El Barómetro de Opinión Pública de Andalucía, cuyo trabajo de campo realiza la empresa Invest Group Investigación de Mercados pero cuya ‘cocina’ es confeccionada y supervisada desde la Consejería de Presidencia, no acaba de desprenderse del sambenito de ser una herramienta de propaganda gubernamental más que de análisis fiable y objetivo de la realidad andaluza.

La última oleada del Barómetro, conocida ayer, no despeja las sospechas que se ciernen sobre el sondeo, según el cual el partido más votado en Andalucía sería el PP, ligeramente por encima del PSOE, y el presidente Juan Manuel Moreno sería el único político que aprueba y el más valorado por los andaluces, seguido del vicepresidente Juan Marín.

La proeza popular

Con el 30,8 por ciento de los votos, el PP habría llevado a cabo la proeza demoscópica de subir en solo seis meses nada menos que 6,3 puntos con respecto a los apoyos que cosechaba en el Barómetro de enero pasado. Cuatro de esos seis meses han coincidido con la pandemia y el protagonismo político casi exclusivo del Gobierno central, mando único durante el estado de alarma concluido hace justo un mes.

La estimación de voto realizada por la Fundación Centra, dependiente de Presidencia, otorga al PP ese 30,8 por ciento de los votos, a pesar de que el PSOE lo aventaja en simpatía (26,2 por ciento frente a 21) y en voto directo (23,1 frente a 21).

Según el Barómetro, las tres derechas volverían a sumar mayoría absoluta, como ya lo hicieron el 2 de diciembre de 2018. Sin embargo, cuando se pide a los encuestados que se autoubiquen ideológicamente de 1 a 10, siendo 1 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, el resultado casa mal con una mayoría electoral de derechas: el 39 por ciento de los andaluces se sitúan en la izquierda frente al 34,6 que lo hacen en la derecha; en el centro de la tabla, quienes se identifican con un 5 son un 26 por ciento.

Adelante, más Podemos, más IU

Otro de los rasgos que ponen bajo sospecha el Barómetro es el tratamiento dado a Adelante Andalucía, que los encuestadores han decidido trocear arbitrariamente preguntando a los votantes por Adelante, por Podemos y por IU, cuando en realidad estas dos últimas fuerzas concurrieron a las autonómicas del 2-D bajo la marca Adelante y no hay constancia de que vayan a hacerlo de otra forma en las siguientes.

El malabarismo demoscópico es tal que el 16,2 por ciento de los votos y 17 escaños que logró Adelante el 2-D se convierten ahora en un 9,4 por ciento para Podemos y 9-11 escaños, más un 4 por ciento y 2-3 escaños para Adelante y nada para IU.

Una de las ventajas de ese troceamiento podría ser que Cs y Vox se hacen con la tercera y cuarta plaza entre las simpatías de los andaluces, el primero con una estimación de voto del 11,2 por ciento y los ultras con un 10,1, ambos por encima del 9,4 de Podemos, pero no del 13,4 que suman Adelante y los morados.

La contraindicación política de tal reparto de apoyos es que el hundimiento que el Barómetro atribuye a Cs acentúa la dependencia del PP ante Vox, que va camino de convertirse en el socio prioritario de Moreno al mantener su peso parlamentario y verlo muy menguado el partido naranja.