Ni el desarme nuclear ni el de las armas convencionales están entre los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) o en la Agenda 2030. Como dijo hace años el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, “el mundo está sobre armado y la paz no tiene suficientes fondos.” Sin desarme mundial no se podrán evitar las guerras y nunca alcanzaremos los ODS, se afirma en el documento final del II Congreso Mundial por la Paz celebrado en Barcelona del 15 al 17 de octubre de 2021.

El mensaje del congreso pacifista se llevó a la Cumbre del Clima de Glasgow en noviembre último, pero tampoco se logró su inclusión en unas conclusiones que resultaron muy descafeinadas en todos los ámbitos. Desde 2001 se ha duplicado el gasto militar mundial y en plena pandemia de la Covid-19 asistimos indiferentes a una enloquecida carrera armamentista y a una nueva guerra fría que se puede convertir en muy caliente en puntos como Ucrania y el mar de China. 

En 2020 el gasto en armamento y ejércitos aumentó en un 2,6% en el mundo respecto a 2019 y llegó a 1,98 billones de dólares. La digitalización, robotización y automatización de las nuevas armas se ha convertido ya en un problema acuciante. En noviembre, Amnistía Internacional y Stop Killer Robots (Stop a los Robots Asesinos, en español) lanzaron una petición ciudadana para lograr la prohibición de los sistemas de armas autónomos en las negociaciones que se desarrollan en el seno de Naciones Unidas.

En este recién estrenado 2022 tenemos varias citas esperanzadoras para la distensión entre Estados Unidos y Rusia por la crisis de Ucrania, el 10 de enero se inician en Ginebra las negociaciones acordadas entre Biden y Putin antes de Navidad. El 12 de enero habrá una reunión entre Rusia y la OTAN, y al día siguiente un encuentro entre una delegación del Kremlin y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

El 29 y el 30 de junio se celebrará en Madrid la Cumbre de la OTAN en la que este organismo militar transatlántico presentará su nuevo concepto estratégico y que tendrá como telón de fondo los debates iniciados en la Comisión Europea sobre la conveniencia de fortalecer la coordinación militar entre sus 27 países miembros.

Como se puede apreciar, el tema del desarme o la reducción de los gastos militares no está, ni se le espera, en ninguna de las agendas de las reuniones internacionales. Pero hay que recordar la petición del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de un alto el fuego global para todos los conflictos bélicos en el planeta como condición para un futuro de paz.

Sorprende, por otra parte, que los más preocupados por el aumento de la deuda pública de los países para hacer frente a los problemas sociales provocados por la pandemia, pasen por alto que el auténtico agujero de las cuentas estatales está en el gasto en armamento.

La eficacia de los lobbys de la industria nuclear y de los fabricantes de armas está más que probada. Los primeros han conseguido que se proponga reconocer la energía nuclear como verde por la UE y los segundos que el desarme desaparezca de las agendas políticas, pese a que las “soluciones militares” no han resuelto ninguno de los conflictos de las últimas décadas.

El gasto militar tiene que ser redirigido a la lucha contra el cambio climático, a la transición energética, a una cobertura sanitaria universal,... a los 17 ODS, que son los únicos que pueden hacer de este planeta un hogar justo y seguro para todos.