Vuelve a la política andaluza el runrún del adelanto electoral. Susana Díaz y sus socios de investidura lo niegan, mientras que la oposición, con el PP a la cabeza, airea a los cuatro vientos tal opción pues nada tiene que perder al hacerlo.

En realidad, ha habido pocas legislaturas en las que no se haya oído ese atrayente runrún, las más de las veces promovido por una oposición que en esta materia siempre juega con ventaja: si no hay adelanto de fechas, ella no paga precio alguno por haberlo anticipado erróneamente; y si el adelanto se produce, siempre podrá esgrimir que ya lo dijo y que acertó al augurar que, como siempre, la presidenta pondría sus intereses de partido por encima de los intereses de la comunidad.

Clima enrarecido

Simultáneamente, cualquier presidente está atado de pies y manos en este asunto ya que no puede revelar sus verdaderas intenciones: todo adelanto, para servir eficazmente a los intereses del Gobierno, debe ser sorpresivo, de manera que, por definición, ningún presidente puede decir la verdad cuando se le pregunta si planea adelantar.

Hoy nadie discute que el clima político entre Ciudadanos y el PSOE se ha enrarecido en las últimas semanas, aunque es difícil determinar por culpa de cuál de los dos socios ha ocurrido tal cosa. Además de rechazar sorpresivamente la propuesta de financiación autonómica pactada por PSOE, PP, Podemos e IU, el partido naranja ha dado una vuelta de tuerca poniendo la aprobación de una nueva ley electoral –compromiso incluido en el pacto de investidura– como condición inexcusable para seguir apuntalando la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno.

Reglas de juego

Sin embargo, el partido que dirige Juan Marín no puede desconocer que una decisión tan trascendental como cambiar las reglas de juego con que los partidos concurren a las elecciones no debe adoptarse sin un amplísimo consenso. Ni puede desconocer que Susana Díaz, aunque tuviera los votos técnicamente suficientes para hacerlo, no cambiaría la ley electoral si el PP no está de acuerdo. Y de momento no lo está. Ni se espera que lo esté.

En esas circunstancias, Ciudadanos puede utilizar la ley electoral como espantajo para hacer un poco de ruido y marcar diferencias con el PSOE, pero no parece que fuera argumento suficiente para poner en riesgo esa estabilidad parlamentaria de la que tanto se enorgullecen los dos socios.

Las encuestas no bastan

Algunos cargos y dirigentes del PSOE andaluz opinan que tener las encuestas a favor –y Díaz las tiene– no es argumento suficiente para adelantar unas elecciones. Para hacerlo se necesita un buen motivo, y la presidenta no lo tiene. De hecho, ese motivo –tumbar en el Parlamento iniciativas del Gobierno o no apoyar los presupuestos de 2019– solo puede dárselo Ciudadanos, y al menos por ahora no está claro que quiera hacerlo.

Eso no significa que Ciudadanos no pueda cambiar de opinión en un futuro próximo: las encuestas pronostican una subida espectacular de los naranjas a costa del PP, y Marín, siempre de acuerdo con Albert Rivera, puede estar tentado de aprovechar la coyuntura demoscópica para afianzar con un buen resultado andaluz la marca Ciudadanos de cara a las generales, cuya convocatoria no parece que vaya a esperar a 2020.

El PP es mucho PP

Fuentes gubernamentales consultadas son escépticas sobre el que sin duda es el pronóstico más llamativo de las encuestas: el sorpasso de Cs sobre el PP. Más bien están convencidas de que el PP sigue siendo mucho PP en la derecha y, cuando haya elecciones, los de Moreno Bonilla seguirán conservando sin problema la hegemonía conservadora y la segunda plaza tras el PSOE.

El argumento, en todo caso, vale también para los socialistas, muy bien posicionados en todos los sondeos. ¿Podrían PSOE y Cs ponerse de acuerdo en un adelanto? No hay que descartarlo, pero tales apaños los carga el diablo: la mera sospecha de un adelanto significativo por razones puramente electorales puede ser arriesgado para los interesados.

Un adelanto menor

Otra cosa bien distinta es que el adelanto fuera técnico más que político. Una de las opciones manejadas en círculos gubernamentales es celebrar las elecciones en enero, apenas dos meses antes de marzo, que es cuando tocan. En tal caso apenas cabría hablar de adelanto propiamente dicho. Pero también podrían celebrarse antes, hacia finales de octubre o hacia en noviembre.

Aun así, la opción preferida por Susana Díaz sigue siendo agotar la legislatura, pero solo puede hacerlo si Ciudadanos se lo permite. Si los naranjas fuerzas las cosas, la legislatura tendrá los días contados. De momento no tienen razón ni excusa para hacerlo, pero todo el mundo sabe que, en política, si se buscan razones –y no digamos excusas– siempre se acaban encontrando.

En principio, pues, la opción más verosímil es o bien agotar la legislatura o bien a un adelanto puramente técnico de dos o tres meses.

La hipótesis de la coincidencia

Otro escenario posible es que Mariano Rajoy adelantara las generales. En ese caso, ¿intentaría Susana Díaz hacerlas coincidir? Para ello, de nuevo necesitaría la complicidad de Ciudadanos, pues de otro modo no podría explicar por qué teniendo estabilidad no agotaba el mandato.

Aun así, en caso de optar por la coincidencia, Díaz correría el riesgo de que el efecto arrastre de la marca Ciudadanos en toda España la perjudicara seriamente a ella en Andalucía, cabeza de cartel de una marca de partido que a nivel nacional está a la baja o en el mejor de los casos atascada.