el primer gran debate electoral a cuatro, celebrado esta noche en Canal Sur, concluyó en un empate sin goles. No puede decirse que hubiera un ganador, pero tampoco hubo un perdedor cuyos méritos fueran significativamente menores que los de sus adversarios.

Pastoreados con afable firmeza por la periodista Mabel Mata, los candidatos Susana Díaz (PSOE), Juanma Moreno (PP), Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) y Juan Marín (Ciudadanos) no aparentaron en ningún momento sentirse tensos o incómodos, y no tanto porque fuera un debate de guante blanco e inmaculado como porque las recriminaciones y reproches nunca traspasaron la línea roja de la afrenta o la falta de respeto. Severos unos con otros, pero educados.

Duelo a primera sangre

Las espadas de las que saltaron las chispas más intensas fueron las empuñadas por Juan Marín y Juanma Moreno. El cruce de aceros era a primera sangre y ninguno de los contendientes sufrió heridas de gravedad, pero la intensidad del duelo certifica que PP y Ciudadanos se disputan un mismo territorio y que el desenlace de la batalla andaluza influirá en la guerra de España.

Por lo demás, no hubo grandes promesas que los espectadores no hubieran escuchado ya durante la campaña y la precampaña, si se exceptúa la que hizo el presidente del PP cuando se comprometió a lo que él mismo denominó con las siglas BMI, para de inmediato desvelar su significado: Bajada Masiva de Impuestos.

Vivan los estoicos

Si hubiera que otorgar un premio a la mansedumbre, sin duda habría que dárselo a la presidenta Susana Díaz, objeto por parte de sus adversarios de embarazosas y en algunos casos hirientes preguntas, interpelaciones, reproches, acusaciones, censuras y desafíos que la candidata socialista esquivó olímpicamente.

El más insistente en la búsqueda incesante del cuerpo a cuerpo fue Juanma Moreno –con los ERE, con la Faffe, con la plurinacionalidad, con Otegi, con la sanidad, con las listas de espera…–, pero todo fue en vano. Como si las horas anteriores al debate se las hubiera pasando leyendo vorazmente a los estoicos, Díaz ponía su mejor sonrisa ante las andanadas enemigas y seguía a lo suyo.

También lo intentaron Teresa Rodríguez y Juan Marín, pero fracasaron igualmente. Llamativa fue la tolerancia presidencial con la candidata de Adelante Andalucía, cuyos ataques y recriminaciones eran encajados por Díaz como si se tratara de dulces reconvenciones de una buena amiga que solo deseara lo mejor para ella.

Algo tendrá que ver la paciente indulgencia de Díaz con Rodríguez con el hecho de que Adelante Andalucía se prefigura como el único socio verosímil en la próxima legislatura, una vez que Ciudadanos ha prometido no hacer de nuevo presidenta a quien, en opinión reciente de los naranjas, se ha transfigurado súbitamente en la Mala Díaz, pero que durante tres años y medio vino a ser Santa Susana.

De nuevo el paro

Comenzó el debate con un primer bloque sobre economía y empleo, aunque, si se exceptúa la singular BMI de Moreno, no hubo en las intervenciones nada nuevo, más allá del manejo de las estadísticas a gusto de cada uno de los cuatro consumidores.

Todos estuvieron de acuerdo en que el paro es la gran lacra de la sociedad andaluza, pero ninguno acertó a decir cómo se podría acabar con él, seguramente porque ninguno lo sabe. Nadie, en todo caso, desmintió a Teresa Rodríguez cuando aludió a la precariedad de los empleos y a los apuros de tanta gente, sobre todo “nuestras madres y nuestras hermanas” que se desloman trabajando por sueldos que apenas dan para vivir.

Marín desenfunda

Todo transcurría bastante plácidamente cuando de pronto el candidato de Ciudadanos desenfundaba su arma para amenazar directamente a un sorprendido Juanma Moreno. Marín blandió teatralmente un folio y escribió en él lo que el PP había hecho por Andalucía en los últimos decenios: “NADA”, escribió él mismo en grandes mayúsculas.

Moreno se defendió como buenamente pudo, pero lo sorpresivo del ataque jugaba en su contra y apenas pudo esbozar contra su adversario deshilvanados reproches como, por ejemplo, el de que dónde estaba Ciudadanos cuando estalló el caso Mercasevilla, sin advertir Moreno que el escándalo se descubrió en el año 2009, fecha en que los naranjas no habían llegado a Andalucía.

Señores, no se corten

Hasta qué punto no habría sido pacífico el primer bloque del debate que incluso la prudente moderadora Mabel Mata animó a los candidatos a “no cortarse a la hora de interrumpirse unos a otros”. Lo cierto es que tampoco en los siguientes bloques temáticos le hicieron demasiado caso, de manera que el debate consistió más en monólogos sucesivos que en un diálogo propiamente dicho y con todos su avíos.

Cuando se habló de sanidad y educación, los candidatos Moreno, Marín y Rodríguez coincidieron en pintar un panorama plagado de recortes y deficiencias, pero tampoco ahí se arredró la presidenta, bien adiestrada durante las sesiones de control en el Parlamento, donde recortes y deficiencias en sanidad y educación han estado muy presentes durante toda la legislatura.

La hora de los ERE

El habitualmente flemático Juan Marín mostró en el debate su perfil más guerrero. No contento con haber atacado a Moreno pese a mostrarse al mismo  tiempo dispuesto a gobernar con él, lo intentó también con Díaz, a la que le reprochó con crudeza los “855 millones de euros robados a los parados andaluces”.

También fue en vano. ¿ERE? ¿Qué ERE? ¿Millones? ¿Qué millones? La presidenta no solo no se dio por aludida, sino que además se permitió la salida algo zumbona de restregarle a Marín la letra de cierta canción de los 80: “Cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado aquella amistad…”. Genio y figura.

También Teresa Rodríguez intentó encender a Díaz con la corrupción –“están sentados en un banquillo 20 años de gobiernos socialistas”– pero tampoco lo consiguió. Díaz se limitó a subrayar que no le habían encontrado ni un solo caso de corrupción durante su mandato como presidenta y que no había gobierno en toda España que hubiera reforzado los controles como lo había hecho el suyo.

La hora de España

La cuestión territorial fue el último bloque del debate, seguramente el que más incomodaba a Teresa Rodríguez e incluso a Susana Díaz, pero en el que más cómodos se sentían Marín y Moreno. “Hablen de Cataluña, pero después de las elecciones andaluzas”, pedía sin éxito la líder de Podemos. “Dejemos la crispación y el encanallamiento”, proponía son similar suerte la líder socialista, que también coló de paso la pregunta de si sus adversarios se comprometían a no bloquear la legislatura. Como cabía esperar, no hubo respuesta.

Los dos representantes del centro derecha competían entre sí a ver quién de los dos era más patriota. De haber habido un concurso el ganador habría sido Marín, que se vino arriba lanzando improperios contra Torra, Iglesias o Sánchez, mientras Moreno perdía un tiempo precioso intentando que Díaz le respondiera a la pregunta de si pensaba que España era un Estado plurinacional, tal como figura en un manual utilizado en las escuelas andaluzas. Tan cansino se puso Moreno, que la presidenta tuvo que reconocerle que sí, que vale, que “si está en ese libro, pues está mal”, todo ello con el gesto agotado de quien ruega a su interlocutor que deje de darle la chapa de una maldita vez.

El encuentro acabó con un minuto en el que cada contendiente pidió el voto a los andaluces. Tampoco aquí hubo sorpresas; si acaso, la protagonizada por Teresa Rodríguez al reivindicar “la política como ejercicio de amor y no como profesión”. Desde luego, lo que es anoche, mucho amor no se vio en el plató de Canal Sur, pero su ausencia se vio sobradamente compensada por la profesionalidad de los cuatro duelistas.